Gordon Brown, el exprimer ministro británico, duró poco en el número 10. A lo mejor es porque parecía que el hombre se había tragado un palo y se había quedado más tieso que la mojama, pero quede claro, a los hechos que nos ocupan, que Brown era mucho más progre que su compañero laborista, el muy progre Tony Blair. 

Pero tras una experiencia familiar, cuando las cosas te tocan de cerca, todo cambia.Y entonces es cuando el muy vanguardista y malencarado Gordon, se opone públicamente a la eutanasia. Pide, como toda persona con sentido común, que no se mate a nadie pero que se le mitigue el dolor. En definitiva pide que se prohíba la eutanasia y se dediquen los recursos públicos a los cuidados paliativos.

La cosa tiene su enjundia y, naturalmente, será convenientemente ocultada por la progresiva mediática. Como dijo en su día José María Calviño, el padre de doña Nadia, cuando, siendo presidente de RTVE se negó a emitir el vídeo de contra el aborto, es decir el grito silencioso, "se trata de un arrepentido". Y lo dijo con una profunda expresión de repugnancia. Como si el arrepentimiento te arrebatara el derecho a la libertad de expresión cuando son los arrepentidos los que mejor conocen el pecado.