Los últimos Sínodos (Familia, Amazonía) han consistido en caminar al borde del abismo y, al final, dar marcha atrás
No sé por qué me he acordado de esto ante la nueva entrega del Sínodo de la Amazonia, que se celebra en Roma y que, afortunadamente, ya entra en su recta final.
¿El Sínodo de la Amazonia es un Sínodo rojo? No hombre no, si así fuera la grey cristiana ya estaría vacunada, como lo está contra cualquier derivada marxista. Es como Podemos, el nuevo neocomunismo (los ‘neocom’): todo el mundo sabe de qué va. No, el Sínodo de la Amazonia es mucho peor: es eco-panteísta y resulta enormemente ridículo. Entre los enemigos de la Iglesia del siglo XXI, el comunismo es cuestión menor comparado con el panteísmo, que encima ahora ha adquirido tonalidad verde y se ha convertido eco-panteísmo. Y es que si planteamos el panteísmo en sentido prístino… pues hay que ser muy idiota para creérselo, pero si lo disfrazamos de yoga o de cambio climático pues te sale Greta Thumberg, angustiado por el futuro de un qué llamado planeta al que hay que sacrificar todos los quiénes. Pues con el Sínodo de la Amazonia ocurre algo parecido, solo que la tontuna ha entrado en la Iglesia.
Dios ha creado el planeta para el hombre, no el hombre para el planeta
Cuesta mucho seguir el Sínodo de la Amazonia y, al tiempo, vivir una mínima caridad cristiana, más bien una mínima urbanidad y buena educación. No sabemos qué es lo que pasa dentro: esperemos que sea algo muy distinto de lo que algunos otros dicen fuera. Porque el grupo de dirigentes de la magna reunión puede resumirse así:
Cardenal Claudio Hummes, relator general y presidente de la Comisión para la redacción del documento final. Definámosle con sus palabras: “no una Iglesia encerrada en sí misma, sino integrada en la historia y en la realidad del territorio –la Amazonia, por si no lo habían cogido– “atenta al grito de auxilio y a las aspiraciones de la población y de la ‘Casa Común’ (la creación), abierta al diálogo, sobre todo interreligioso e intercultural”.
¿Ya se huele por dónde va, verdad?
Cardenal Barreto: “El planeta no puede ser nuestra despensa”. ¿Y por qué no?
Su mensaje para el Sínodo se resume en estas palabras: “No tener miedo a la novedad”. Pues yo sí, monseñor, yo le tengo un miedo cerval a las novedades, en especial a las suyas. Tengo miedo a que una institución eterna como la Iglesia tenga que adaptarse a las novedades del mundo. Más bien deberían ser las novedades del mundo quienes se adoptaran al Dios. A lo mejor es que soy periodista y en esto de las novedades sé un poco más que usted.
Luego está el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los Obispos y el cardenal Pedro Barreto, presidente delegado del Sínodo Amazónico.
De Baldisseri no tenemos que preocuparnos porque termina mandato al frente del Sínodo de obispos como institución permanente. Tendremos que preocuparnos algo más por su sustituto, Mario Grech, quien obliga a sus sacerdotes a dar la comunión a aquellos divorciados que se sientan en paz con su conciencia. Esto de estar en paz con la propia conciencia suena bien, aunque algunos sospechamos que es la propia conciencia -cuando es recta- la que llena de paz al individuo, no al revés. Lo otro, hablando de panteísmo, es lo del Yoga, que nos trae la paz del quietismo oriental: una paz un pelín aburrida que dura justo mientras te estés quieto.
Pero lo más preocupante y, no nos engañemos, la parte mas profunda y peligrosa, la aporta el cardenal peruano Pedro Barreto. Es el indigenista que hado pábulo a lo que ya hemos reseñado en Hispanidad como los dos principios más peligrosos de este puñetero Sínodo: la ruptura del celibato y los sacramentales. Sobre todo este último, que consiste en, bajo la excusa de la inculturación -¡qué palabro!- introducir ritos indígena en la liturgia de la Iglesia. Muchos de esos ritos tienen un origen directamente satánico y recuerden que el principal objetivo del Anticristo e interpreten como quieran ese término, como persona, corriente o idea, lo mismo da- consiste en consumar la “adoración de la Bestia”. Esto es: la profanación del sacrificio eucarístico.. Monseñor Barreto nos suelta perlas como esta: “La madre tierra no es nuestra despensa”.
¿Y por qué no? Para eso fue creado el planeta, para servir al hombre y el hombre debe someterlo aunque no esquilmarlo, no por el planeta -que le vayan dando al planeta-, sino para que las futuras generaciones de hombres -que no de plantas ni de animales- puedan seguir exprimiendo al planeta… y sólo por eso.
El cardenal Barreto concluye con otra frase que da escalofríos: “tenemos que ser enfáticos en que tenemos que servir a la madre tierra”. Mire usted monseñor, con todo respeto: a la madre tierra, esa a la que el tiranuelo Evo Morales llama la diosa Gaia, le va a servir la abuelita de… don Evo Morales. Yo no. Primero, porque más que madre parece madrastra y segundo porque ha sido creada por Dios para el hombre… y no el hombre para el planeta: “Henchid la tierra y sometedla”.
Como guinda de la tarta sinodal nos queda, cómo no, el eco-feminismo. O sea, como diría la ministra Ribera: contra el cambio climático desde la perspectiva de género. Para entendernos: una estupidez perversa -modificar la eucaristía- unida a una exageración maliciosa, como es el calentamiento global.
La guinda feminista del Sínodo: Cuando (los indígenas) nos piden a Cristo se lo damos, pero sólo desde el diálogo intercultural”. Auguro infinidad de conversiones
Así, nos encontramos a una misionera española en el Amazonas, Eugenia Lloris, digna de figurar en el museo vaticano.
Sus últimas declaraciones son formidables. Ojo al dato: “Cuando (los indígenas) nos piden a Cristo se lo damos, pero sólo desde el diálogo intercultural”. ¿Cabe mayor estupidez? Es decir, que sólo predican a Cristo cuando el indio se lo pide. Y si el indio no conoce a Cristo, ¿cómo esperan que se lo pida? Auguro miríadas de conversiones, un nuevo Pentecostés.
Y luego la parida de estima, un deje muy progre: se coloca a Cristo al mismo nivel que los diosecillos del Amazonas, que como todo culto indígena se dividen en:
1.Los mejores, que son inanes.
2.Los peores, que son satánicos.
Por lo demás, ya hemos dicho cuáles son los dos problemas de fondo del puñetero Sínodo de la Amazonia, que sigue al puñetero Sínodo de los soberbios y despelotados obispos alemanes y al puñétero Sínodo del familia.
Llevamos una historia sinodal (Familia, Alemán, Amazonia) que dan ganas de suprimir los sínodos
Ahora ya sólo queda esperar que el Papa Francisco arregle el desaguisado que él mismo ha permitido. A fin de cuentas, el Sínodo no tienen ninguna autoridad, es el Pontífice quien decide sus conclusiones.
Esperemos, eso sí, que esas conclusiones no provoquen confusión en la Iglesia… que es, exactamente, lo que ocurrió con los precitados sínodos de la Familia o con el sínodo regional alemán: el primero, o la confusión creada por él, facilitó el sacrilegio eucarístico. El segundo anuncia el despelote sexual, pasado de la práctica a la teoría además de mostrar aires de cisma con la soberbia luterana de muchos prelados alemanes. El primero no cambió la teoría, ciertamente, pero sí la práctica. El segundo pretende cambiar la teoría basado en el supremacismo alemán, que desprecia a la Europa del sur, sobre el mundo hispano en la Europa del sur sobre Hispanoamérica o sobre Oriente. El racismo de un alemán muere una hora después de expirar el fulano… teutón.
Pero me temo que este Sínodo del Amazonas trata de cuestiones más profundas aún… de forma aún más frívola.