Sr. Director:

Muchos y muy notables son los intelectuales españoles que desde mediados del siglo XIX han destacado en España por el brillo de su inteligencia y su valiosa aportación a la sabiduría. Fueron pensadores que dedicaron su esfuerzo para profundizar en el campo filosófico tratando de desentrañar los recovecos más escondidos del ser humano. Eugenio d’Ors, uno de estos grandes personajes, dictó una conferencia en la Residencia de Estudiantes en 1919, “Grandeza y Servidumbre de la Inteligencia”, en la que enardeció y defendió la verdadera y auténtica Sabiduría: “Veo la sociedad moderna constituida en república de esfuerzos, que tienen por ley común la material producción; el lucro por recompensa”. Sí, efectivamente, se prima el interés pecuniario sobre la propia ciencia en sí. Reconoce que existen “hombres que se llaman a sí mismos poetas, artistas, políticos. Pero la profesión de sabio no la ha visto ejercer sino vergonzosamente, disfrazada tras un título de utilidad usual, de médico, de profesor u otro análogo”. Exige en aras de esa primacía “que la ciencia, la ciencia pura, pueda ser una digna profesión; no una cínica extravagancia, pero tampoco un extraordinario acontecimiento…. Y así que haya sabios, forma parte del estado normal de las cosas, como que haya carpinteros y médico y jueces. Y del mismo modo que los buenos carpinteros y los buenos médicos y los buenos jueces, tienen derecho los buenos sabios, no a la adoración popular, pero sí al bienestar amable, lejos de la legendaria miseria genial”.

Es decir, el claro reconocimiento del humanista, o por llamarlo de una forma más trascendente, “la fuerza pura del espíritu”: “Un profesional de la meditación”. Mas he aquí que el mundo se ríe de la cultura como algo de nimia entidad: “Significa una torpe calumnia de la naturaleza humana desconocer la emocionante, la inagotable sed de totalidad que hay en ella”: Te anima a utilizar la razón, y no la emoción, para llegar a conclusiones determinantes. Y d’Ors, hacia el final, concluye: “La Inteligencia tendrá función, y la grandeza de la inteligencia está ahí, mientras el alma de los hombres y los ojos de los hombres puedan volverse de Poniente a Levante y de Norte a Sur, y acariciar todas las remotas lejanías…”.