En el nivel 3 de las siete etapas de la embriaguez, aquel en el que se entonan cantos regionales (Recuerden: facilidad de palabra, exaltación de la amistad, cantos regionales, exhibición de superpoderes, tuteo a la autoridad, insultos al clero, 'delirium tremens'), el secretario general de Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres subió el tono y bajo el sesgo sensato que se corresponde con todo un secretario general de Naciones Unidas: "La humanidad ha abierto las puertas del infierno", exhaló, mientras los presentes se preguntaban si el líquido incoloro del vaso que el líder global tenía delante era agua o vodka. Todo ello sin dudar, ni por un instante, que, si hablamos del infierno, Guterres representa un argumento de autoridad.

Tiene razón el portugués: el infierno está en la tierra, su capital es Nueva York y su sede gubernamental se alberga en el edificio de Naciones Unidas.

Ahora bien, cuando nuestros dirigentes globales han llegado a este grado de demencia, es que algo falla en la base. Sobre todo, si del pueblo al que gobiernan y/o administran, no sale un grito estentóreo, en su versión fina o en la más ordinaria: o gritamos que el emperador va desnudo o Guterres se ha vuelto gilipuertas. 

El cambio climático no es una falsedad, es una obviedad y no tiene por qué ser malo. Lo que pretenden los líderes del apocalipsis climático son dos cosas: arruinarnos a todos y sojuzgarnos

Recordemos, el cambio climático no es una falsedad, es una obviedad. Siempre ha ocurrido y siempre ocurrirá, en una u otra dirección, sea buena o mala. No podemos combatir sus causas, sólo sus consecuencias, pero no hace falta ponerse histérico. 

Más importante: no debemos hacer lo que imponen Antonio Guterres o Pedro Sánchez: consumir menos. Lo que hay que hacer es producir más, para que el hombre viva mejor y para entregar un planeta a nuestros hijos que nuestros hijos puedan explotar como lo hemos explotado nosotros.

El cambio climático es indetenible y no tiene por qué ser negativo. Tiene cosas buenas y cosas malas. La humanidad debe adaptarse a él, aprovechando las buenas y combatiendo las malas en la medida de sus posibilidades. Por contra, las medidas de Naciones Unidas, el Nuevo Orden Mundial (NOM), lo políticamente correcto, pretenden someter a la humanidad y a la economía a la histeria global e imponer unos gastos imposibles para detener el cambio climático. 

En definitiva, los 'infiernistas' como Guterres o Sánchez pretenden dos cosas: arruinarnos a todos y sojuzgarnos. 

No hay calentamiento global irreparable, lo que hay es calentamiento mental, por ejemplo, el de Antonio Guterres, secretario general de la ONU.