Sr. Director:

Los resultados estremecedores, que la prestigiosa Fundación ANAR hace unos días hacía públicos, sobre los datos de su informe sobre agresiones sexuales a menores, deberían provocar un movimiento de reflexión política y ciudadana sobre las causas del incremento exponencial de los abusos a menores y sobre la ineficacia de las propuestas de educación sexual en las que se han empeñado algunos gobiernos.

En una sociedad pan-sexualizada se está generalizando una banalización que lleva a no asumir la responsabilidad de los actos. La respuesta no es incrementar los recursos en campañas publicitarias prácticamente inútiles cuando no contraproducentes, sino proponer una educación en la sexualidad que parta de una concepción integral de lo humano, en la que la sexualidad sea entendida como una dimensión clave en la madurez y el desarrollo de la persona y de su forma de relacionarse con los demás, sin reduccionismos motivados por el deseo de satisfacción, placer personal y posesión del otro.