El grabado de Tina Walls refleja, en un sólo golpe de vista, la biografía de ese hombre genial, santo y sabio, que nos regaló el siglo XX (nació en 1920) y que llevó a la Iglesia, la clave del mundo, hasta el siglo XXI (murió en 2005).  

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Se han publicado cosas estupendas sobre San Juan Pablo II ayer martes, 22 de octubre, día en que el calendario litúrgico honra al papa polaco. El personaje resultaba tan querido por tantos millones de personas que en medio de ese cariño global -siempre acompañado del odio global de muchos que sabían lo que él representaba- se olvida que, además, fue un Papa eficacísimo. Así que si me lo permiten, voy a referir sólo tres de sus logros.

Autor-coordinador del Catecismo de 1992. Con él, puso orden en una iglesia que iba doctrinalmente a la deriva, con un movimiento que si hiciera en 1968 y que podríamos calificar como progresista o relativista y que ha terminado en la blasfemia del Espíritu Santo del siglo XXI. No voy a decir que lo evitara todo pero al menos se detuvo el caballo desbocado. El catecismo y con su producción de encíclicas, que marcó un hito de altura intelectual y repetible -y yo destacaría El esplendor de la verdad, Veritatis Splendor sobre todas las demás- Karol Wojtyla puso orden en el gallinero. 

Al mismo tiempo, su general teología del cuerpo, sobre las relaciones sexuales, la procreación, la familia, la educación de los hijos... que no tiene parangón en toda la teología, la filosofía ni en la antropología modernas. En este capítulo recuerden su teoría de la sumisión recíproca, de la mujer al varón y del varón a la mujer.

Y qué decir de sus escritos sobre justicia social, que la cuestión social fue una de sus preocupaciones básicas a largo de toda su producción intelectual y moral.

Karol Wojtyla emitió el Catecismo, creó la genial teología del cuerpo, la también genial doctrina sobre justicia social y dio un paso de gigante en el derecho internacional (injerencia humanitaria)

Por último, quisiera destacar un punto que ha pasado más desapercibido que los dos anteriores: el derecho a la injerencia, un paso clave en la evolución de derecho internacional que iniciara un español, el dominico burgalés Francisco de Vitoria, un derecho internacional tan malinterpretado en el siglo XX, caracterizado por la violencia. Aunque tranquilos, lo más probable es que lo superemos en el XXI. 

Wojtyla resucitó la guerra justa, un concepto olvidado en mitad del imperio del progresismo más estúpido y buenista, tan propio del último cuatro de siglo pasado.

Solo un ejemplo: San Juan Pablo II se opuso a la invasión de Irak por Estados Unidos con toda su fuerza. Incluso contra líderes qué se suponían católicos como un tal José María Aznar. Al mismo tiempo, exigió que la comunidad internacional interviniera en los Balcanes, sabedor de que la única forma de hacerlo era la intervención militar: había que detener aquella matanza... por la fuerza. Porque existe la guerra justa y la guerra injusta, aunque los pacifistas se nieguen a aceptar este premisa ineludible.

Karol: se te echa de menos. En este mundo... digo.

Karol: se te echa de menos. En este mundo... digo

Ahora bien, Juan Pablo II hizo muchas cosas en 27 años de papado pero todas se resumen en una: 'Totus tuus' (todo tuyo), el lema que adoptó y que no hacía otra cosa que revela su confianza en La Virgen y su convicción de que, en esta etapa fin de ciclo, sólo nos queda acogernos a la Madre de Dios, la gloria del género humano. El protagonismo de Santa María en la historia actual es absoluto. Dios le deja hacer a Ella, empeñada en salvar lo salvable... antes de que llegue la criba.