Sí, insisto en que, con Donald Trump, Dios ha vuelto a estar en el relato público y eso es importante. Pero en el 'debe', lo peor de los planteamientos del nuevo presidente norteamericano, es su obsesión anti-española. Dan ganas de mandar a paseo a un personaje que tanto habla de la historia de Norteamérica sin tener ni pajarera idea de que fuimos los españoles quienes fundamos su país y que, sin nosotros, a los que tanto amenaza ahora, Estados Unidos no sería grande sino pequeño y, lo peor, a lo mejor ni existiría. 

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Trump fue el primero en apoyar a la víbora cornuda de Mohamed VI contra España y en apoyarle con armamento. Ahí, 'Yayoyou' Biden tan sólo hizo de comparsa y practicó el seguidismo.

Ahora bien, eso no quita ni pone al hecho de que lo más sorprendente del primer discurso de Donald Trump y de su planteamiento para la legislatura que ahora comienza coincide con un Pedro Sánchez, que tantas veces le ha insultado cuando estaba en la oposición y que ahora se muestra arrugado ante el mandatario norteamericano. Al parecer Sánchez, siempre fuerte con el débil y débil con el fuerte, no se atreve con el patán de Washington pero sí con los españoles de a pie. Bueno, y con Milei.