Leo en El Mundo que, en Estados Unidos, el número de relaciones públicas (ahora llamados comunicadores, que suena mucho mejor) sextuplica a los periodistas.

No parece una buena noticia. A los comunicadores no les pagan por decir la verdad. A los periodistas empiezan a no pagarles si se atreven a decirla. 

El proceso ha sido paralelo a ese otro desastre según el cual se ha impuesto la curiosa especie de que el rigor es más importante que la verdad. La máquina es rigurosa pero no sincera. Con eso les he dicho todo.

Sí, malos tiempos para la prensa libre, pero seguiremos luchando debajo del puente.