Sr. Director.

Quisiera terminar mis días alabando la nueva Iglesia y sociedad establecida, pero los datos no parecen que van por este camino, ciertamente que hay muchas personas ejemplares cuya vida se apoya en el sentido de lo sagrado y divino que son los valores que hacen a la persona equilibrada, formada en lo material y en lo espiritual, que son los mejores padres, los mejores empresarios, los mejores trabajadores, etc., Y esto no es una fábula, es lo que he vivido yo. Ciertamente que quedan personas que fueron formadas en aquel sentido, pero desde que en unión de muchos prelados y clero con la clase política, no todos, ambos pedían libertad y democracia, se estableció  una nueva Iglesia y un estado laico, es decir, sin Dios, los más perjudicados han sido los jóvenes, al no recibir esos valores espirituales, su vida carece de sentido, tienen un vacío existencial y muchos de ellos, aunque lo oculten los medios de comunicación, se suicidan. Pero es estimulante el ver como los pocos jóvenes que asisten a los templos, comulgan de rodillas y en la boca; de estas personas podemos esperar algo bueno, pues tienen una fe cierta y lo demuestran con su actuación.

Es el resto que queda fiel, sobre el cual se formará la nueva sociedad que viene, que será espiritual  y tendrá que empezar de nuevo para establecer el Reinado de Dios en el mundo. Este resto que se incrementa incesantemente a las ordenes de la Santísima Virgen, son la esperanza y el consuelo para nosotros los ancianos que vivimos en una Iglesia y sociedad radicalmente distinta