Sr. Director:
El hombre al revés. El camino que casi toda persona emprende para buscar la verdad de su ser pasa por el espejo de las reglas que gobiernan la sociedad, sin reparar que el príncipe de este mundo es, hoy más que nunca, el Señor de la mentira. La realidad de nuestro prójimo también es inaccesible. Todo se pone en duda desde el momento en que nuestros sentidos ya no bastan para asegurar la veracidad de lo que vemos o escuchamos.
Ya no es solo el engaño: avatares y filtros se interponen también entre nosotros y la verdad. Y aún peor, la generalización de ideologías perversas que nos obligan a dar por buenas las ficciones ajenas y que a lo blanco lo llaman negro. Al revés que le sucedía a Don Quijote, que se negaba a aceptar la realidad de su tiempo, es la realidad de nuestro tiempo la que no acepta a los defensores de la verdad. Don Quijote seguía incrustado en un código moral que se había quedado obsoleto. Se negó a interiorizar los valores de la época que le tocó vivir y sufrió las consecuencias: desencanto y escarnio público.
Las consecuencias para el hombre actual por no aceptar la ficción en la que vive inmersa gran parte de nuestra sociedad van más allá de la desilusión personal y la burla; hablamos de reprobación, censura, penalización y repulsa social. ¿Por qué tanta acritud? Sin duda, la profunda brecha entre la verdad y la realidad de nuestra época en el mundo occidental está ligada a la sustitución de los valores cristianos por ideologías, al fanatismo que conduce a la violencia y la cultura de la muerte en toda su extensión.