Barbón y Lastra: los comecuras mandan en Asturias
Sr. Director:
Como si se tratara ya de la tradicional ópera bufa, los católicos asturianos tenemos que sufrir cómo los dirigentes socialistas, año tras año, proceden a dar rienda suelta a su afán de inspeccionar cada detalle del mensaje que nuestro arzobispo dirige a su Iglesia en la conmemoración de la Natividad de Nuestra Señora. Fecha con un sentido originalmente religioso que, por mor del sentimiento que profesamos a nuestra Santina de Covadonga, los asturianos la hicimos coincidir con la conmemoración del Día de Asturias. Pues bien, cada mediodía de cada ocho de septiembre, se afanan nuestros sesudos dirigentes socialistas en medir y escudriñar, fuera de contexto, lo que una homilía quiere o parece querer decir, con la finalidad de buscar dar rienda suelta a su indisimulado sentimiento anticlerical que les impregna y que necesitan ocasionalmente liberar. Todo sea por denostar la imagen de un representante eclesiástico que, como no podría ser de otra manera, habla a su pueblo de forma libre y siguiendo las exigencias propias de su ministerio y no del ministro o consejero de turno. Incurriendo en el mal del egocentrismo que asola a nuestra clase política, olvidan nuestros indignados representantes que las homilías no son mensajes dirigido a una generalidad de ciudadanos, sino a una comunidad de fieles.
No se trata por tanto de uno de esos mítines o asambleas que les son tan familiares, sino de una exhortación paternal en la que se nos recuerda a los cristianos que Dios nos quiso libres y con la capacidad de pensar y valorar la realidad por nosotros mismos. Ciertamente, algo muy peligroso para quienes pretenden, día tras día, que lleguemos a adoptar su pensamiento partidista como único. De ahí, el cabreo de sus señorías, quienes empeñadas en trasladar a la ciudadanía el pensamiento de quienes se creen intelectual y moralmente por encima de los demás, observan cómo un arzobispo actúa siguiendo con fidelidad unas doctrinas que, por superiores e inmutables, aquéllos aborrecen y que les encantaría desterrar de nuestra sociedad.
Hoy la noticia debería haber sido la emotiva despedida a una Escolanía que tan dignamente ha representado al Santuario de Covadonga y a Asturias durante decenios. Sin embargo, los políticos no pueden soportar que, aunque sea por unos momentos, el foco se dirija hacia otra parte que no sea su particular mundo de la búsqueda del rédito electoral, aunque ello acarree, como efectos nocivos secundarios, un enfrentamiento y una polarización en nuestra sociedad que tanto recuerda a las páginas más oscuras de nuestra historia, que fueron signadas con las mismas siglas. Posiblemente no se hayan ni dado cuenta, pero sus propios actos posteriores refuerzan precisamente el mensaje que codiciaban rebatir, ya que, como atinadamente advirtió nuestro arzobispo en su homilía, la búsqueda incesante de la polémica únicamente pretende “eclipsar las vergüenzas o manejar bajo cuerda pretensiones y apaños a cualquier precio y con la habitual mentira como arma política”. Como ya es costumbre, la realidad no tardó en darle nuevamente la razón.