
“Hagan lío, hagan barullo” y “respeten y escuchen a los ancianos”, dijo el Papa a los jóvenes de Timor Oriental
Sr. Director:
Conocí a Francisco, como le gustaba que lo llamasen, en mi estancia en Buenos Aires en 1997. Entonces era sólo el obispo auxiliar de Buenos Aires, del famoso Cardenal Quarracino, una institución de la Iglesia Argentina, que vivía graves momentos. Bergoglio fue elegido arzobispo de Buenos Aires, su elección fue cuestionada por falsas acusaciones en los tiempos del golpe militar. Era el responsable de la Provincia Jesuítica de Argentina. Antes había sido profesor de Lengua y Literatura en algunos colegios de la Compañía. Gran amigo de Borges, con quien se reunía con frecuencia, con los alumnos de Literatura para presentar sus trabajos. Elegido Cardenal de Buenos Aires por San Juan Pablo II, desarrolló una gran labor pastoral con los sacerdotes de las conocidas como villas miseria, cinturones de chabolas que rodeaban a las grandes ciudades.
Gran defensor de la religiosidad popular del Pueblo de Dios, pero crítico con la entonces Teología de Liberación, que estimaba como insuficiente para analizar la vida de la Iglesia Católica en Latino-América. Se le veía habitualmente viajando en el transporte popular, los colectivos (autobús) y en metro. Tuvo una función muy destacada como presidente de las conferencias episcopales, en donde fue elegido como máximo representante en Roma. Contra todo pronóstico fue elegido Papa, con el nombre de Francisco, el Papa de los pobres, venido del fin del mundo. Sus grandes Cartas Apostólicas: Evangelii Gaudium y Tutti Fratelli, marcaron la historia de su pontificado. Defensor de los más sencillos; sus viajes como Papa se orientaron hacia lo que llamaban periferias existenciales. Fue gran defensor del protagonismo de la mujer en la Iglesia a todos los niveles, y enemigo de cierto clericalismo excluyente. Su muerte en pleno Jubileo 2025, deja un mensaje y pontificado intenso y extenso, marcado por su delicada salud (el Papa de la silla de ruedas), y por la defensa de los más destacados y vulnerables: niños, mujeres y ancianos. Era el Papa de abuelos. Sus últimas palabras fueron para el cese de las guerras y la consecución de la paz en el mundo.