El sanchismo tiene espíritu terrorista. Nunca plantea batalla abierta, se esconde detrás del lenguaje institucional mientras elige objetivos a los que ha que liquidar para provoca terror en el campo enemigo. Por ejemplo, Pedro Sánchez siente obsesión contra Isabel Díaz Ayuso, a la que ataca sin piedad, con críticas sobre hechos reales y con críticas sobre hechos inventados. Ayuso es, para el PSOE, el principal objetivo a liquidar, mucho antes que Feijóo, también porque el discurso de la presidenta madrileña resulta mucho más sólido que el del jefe de la oposición. 

Pero al tiempo, Sánchez elige también víctimas coyunturales que provoquen el terror en el campo enemigo, en este caso en el PP y en Vox, que son los que pueden arrebatarle su tesoro: el sillón de Moncloa. El resto no: comunistas o separatistas e incluso filoterroristas de Bildu, cuidan a Sánchez como a la niña de sus ojos, necesitan que él siga en la Presidencia del Gobierno de España porque así pueden destruir España y sacarle hasta los hígados: con ningún otro conseguirían lo que están consiguiendo ahora. Sánchez nunca dice no. 

El miércoles, por vez primera, que yo recuerde, Sánchez arremetió directamente contra el presidente valenciano Carlos Mazón, del que algunos empezamos a admirar su aguante, su no-dimisión. El Sanchismo ha dirigido contra él toda la artillería pero hasta ahora, sólo por conducto interpuesto. ¿Por qué? Pues porque tras su cobardísima -hablo de cobardía física- actuación en Paiporta, en su primer viaje tras la gota fría, cuando el rey de España aguantó a pie firme la justificada ira de los vecinos de Paiporta, él huyó, rodeado de  guardaespaldas, de la zona de peligro. 

Desde entonces, ha mantenido respecto a Valencia el papel de exquisito administrador de ayudas públicas a distancia, mientras toda la izquierda -los tontos útiles de Compromís incluidos- se lanzaba a la yugular de Mazón. 

El miércoles 19 de marzo, día grande de la fallas, el Rey volvía a Valencia, creo que por tercera vez, pero Sánchez ya no le acompaña en esos viajes. ¿Por qué no lo hace, si toda la culpa fue de Carlos Mazón y no suya? Y cuando lo ha hecho, ha blindado su presencia con francotiradores de elite. ¿Para qué? ¿Para disparar a los campesinos que le arrojaron bolas de barro y golpearon su coche oficial con escobas?  

Nuestro héroe de Paiporta siempre actúa igual: si no puede aparecer como triunfador, prefiere que sean sus segundos quienes se enfrentan al enemigo o, sencillamente, lancen sus injurias -acertadas o no- contra el adversario. Sánchez echa mano de la malitonta de Diana Morant o de los venenosos Óscar (Puente y López) para que le hagan el trabajo sucio.

Ahora bien, desde el miércoles 19 de marzo, el presidente del Gobierno considera que su cobardía ya ha desaparecido, o al menos se ha mitigado, de la memoria colectiva, y como todos los cobardes se envalentona cuando llega la caducidad de la historia: Sánchez ya ha pasado al ataque directo contra Carlos Mazón, al que ahora califica de negligente.  

De acuerdo, pero nunca podrá hacer olvidar, a pesar de la mala memoria del pueblo español, que, ante la ira popular de los paiportinos, Mazón permaneció junto a los Reyes de España ante una multitud enardecida -y con razón, que conste- mientras Sánchez huía con el rabo entre las piernas.

Así que Sánchez ya no acompaña a SM el Rey a Valencia. Por si acaso.