Dos explosiones en dos paradas de autobús en los bordes de la ciudad santa de Jerusalén. Recuerden que la ciudad vieja más famosa del mundo tiene la extensión de una pequeña barriada madrileña, incluso el tamaño de una urbanización grande de cualquier capital europea. 

El modo de operar recuerda a las intifadas más graves vividas en la capital de Israel y ya han provocado una petición, más o menos oficial (recuérdese que Israel vive en interregno y que Benjamin Netanyahu ha vuelto al poder) de vuelta a los asesinatos selectivos. Recuerden que Israel, siempre en lucha por su supervivencia, enviaba comandos a asesinar, por ejemplo, a piezas clave del armamento nuclear iraní. Y lo hacían en Teherán, arriesgando a sus propios comandos en terreno enemigo. O a matar a un terrorista palestino refugiado en Iraq, o en Siria, o en Gaza.   

Es verdad que el asesinato selectivo evita víctimas civiles, en cualquier caso, inocentes y, es verdad que el terrorista se esconde bajo la protección del Estado proclive a su causa.