Entre los mártires de Barbastro hay que mencionar a la comunidad de los Claretianos, compuesta por 60 religiosos: nueve sacerdotes, doce hermanos y 39 estudiantes, comprendidos entre los 14 y los 18 años
Barbastro y 1 de agosto, pero de 1936… Tal día como hoy de hace 85 años, cuando el primer día de agosto todavía le estaba dando el relevo al siguiente y no había amanecido, comenzó a ser literalmente diezmada la localidad de Barbastro.
En 1936, Barbastro tenía la mitad de la población que tiene ahora. Y de sus 8.000 habitantes fueron asesinados por los elementos del Frente Popular 800 personas, acusados según sentencia del líder del PP, Pablo Casado, de haber cometido el gravísimo delito “de querer la ley sin democracia”. Esto es lo que da de sí el título universitario del principal líder de la oposición conseguido con tantas convalidaciones.
El 88% del clero de toda la diócesis de Barbastro fue martirizado. Pablo Casado los calificaría como los que querían ley sin democracia
No hay un estudio histórico de las 800 víctimas de Barbastro, probablemente porque no sean víctimas, según la Memoria Democrática… Pero al menos que alguien me demuestre que Barbastro en 1936 era el paraíso de las mayores fortunas españolas, hay que pensar que las 800 personas asesinadas por los rojos representaban la sociedad de su tiempo, unas clases sociales agrarias y pobres.
Es más, sabemos que en Barbastro murió mártir hasta un gitano, Ceferino Giménez Malla, alias El Pelé. Y le asesinaron no por “querer la ley sin democracia”, sino por llevar un rosario y negarse a apostatar. Y desde luego que habrá que admitir que la etnia gitana no tiene la consideración de clase privilegiada, más bien todo lo contario. A ver si va a resultar que al Pelé no le mataron ni por rico, ni por facha, sino por dar la cara y defender públicamente su fe, práctica tan poco habitual de los católicos españoles metidos en política en la actualidad, que en lugar de dar ejemplo acostumbran a dar escándalo.
Lo que desde luego sí que sabemos es que hubo una especial persecución contra el clero, entre las 800 personas asesinadas en Barbastro por el Frente Popular… ¿Será como dice Pablo Casado que las izquierdas actuaron de este modo porque estos “querían la democracia sin ley”…?
Solo querían democracia sin ley: al obispo le cortaron los genitales para que se desangrase y le remataron en el cementerio el 8 de agosto de 1936
En efecto, el 88% del clero de la diócesis de Barbastro fue martirizado y el 12% restante sobrevivió, porque sus perseguidores no dieron con ellos. Y a la cabeza de todos entregó su vida de un modo ejemplar su obispo, Florentino Asensio Barroso, al que torturaron con saña salvaje y diabólica. Le cortaran los genitales para que se desangrase y le remataron en el cementerio el 8 de agosto de 1936.
Entre los mártires de Barbastro hay que mencionar a la comunidad de los claretianos, compuesta por 60 religiosos: nueve sacerdotes, doce hermanos y 39 estudiantes, comprendidos entre los 14 y los 18 años.
Barbastro era un núcleo cristiano importante, entre otras influencias debido a la importante labor educativa llevada a cabo por los escolapios. Era tanto el prestigio de esta orden que cuando se aprobó la ley de desamortización de 1855, que desposeyó de sus bienes a las órdenes religiosas, el promotor de la ley y ministro de Hacienda, el anticlerical Pascual Madoz (1805-1870), que había sido alumno de los escolapios de Barbastro, excluyó de la desamortización los bienes de los escolapios y lo justificó en los debates parlamentarios, elogiando su trabajo en favor de la infancia y la juventud.
Pero durante la Segunda República se avivó el sectarismo antirreligioso en Barbastro, como demuestra que, a pesar de sus pequeñas dimensiones demográficas y económicas, la Masonería estableciera una de sus logias en esta localidad.
Al estallar la Guerra Civil, el 18 de julio de 1936, los grupos de izquierda asaltaron el Ayuntamiento e impusieron su control en la ciudad. Eran tan claras las consignas que lanzaron desde el primer momento, que no cabía ninguna duda de sus intenciones antirreligiosas.
Durante la Segunda República se avivó el sectarismo antirreligioso en Barbastro, como demuestra que, a pesar de su pequeña dimensión demográfica y económica, la Masonería estableciera una de sus logias en la localidad
Ante esta situación, al día siguiente de estallar la Guerra Civil, la comunidad de los claretianos celebró una ceremonia litúrgica en su iglesia, dedicada al Corazón de María. El primer templo de Europa que se había erigido bajo esta advocación en 1888. Y en dicha ceremonia, los claretianos aceptando el martirio con el que se les amenazaba, entonaron una canción, una de cuyas estrofas decía lo siguiente:
¡Oh Jesús!
Yo sin medida te quisiera siempre amar.
¡Cuán feliz!
Yo sería si la vida por tu amor pudiera dar.
El día 20 de julio los milicianos asaltaron el convento de los claretianos y se llevaron presos a todos los miembros de la comunidad al colegio de los escolapios, que habían establecido como cárcel, cuyas dependencias compartieron con otros muchos presos. Su prisión y martirio ha sido llevada al cine con el título Un Dios prohibido, una película con tan buen trasfondo histórico que yo la he utilizado en mis clases de Historia Contemporánea de España de la Universidad de Alcalá.
Cinco días después de ser detenidos, el claretiano Luis Masferrer Vila manifestó cómo era el ánimo de la comunidad en un escrito, que sorteando la censura de los carceleros ha llegado hasta nosotros. En él, se puede leer lo siguiente:
“¿Qué será de nosotros? La Santísima Virgen nos protegerá como hijos suyos que somos y no permitirá que seamos vencidos en la pelea. Nos podrán dispersar, nos podrán hacer volver a la vida seglar, nos podrán maltratar y perseguir, para quitarnos el santo temor de Dios, salvaguarda de nuestras almas, y el amor a nuestra Madre que es la que guarda en nuestro corazón el temor de Dios; pero su fin no lo conseguirán; nos podrán matar, fusilar, descuartizar si quieren, pero su innoble fin no lo han de alcanzar.
Nuestra muerte será el noble trofeo de nuestra victoria, y nuestra sangre ardorosa vertida a nuestro lado pregonará a todos los vientos la derrota completa de nuestros enemigos”.
Aquí han fusilado al Obispo, a todo el Cabildo Catedralicio, a muchos sacerdotes de la ciudad y de los pueblos circunvecinos, y a muchos paisanos. Al escribir estas líneas, 13 de agosto, han sucumbido ya unos 30 compañeros nuestros y mañana, día de mi cumpleaños, espero ir derecho al Cielo”
Luis Masferrer Vila era sacerdote y de hecho fue el que dio la absolución a los veinte religiosos que fueron martirizados el día 13 de agosto. Y podría pensarse por el escrito anterior, que el texto era el propio de un sacerdote mayor. Pero es que la actitud de los jovencísimos estudiantes ante el martirio era la misma, como demuestra el fragmento de esta carta que uno de ellos pudo enviar a su familia:
“Mi vida la ofrezco, como es natural, por Vds. y por toda la familia, a fin de que llegue el día venturoso en que podamos vernos todos reunidos en el Cielo. También la ofrezco por la salvación de mi patria, la desventurada España, y por la salvación de las almas de todo el mundo. En el Cielo espero encontrar a Alfonso y en el Cielo rogaré por ustedes, para que se salven. Qué felicidad la nuestra, mis queridos padres, si después de un número más o menos largo de años nos encontramos juntos en el Cielo. Yo, en unos instantes, ruego al Señor les dé a Vds. fortaleza para sobrellevar tan rudo golpe.
Aquí han fusilado al Obispo, a todo el Cabildo Catedralicio, a muchos sacerdotes de la ciudad y de los pueblos circunvecinos, y a muchos paisanos. Al escribir estas líneas, 13 de agosto, han sucumbido ya unos 30 compañeros nuestros y mañana, día de mi cumpleaños, espero ir derecho al Cielo”.
José Figuero, que, así se llamaba el autor del texto anterior, se equivocó por un día. Junto con los últimos claretianos fue martirizado el 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Virgen. Pero acertó en lo importante, en lo más importante, en lo único importante… Se fue al Cielo, y por eso San Juan Pablo II los beatificó a él y a todos sus compañeros en la Plaza de San Pedro, el 25 de octubre de 1992.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.