Hispanidad publica un artículo sobre Félix Huarte, censurado en Diario de Navarra
El autor, que ordenó el archivo personal de Huarte y escribió la biografía del empresario navarro se negó a la censura del diario y retiró el artículo: aquí lo tienen.
Pocos días antes del puente de la Constitución recibí un correo electrónico de Luis Javier Fortún, director de una sección del Diario de Navarra que se titula “Navarros que dejaron huella”, que se publica una vez al mes, concretamente el segundo martes. Tras pedirme disculpas por las prisas, solicitaba que le enviara un artículo de 2.400 palabras sobre el navarro Félix Huarte, del que en su día no solo publiqué su biografía sino también un voluminoso tomo sobre su archivo personal. El artículo debía enviarlo antes del día 5 para que se pudiera publicar a doble página el martes día 9. Y concluía el correo de Luis Javier Fortún con la aclaración de que este encargo no era remunerado.
Portada de la biografía de Félix Huarte de 508 páginas, escrita por Javier Paredes y publicado por la editorial Ariel. Este libro, a modo de prólogo, comienza con cinco glosas escritas por Camilo José Cela
Sin demora le mandé el artículo, manifestándole que no me importaba que no se me pagase, pues lo hacía por la importancia de divulgar la figura de Félix Huarte y por el cariño que guardo a Navarra. Pero ayer martes día 9 de diciembre no se publicó mi artículo, por decisión del subdirector del Diario de Navarra, Fernando Hernández Morondo. Y ante las explicaciones inexplicables de Luis Javier Fortún, le envié el correo que copio a continuación:
Estimado Luis Javier:
Te escribo con copia a Fernando Hernández Morondo, puesto que en el correo que me envías aparece el suyo.
En primer lugar, me parece vergonzosa la censura de Fernando Hernández Morondo sobre mi artículo. Después de cuarenta años ejerciendo en la Universidad pública de Alcalá bajo el principio de la libertad de cátedra, no voy a manchar mi trayectoria sometiéndome a la censura de Fernando Hernández Morondo, por muy subdirector del Diario de Navarra que sea.
Y desde luego a lo que no estoy dispuesto de ningún modo es ni a autocensurarme, ni mucho menos a que, como indicas, “me reajuste” mi escrito ningún periodista del Diario de Navarra.
En consecuencia y ante semejante bochorno sufrido, no autorizo a que el Diario de Navarra publique mi artículo ni sin censurar, ni mucho menos censurado.
Saludos
Javier Paredes
Copio a continuación el artículo censurado por el Diario de Navarra:
Cuando el día de San Fermín de 1950 se adjudicó en un concurso público la construcción de la Cruz del Valle de los Caídos a la empresa Huarte, su fundador ya gozaba de un enorme prestigio como empresario. Bien es cierto que partió de la nada el 1 de agosto de 1927, al firmar la escritura de constitución de la constructora con su socio Emilio Malumbres, empresa que se llamaba precisamente Huarte y Malumbres. Es más, hasta el primer dinero para empezar se lo tuvo que prestar el potentado pamplonés Toribio López.
Es obligado referir que antes de establecerse, Félix Huarte se había casado en 1923 con Adriana Beaumont, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos. Con el tiempo, Doña Adriana, como era conocida en Pamplona, se convirtió en la mano rota de la fortuna de su marido por la cantidad de personas y de instituciones a las que tan generosamente ayudó. Su párroco, el santo sacerdote don José Manuel Pascual, tuvo mucho que en ver en la canalización de esas ayudas.
Bien pronto Pamplona se le quedó pequeña a la impetuosa actividad de Félix Huarte y a finales de 1929 se desplazó hasta Madrid para comenzar a trabajar en la capital de España: un chalet particular en Las Rozas y la Escuela Nacional de Sanidad en la Plaza de España fueron sus dos primeras realizaciones.
La inauguración del edificio de Filosofía y Letras en la recién creada Ciudad Universitaria fue todo un espaldarazo para Félix Huarte. El segundo domingo de enero de 1933 a las doce de la mañana llegó a la Facultad el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora
Cuando la empresa empezó a crecer, Emilio Malumbres se vino a Madrid, y Félix Huarte se quedó en Pamplona, donde estaban las obras más importantes. Es increíble asistir a los sencillos comienzos de una empresa que acabó siendo una de las más grandes de España. En una carta que Felix Huarte le escribió desde Pamplona el 31 de mayo de 1930, le explicaba a Emilio Malumbres cómo tenía que llevar la contabilidad. Esto es lo que le decía a su socio:
“Para que tú sepas que no te falta dinero por dejarte de apuntar, llevas un libro que se llama de Caja; en el lado derecho, donde dice Haber, anotas todos los gastos, y en el otro, Debe, todos los ingresos de dinero; al hacer el arqueo todos los días no tienes más que sumar todas las partidas del Haber por un lado, las del Debe por otro, y se restan estas sumas una de la otra; la diferencia es el dinero que tiene que sobrar y si te falta es señal de que algo te has dejado de anotar”.
La inauguración del edificio de Filosofía y Letras en la recién creada Ciudad Universitaria fue todo un espaldarazo para Félix Huarte. El segundo domingo de enero de 1933 a las doce de la mañana llegó a la Facultad el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora. Félix Huarte formaba parte de la comitiva que le esperaba a la entrada. En efecto, allí estaba el constructor recibiendo al jefe del Estado en compañía de Manuel Azaña, presidente del Gobierno, Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto, Giral y Zulueta, ministros respectivamente de Instrucción Pública, Obras Públicas, Marina y Estado. Formaban también parte de esa comisión de recepción Claudio Sánchez Albornoz, como rector de la Universidad, García Morente, como anfitrión por ser el decano de la Facultad, además de Unamuno, Menéndez Pidal, Américo Castro, Negrín, Pittaluga, Rafael Altamira, Rafael Sánchez Guerra, y el alcalde de Madrid, Pedro Rico.
Félix Huarte. Fuentes históricas es un libro de gran formato, 34 cm, que contiene más 1.200 documentos comentados del archivo personal de Félix Huarte
Sin embargo, la obra más importante para Félix Huarte durante la Segunda República fue la de los Nuevos Ministerios. Cuando Félix Huarte se trasladó a la sucursal de Madrid, porque la navarrísima empresa de Huarte siempre tuvo su sede principal en Pamplona, se trajo a la capital de España a todos los amigos navarros que habían empezado a trabajar con él. Entre ellos vino un carpintero que le preparaba el maderamen de las construcciones. Se llamaba Sofronio Borda.
Y este carpintero fue testigo de la corrupción y del matonismo de los socialistas durante la Segunda República, cuya historia falsean sus descendientes actuales, que alardean de un pasado que se han inventado de honradez, tolerancia y respeto por los demás. La realidad fue muy distinta. Esta es la verdadera historia que cuentan los documentos de archivo: “Por una imposición que tuvimos de Mariano Ansó [militante de Izquierda Republicana y ministro de Justicia de Negrín] de tomar a nuestro servicio a un hijo de Largo Caballero, que no le podía sujetar su padre (palabras textuales) por ser un granuja y cuya imposición fue rechazada por nosotros varias veces y por espacio de unos tres meses, hubimos por fin de acceder a tal pretensión, por haber pesado sobre Félix Huarte una amenaza de muerte, tomándolo a nuestro servicio en calidad de dibujante para la oficina, con 300 pesetas mensuales de este sueldo, en calidad podemos apreciar así de postergado, pues jamás tuvo la consideración de nosotros, ni del personal, siendo su trabajo nulo pues no tenía competencia.
Este Caballero citado, y hará aproximadamente un año, en una conversación sostenida sobre cuestiones sociales con don Sofronio Borda, industrial carpintero de esta plaza, le manifestó que el día ya próximo de la revolución social, había de cortar la cabeza de los primeros a Huarte, por romántico, mucho más funesto para la causa de ellos que los patronos déspotas, y ante la sorpresa del Señor Borda de tal afirmación, le preguntó qué harían con él, con Borda, contestándole:
—Y a usted también, por ser patrono, pues no ha de quedar uno, y en nuestro concepto es patrono todo aquel que tiene un solo hombre a su servicio.
Se preguntará, ¿Y cómo teniendo en casa un monstruo semejante no se le despedía? La contestación es sencilla; equivalía, dada la forma en que se vivía, a la pérdida de la vida estérilmente por lo menos del socio Don Félix Huarte, quien hubiera sido asesinado por los pistoleros”.
Además, este gran complejo administrativo era también importante y mucho para Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero, ministros respectivamente de Obras Públicas y de Trabajo, pues los edificios además de formar parte de un plan mucho más amplio, como era la nueva ordenación urbana de Madrid, guardaban estrecha relación con la política laboral que se había trazado el ejecutivo para combatir el paro, mediante el impulso de las obras públicas. Todo este gran conjunto de los Nuevos Ministerios se adjudicó en concursos de contratas del Estado a varias empresas, fundamentalmente a Huarte y Agromán.
Tuvimos que tomar a nuestro servicio a un hijo de Largo Caballero, que no le podía sujetar su padre (palabras textuales) por ser un granuja y cuya imposición fue rechazada por nosotros varias veces y por espacio de unos tres meses, hubimos por fin de acceder a tal pretensión, por haber pesado sobre Félix Huarte una amenaza de muerte, tomándolo a nuestro servicio en calidad de dibujante para la oficina, con 300 pesetas mensuales de sueldo
Al estallar la Guerra Civil, la empresa de Huarte tenía intereses comerciales en las dos zonas. Los republicanos incautaron todos los bienes de Madrid al presentarse una denuncia contra Félix Huarte de que en su factoría de Industrias Metálicas de Pamplona había blindado unos camiones del ejército de Franco. Por su parte, en Pamplona la empresa Huarte fue acusada de colaboracionista con el bando contrario, por lo que se le tildaba de izquierdista y, en consecuencia, se le incautaron todos los recursos financieros.
Tras el obligado paréntesis de la Guerra Civil, Félix Huarte prosiguió su carrera ascendente como constructor, estando presente en muchas de las grandes obras que se llevaron a cabo por toda la geografía de España y más allá de nuestras fronteras. Sin duda, uno de sus trabajos más importantes fue la construcción de la cruz del Valle de los Caídos.
Desde su fundación, el Valle de los Caídos fue concebido como lugar de paz y reconciliación. El párrafo primero del decreto-ley fundacional de 23 de agosto de 1957 dice lo siguiente:
“El sagrado deber de honrar a nuestros héroes y nuestros mártires ha de ir siempre acompañado del sentimiento de perdón que impone el mensaje evangélico. Además, los lustros que han seguido a la Victoria han visto el desarrollo de una política guiada por el más elevado sentido de unidad y hermandad entre españoles. Este ha de ser en consecuencia, el Monumento a todos los caídos, sobre cuyo sacrificio triunfen los brazos pacificadores de la Cruz”.
En honor de la verdad tengo que reconocer que hace años hasta yo mismo me creí y me tragué parte de la leyenda negra del Valle de los Caídos, concretamente hasta el 1 de julio de 1988. Trabajaba por entonces en la recogida de documentación para escribir la biografía del empresario Félix Huarte, y ese día me recibió en su domicilio de Pamplona Valentín Erburu Echagüe.
Mi anfitrión, además de cuñado de Félix Huarte, fue uno de los hombres de confianza del empresario navarro. Concretamente desempeñó el cargo de apoderado en la empresa constructora desde 1944 hasta 1963. Al ganar la empresa Huarte el concurso para construir la cruz del Valle de los Caídos, Valentín Erburu siguió las obras de cerca, desde que se comenzó a estudiar el proyecto hasta su conclusión. Recibió a Franco en todas las ocasiones en las que fue a inspeccionar la marcha de las obras. Mantuvo una estrecha relación con el ingeniero de Caminos que estudió el proyecto, Carlos Fernández Casado, que era un hombre de la Casa Huarte. Trató a Diego Méndez, al escultor Juan de Ávalos y hasta hizo amistad con Joaquín Ruiz Jiménez.
Valentín Erburu se tuvo que relacionar con el político, porque por entonces Ruiz Jiménez era ministro de Educación Nacional. Y fue la empresa Huarte la que levantó una escuela para los hijos de los presos que vivían con sus familias en poblados construidos en el Valle de la Caídos; la empresa Huarte edificó la escuela como regalo para aquellos niños, porque por ella no cobró ni una peseta.
Fue entonces cuando a mí se me desmontó la idea que me había tragado de los “trabajos forzados del Valle de los Caídos”, porque Valentín Erburu me contó que, aunque en la Cruz no trabajó ningún penado, bien conocía que los presos empleados en otras construcciones habían ido al Valle de los Caídos porque lo habían pedido libremente para redimir años de cárcel, que cobraban por ese trabajo un salario y que a sus familias se les permitía estar alojadas en el Valle de los Caídos en los poblados, por lo que los presos tras la jornada laboral iban a su casa con sus familias.
Estaba entonces de moda la Historia oral, así es que yo grabé en cinta de casete de la época nuestra conversación. Entre la mucha información que me transmitió y que conservo, me comentó que como entonces era ministro de Educación Joaquín Ruiz Jiménez, fue a él al que la empresa Huarte le entregó la escuela, de modo que aquel político, que años después se volvió tan progre, fue el que les puso una escuela a los hijos de los presos que trabajaban en la construcción del Valle de los Caídos.
A mí se me desmontó la idea que me había tragado de los “trabajos forzados del Valle de los Caídos”, porque Valentín Erburu me contó que aunque en la Cruz no trabajó ningún penado, bien conocía que los presos empleados en otras construcciones habían ido al Valle de los Caídos porque lo habían pedido libremente para redimir años de cárcel
Pasados los años, cuando ya era progre Joaquín Ruiz Jiménez, Valentín Erburu le invitó a comer en uno de los mejores restaurantes de Madrid, del que prefiero no dar el nombre. Y esto fue lo que me dijo textualmente el cuñado de Félix Huarte:
“Coincidí en el Valle de los Caídos con el entonces ministro de Educación Nacional, que era Joaquín Ruiz Jiménez. Después por otra circunstancia hice yo mucha amistad con él y llegué a decirle en una comida: ‘Joaquín tú que has sido ministro de Franco, estás diciendo unas cosas ahora… ¿Tú te crees que comiendo en restaurantes como este te va a seguir el de la alpargata y el de la tartera?’. Y me contestó: ‘Hombre es que tú no admites que las personas cambien de idea’. Le dije: ‘Sí, sí, los políticos podéis cambiar de ideas, pero cuando se cambia tan radicalmente como tú has hecho…, quédate en casa y a lo mejor aciertas”.
Y años después el documentado libro de Alberto Bárcena, Los presos del Valle de los Caídos, escrito después de consultar la voluminosa documentación que se conserva en los archivos de Patrimonio Nacional, me desmontó por completo la leyenda negra del Valle de los Caídos, porque cuenta la verdad sobre la redención de penas de los presos, que nada tiene que ver con trabajos forzados. En este libro se cuentan los tipos de trabajos y los salarios que percibían, los poblados de las familias, los servicios sanitarios atendidos por dos presos, un médico y un practicante, presos también que con ese trabajo redimían su condena, el economato, la escuela, la iglesia, las bodas, la celebración de las Primeras Comuniones y un sinfín de situaciones que vuelven a probar que la realidad es mucho más interesante que la ficción.
En los años cincuenta, Felix Huarte impulsó la creación de un grupo importantísimo, entre cuyas empresas hay que destacar a Papelera Navarra, Perfil en Frío, Construcciones Metálicas Ligeras, Tornillería Fina, INASA etc. Asimismo, Félix Huarte participaba en varios consejos de sociedades de ámbito nacional, cuya enumeración compondría una larga lista. Fue también en la década de los cincuenta cuando hizo realidad uno de sus grandes sueños, al transformar aquellos pedregales del término municipal de Puente la Reina en una finca modelo como es el Señorío de Sarriá.
En plena madurez fue elegido concejal del Ayuntamiento de Pamplona, requisito que exigía la legislación de entonces para poder presentarse a las elecciones de la Diputación Foral de Navarra. En 1964, en efecto, salió elegido por la Merindad de Pamplona, y ocupó el puesto de vicepresidente por ser el diputado de más edad. Félix Huarte fue un empresario metido en la política, a la que nunca se acostumbró. Fue entonces cuando quiso realizar, ahora desde la Administración, todo aquello que había hecho en la vida privada en favor de quien había constituido uno de sus mayores pasiones: Navarra. Sin su navarrismo no se explican muchas de las actuaciones privadas y públicas de Félix Huarte. Largos serían los capítulos de esta nueva etapa política tales como el Plan de Industrialización, la creación del Tribunal Administrativo o la Concentración Escolar, proyectos en los que para llevarlos a cabo no pocas veces tuvo que superar las resistencias tradicionales de un letargo secular.
Cuando falleció el 12 de abril de 1971 Félix Huarte, aquel pamplonés que tuvo que pedir dinero prestado para comenzar en 1927, dejaba en herencia un grupo industrial de 70 empresas que daban trabajo directo a 17.611 personas. La iniciativa de Félix Huarte había desplegado una gran variedad de actividades, pues esas 70 empresas se pueden agrupar en cinco grandes sectores: transformaciones metálicas, papel y embalaje, comercio exterior y servicios, alimentación, y por supuesto, construcción, infraestructuras e inmobiliario, el auténtico motor del grupo Huarte que daba trabajo a 12.350 personas.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá