Sr. Director:
El miércoles 26 de marzo, leía en diario digital El Debate una entrevista a Jonathan Roumie que interpreta a Jesús en la famosa serie The Chosen, serie de gran éxito que ha sido vista por más de 100 millones de personas.
La entrevista, realizada por Clara Gonzalez comienza con esta pregunta:
–Ya ha contado alguna vez su historia de conversión, pero me gustaría saber si interpretar a Jesús ha cambiado de alguna manera su fe.
–Creo que ha profundizado mi fe, sin duda. Ha profundizado mi camino con Jesús. Me ha hecho querer ser una mejor versión de mí mismo, un mejor ser humano. Creo que ha tenido un impacto positivo en mis relaciones y me reta a seguir siendo mejor en la vida en general.
Bueno, pues aquí Jonathan Roumi ha perdido una magnifica oportunidad para alentar a miles de católicos en su fe e iluminar la conciencia de tantos y tantos católicos que están confundidos. Ha sido una pena. Una gran oportunidad perdida. No solo perdida sino que, incluso me atrevería a decir, ha hecho daño. Si hay algo en lo que no consiste la fe católica y la relación con Jesucristo, es precisamente lo que responde Jonathan Roumi. Con esta respuesta confirma el gran error en el que han caído y no dejan de caer tantos, y tantos católicos.
En su respuesta se ve una referencia propia, emocional que es muy negativa y muy plana: «querer ser una mejor versión de mí mismo, un mejor ser humano… ser mejor en la vida en general». Esto no es ser católico. Aquí, como digo, Roumi no ha estado acertado. Ha dicho justamente lo que disuelve la fe católica.
Muy distinto fue el testimonio que dio en el Congreso Eucarístico Nacional de EE.UU, en mayo del año pasado en el celebró en Indianápolis. Ahí sí que estuvo realmente genial e hizo sin duda un inmenso bien.
En el Lucas Oil Stadium como gran escenario, donde un lleno espectacular de unas 60.000 personas participó de un acto de adoración eucarística. En el momento de los testimonios, Jonathan Roumie subió al estrado llevando puesta una camiseta blanca que llevaba escrita la frase: It's just a symbol, to hell with it ("Si es sólo un símbolo, al diablo con ello"), de la novelista Flannery O’Connor. Fue la respuesta que ella dio a un amigo que describió la Eucaristía como un "símbolo bastante bueno".
En aquel testimonio afirmó: "Sabemos lo que realmente significa y qué es lo que estamos a punto de recibir. Sabía que cada gota de sangre, sudor y lágrimas, y hubo muchas lágrimas en estas escenas, era para conocer lo que podemos experimentar, lo que podemos recibir en nuestras vidas todos los días, o al menos todos los domingos. La misa diaria ha cambiado mi vida. La Eucaristía para mí es curación, es paz, es mi base, es Su corazón dentro de mí".
Pienso que hemos de hablar siempre así de claro. Especialmente cuando nos dirigimos a muchos que, o bien no tienen la fe católica o la viven mediocremente. Debemos dejar de identificar la vida y la fe católica con un sentimiento, motivación o inspiración, para ser mejores. Para eso no es necesario ser católico. Hoy lo que el mundo necesita es ver católicos que reconocen a Cristo como Dios, como el Hijo de Dios hecho hombre que ha venido a transformar nuestra vida, no para hacernos mejores, buenas personas, sino para salvarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna muriendo en la cruz, ofreciéndose como sacrificio agradable al Padre. Y que se ha quedado verdaderamente y realmente presente en la Eucaristía que es ese mismo sacrificio que se realiza, que se hace presente en la Santa Misa. Por eso, un católico que tenga en el centro a Cristo en la Misa y en su presencia eucarística sencillamente es una vergüenza de católico, sal sosa que no sirve para otra cosa que para ser arrojada al suelo y que la pise la gente.