Después de tres años en una escuela infantil sostenida con fondos públicos, mi hijo ha entrado en un colegio concertado perteneciente a una congregación religiosa y, para alborozo propio, recibió, por primera vez, una manualidad conmemorativa del Día del Padre. He de reconocer que, tras varios años dándome de bruces con la "nueva realidad" española, esperaba este detalle con impaciencia. Pero yo no he venido aquí a hablar de mi reconocimiento como padre, sino más bien de todo lo contrario: de la invisibilización totalmente consciente, de la que esta sociedad es cómplice, que de la familia llamada "tradicional" (como si eso fuese malo) se realiza en la escuela pública. Por doquiera que paseo, no paro de observar a niños con una figura de referencia a su lado. A veces es un hombre (llamémoslo "padre"), a veces una mujer ("madre"), a veces son un hombre y una mujer ("padre y madre"), a veces personas de edad más elevada ("abuelos"), y así un largo etc. ¿Ya no existen los padres y las madres? ¿Quiénes diantres son esas personas que acompañan a esos niños? En fin, no pretendo aquí ponerme excesivamente alegórico y eufemístico, pero una cosa es obvia: la sociedad, las instituciones, los medios... todos ellos están dominados por un lobby cuyo cometido esencial es cuestionar absolutamente todo lo que viene de atrás: lo "tradicional" (insisto, como si eso fuese malo), lo supuestamente "hegemónico", lo que encorseta e invisibiliza a unas minorías presuntamente perjudicadas por esos cánones. Y lo hacen, además, sin aportar ninguna solución válida para la amplísima mayoría de la sociedad, pensando que la ideología es más fuerte que la misma naturaleza humana y la evolución histórica de una sociedad. Mi aportación es sencilla, y siempre desde el respeto más absoluto a todas las formas de familia, pero reclamando, en sentido recíproco, que se reconozca que lo tradicional no es malo, pues una manualidad de un niño no es más que eso: una manualidad; y seguro que hasta una mujer que, por cualquier circunstancia, cría a su hijo sin la ayuda de una figura paterna, ha tenido un padre que la ha querido y la quiere, y que estaría encantado de celebrar con su nieto el Día del Padre (de la Madre). Y, en todo caso, llegados a un extremo de negatividad irresoluble, siempre quedará la opción de guardar el regalito en un cajón y seguir con la vida.