Sr. Director:
En todos los evangelios la presencia femenina es constante: mujeres individuales; la primera, la más singular es la Virgen María, Madre de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, otras con nombre Marta, María, Juana (…) y otras muchas a las que Jesús libró de sus enfermedades o de la injusticia despiadada de ley, como la adúltera, la samaritana la hemorroísa (…) protagonistas de las preferencias de Jesús junto con los niños y los marginados de la sociedad judía de su tiempo. Esta presencia de la mujer en el evangelio es más intensa en la Pasión Muerte y Resurrección de Cristo. Frente a la presencia masculina toda arrogante, prepotente, sin más objetivo que liquidar a Jesús, como fuera: con acusaciones religiosas falsas o con acusaciones políticas envenenadas los varones judíos y romanos poderosos condenaron a Jesús al más terrible de los suplicios, la crucifixión, pena capital que en la antigua Roma no podía recaer sobre ninguno ciudadano romano. Las mujeres por el contrario fueran las más solidarias, las más valientes, las que permanecieron al pie de la cruz, cuando todos los varones excepto Juan, el discípulo preferido de Jesucristo, huyeron y se alejaron de Jerusalén porque sus ambiciones de ser importantes en lo que ellos creían iba a ser un paseo triunfar y tener altos cargos en el Reino de Cristo, se habían evaporado.
No es de extrañar que en el fundamento indestructible de la Iglesia Católica, la Resurrección las mujeres tuvieran un papel singular, especialmente María Magdalena. La Resurrección de Jesucristo creía y revelada constituye la Clave de la Fe Cristiana, sin la Resurrección, el Cristianismo sería una ideología religiosa más, que es lo desean sus poderosos enemigos actuales, que como los antiguos jefes judíos, pretenden sobornar a presuntos intelectuales críticos para que sigan diciendo: los discípulos de Cristo robaron el cadáver. Nada nuevo bajo el sol. La Resurrección nada tiene que ver con la reencarnación a la transmigración del espíritu, ni nada con paraísos sensuales y sexuales. Tampoco es un acontecimiento verificable como lo pudo ser toda la vida de Jesucristo hasta su misma muerte y sepultura. Es una realdad que supera todas nuestras expectativas aquí y ahora en el espacio y en tiempo. Como afirma el mayor teólogo vivo actual, el papa Ratzinger: la Resurrección de Jesucristo va más allá de la historia, pero ha dejado huella en historia. Por eso puede ser refrendada por testigos, María Magdalena o el discípulo incrédulo Tomás, como un acontecimiento de una cualidad nueva.
No es de extrañar que incluso los mismos discípulos, especialmente, Pedro, no creyeran a María Magdalena, cuando les anunció que el mismo Jesús Resucitado se le había aparecido glorioso y la había llamado por su nombre. Pedro no la creyó, debido a que era una mujer y como tal en el derecho judío sus testimonios no tenían ningún valor, sino todo lo contrario. El anuncio de la María le sonaba a Pedro como una ilusión típica de mujer que no podía ser creída. Pero la realidad es que María Magdalena es como dice Tomás de Aquino el apóstol de los apóstoles. Es la demostración de la importancia de la mujer en la Iglesia desde su mismo comienzo.
Fidel García Martínez