San José, el hombre que sabía leer los signos de los tiempos
Es otra de las virtudes olvidadas de la masculinidad que conviene recordar ahora, 19 de marzo, cuando festejamos la figura más viril de todos los tiempos, el prototipo de la masculinidad: San José, el esposo de María. Varón virgen y, por eso, el más viril, el más capaz de respetar la virginidad de su esposa por un fin mayor. Supongo que cortó muchos troncos de árbol para ser leal a su prometida continencia.
El capítulo segundo de San Mateo es el que mejor describe a este descendiente del Rey David, un tipo con capacidad, como afirmara San Josemaría, de moverse dentro del plan divino, lo que, en laico, podemos traducir así: saber distinguir los signos de los tiempos. Es una virtud masculina, como la fortaleza, porque el varón sabe distinguir por donde van los tiros de todo lo que le circunda, mientras la mujer actúa de otra forma: adapta sus conclusiones y sus sentimientos, buenos o malos, a las consecuencias que esos signos de los tiempos impregnan en su círculo más próximo.
No se puede confesar ni comulgar: el Estado de Alarma es un ataque directo contra el Cristianismo, que es una religión sacramental
A esto hay que unir otra virtud de San José, asimismo muy masculina: la fortaleza. Traducida al siglo XXI: no quejarse.
Porque claro, resulta que a San José se le ha dicho que iba a ser el padre adoptivo del Hombre-Dios y ahora se le ordena huir a Egipto porque Herodes busca al niño para matarlo (Mateo 2). ¡Pues vaya Dios todopoderoso que tiene que huir de un tirano de segunda división, como el amigo Herodes!
Pues no, San José se mueve en el plan divino con la entereza de un varón cristiano: no lo entiendo pero ya lo entenderé, porque confío en la fuente… y porque lo importante es poner al niño a salvo de todo peligro y no que yo sea el centro del episodio. Vamos que, hubiera sido un buen periodista: sabía distinguir la calidad de las fuentes.
Y a la vuelta de exilio, lo mismo. Si Arquelao -otro cantamañanas cruel- había sucedido a su padre Herodes, mejor no ir a Judea y retirarse a Galilea, una provincia de ‘pringaos’ a quien nadie hacía caso porque no poseía el pedigrí cosmopolita de Jerusalén.
San José es, en pocas palabras, un ejemplo de virtudes masculinas y le necesitamos ahora, en el siglo XXI, porque precisamente por el coronavirus, olfatear esos signos resulta más importante y urgente que nunca.
Por ejemplo, tener claro que, si esta pandemia es casual, yo soy Cardenal-Arzobispo de las chimbambas orientales y Rey de Cuba, que me mola más, no digo que haya sido provocada sino que no es casual. Estamos en un fin de ciclo, como dijo el Papa Francisco. No es la etapa final, pero sí el final de una etapa.
Y así: nos llega el día de San José con las iglesias cerradas por mor del Estado de Alarma. El gobierno Sánchez y otros gobiernos en los cinco continentes, han logrado que el cristiano no pueda acceder a los sacramentos: a la penitencia, malamente, y a la Eucaristía, que en muchas países -por ejemplo, España- están prohibidas. Es un golpe de gracia al Cristianismo la única religión. La verdadera, donde Dios se hace visible, tangible y manducable. El Estado de alarma es un ataque directo contra la Eucaristía. Y para mí que, al fondo, aunque muchos de los fusileros no lo sepan, la Eucaristía es el objetivo final del Nuevo Orden Mundial (NOM), del que Pedro Sánchez o el Rey de España son meros instrumentos menores.
Y también llega la festividad de San José de 2020 cuando, en Medjugorje, Santa María anuncia que reduce al mínimo sus apariciones… a Mirjana, después de 40 años. Para ser exactos ya no se aparecerá los días 2 de cada mes sino una vez al año.
La Eucaristía es el objetivo final del Nuevo Orden Mundial (NOM), del que Pedro Sánchez o el Rey de España son meros instrumentos menores
¿Esto significa que el Aviso (Aviso, Milagro y Castigo) está próximo? No tengo ni la menor idea, no soy un experto en profecías y además, las profecías no se han hecho para predecir sino para convertir. Pero resulta insensato no intentar, al menos, interpretar los signos de los tiempos. Y los signos de estos tiempos parecen apuntar a lo que decía el Papa Francisco: que no estamos en la etapa final pero si al final de una etapa. Y la realidad sí imita la cine: en las película épicas (y la vida real es épica o es muerte) los finales suelen resultar, primero sangrientos y, finalmente, felices. Las medias tintas quedan para el cine de autor, donde no se distingue al bueno del malo ni los principios de los finales: un coñazo.
No pasa nada por acudir a San José, Y por acudir a misa, que hoy es día de precepto aunque resulte jornada laboral de precepto, quien pueda… en esa Iglesia clandestina que están creando los curas y los obispos valientes. Entre estos últimos sólo recuerdo a uno, francés, pero dejemos eso.