La Iglesia celebra, hoy, jueves 5 de septiembre, la festividad de Santa Teresa De Calcuta. aquella monja kosovar, rugosa y menuda, a quien ni la BBC logró denigrar. 

Ya sabes, puedes calumniar a una mística, pongamos a una monja de clausura, acusándole de hipocresía y quietismo, pero a una monja que ha construido una especie de Seguridad Social global, acogiendo a los más miserables de la humanidad, de los que huyen las ONG, los últimos de la fila, que no habitan en África sino en La India... pues resulta un tanto más complicado Se intenta, naturalmente, pero es más difícil. 

Ya conocen lo de aquella periodista que quiso conocer a Teresa de Calcuta y se marchó a uno de sus centros en la India. Vio aquello y exclamó: "Esto no lo hago yo ni por un millón de dólares". A lo que la madre Teresa respondió: "Lo mismo me pasa a mí. Esto tampoco lo hago yo por un millón de dólares".

Pues bien, el exponente más nítido de ese catolicismo que gusta a la izquierda, o que al menos no puede decir que le disguste, es decir, la madre Teresa, sí que creía en la sobrenaturalidad de las apariciones marianas de Garabandal, aquella aldea cántabra donde la Virgen María se apareció a cuatro niñas entre 1961 y 1965... niñas contra las que los obispos de Santander con una sola excepción, que yo sepa, arremetieron con una crueldad cuando menos inquietante, censurando así los mensajes de la Madre de Dios. Y resulta peligroso censurar a la emperatriz del universo.

Pues bien, nada menos que Santa Teresa De Calcuta, una de las grandes amigas de nada menos que San Juan Pablo II, se convirtió, de hecho, en la asesora y defensor de Conchita González, la vidente más conocida, y más perseguida, de las cuatro.

A ver qué dice sobre Garabandal la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ahora que ha asumido las competencias sobre la sobrenaturalidad de las apariciones y otros fenómenos extraordinarios.

En el entretanto, si desea usted entregar su vida por los pobres... el aconsejo las misioneras de la Caridad.... algo que no haría ni por un millón de dólares... y la Madre Teresa, tampoco.