Sr. Director:

Acabamos de celebrar la Navidad, fiesta que conmemora el nacimiento de Cristo Jesús: fundamento que se ignora cada vez más. Jesús, el Hijo de Dios, se nos ha manifestado en ella como un recién nacido indefenso e inerme; no menos de lo que también se nos mostraría 33 años después en su Pasión y muerte de Cruz. El Hijo de Dios y Dios mismo, al encarnarse en una naturaleza humana como la nuestra, se hizo un Dios escandalosamente accesible y vulnerable, incluso para cualquiera que buscase ofenderle y dañarle. Quizá por esta razón, y tras épocas donde los cristianos han (y se han) combatido mortalmente obviando principios fundamentales de su fe (aunque en algunos casos fue cuestión de mera supervivencia), actualmente la religión cristiana, junto a sus iglesias y edificios, es la que recibe más ataques y ofensas; y los cristianos, quienes sufren más agresiones y asesinatos por razones religiosas en todo el mundo.

Respecto a estos ataques, y siguiendo las palabras de Jesús, están quienes opinan que a los cristianos sólo nos queda poner la otra mejilla; mientras que otros creen que, una vez recibida la primera bofetada y ofrecida la otra mejilla, ahí se agota la obligación cristiana de recibir, ya que no se dispone de más mejillas, y lo que procede es superar el egoísmo de recibir sin dar, pasando a devolver lo dado e incluso incrementarlo, por aquello de que es más feliz quien da que quien recibe. Y porque no es bueno que los malos consideren que todo el monte es orégano, pues eso les anima a mayores infamias y agresiones. Y así, entre ambas opciones de respuesta, intentamos acertar cuando nos embisten.