Hoy, todavía hay padres que dan prioridad a lo trascendente. Saben que lo esencial en su familia es el ambiente cristiano. Son ambientes donde se vive de fe. Son padres que se apoyan en la Gracia de los sacramentos y por lo tanto valoran la misa. Por supuesto la de los domingos, pero también la de diario. En cambio vemos otros que se dicen creyentes pero el domingo van a la iglesia si hay tiempo… y no suele haberlo: hay mucho viaje, mucho capricho, muchas necesidades creadas como para participar en el sacrificio eucarístico.

 Hay familias a quienes se les supone una fe cristiana pero a la hora de planear vacaciones ni por un instante se les ha ocurrido pensar como van a poder ir a misa el domingo del crucero o del viaje por Europa. En cambio hay familias que se sienten cristianas y viven su fe día a día, que en la programación veraniega plantean, antes que nada, la facilidad para la práctica cristiana, de padre, madre e hijos.

 Estamos en unos tiempos en que hay pocos términos medios. El que es, es. La familia que se siente cristiana lo manifiesta casi sin darse cuenta. Lo primero es lo primero y lo segundo está muy por debajo. No existen apenas esos que son y no son, porque el ambiente arrastra a los mediocres hacia abajo y a los convencidos hacia arriba. Porque estos son conscientes de que no pueden despistarse un momento.

 Ciertamente, el ambiente que nos rodea es anticristiano. Los programas televisivos, las redes sociales, las historias que circulan y las imágenes. De todo hay y también algunas cosas buenas, pero abunda la basura y si los padres cristianos se duermen un poco, de pronto se dan cuenta del daño sufrido. El ejemplo es esencial. La frecuencia de sacramentos es más importante que nunca. La confesión frecuente la necesitamos todos.

 Las familias creyentes, consecuentes y responsables, ponen medios. Los mediocres no. Y caen, poco a poco, cada vez más bajos, porque el ambiente arrastra. No estamos en una sociedad que ayude, vamos contracorriente, y eso supone una lucha constante.