Las dos versiones de Napoleón cruzando los Alpes: la falsa que pintó Jacques Louis David y la verdadera que pintó Paul Delaroche
Contra lo que pudiera parecer por el título este no es un artículo para una revista de Ornitología, sino para el periódico digital Hispanidad, donde cada domingo voy tratando la actualidad con mi visión de historiador.
Este año estamos conmemorando el segundo centenario de la muerte de Napoleón (5-V-1821), personaje que es el precedente de unas cuantas situaciones de nuestro mundo actual. Así es que conviene, y mucho, conocer bien todos nuestros orígenes y a dónde nos conducen. Porque anda suelto por ahí más de uno que se cree Napoleón, aunque no se meta la mano derecha en la pechera. Y me parece a mí que lo grave no es que alguno de nuestros políticos se crea Napoleón, lo verdaderamente grave es que la sociedad acepte que lo es.
Anda suelto por ahí más de uno que se cree Napoleón, aunque no se meta la mano derecha en la pechera. Y me parece a mí que lo grave no es que alguno de nuestros políticos se crea Napoleón, lo verdaderamente grave es que la sociedad acepte que lo es
Pues como le decía, el artículo de hoy no trata de Ornitología, sino de Historia Contemporánea, disciplina que, como he dicho tantas veces, ofrece una importantísima enseñanza como esta: “las cosas son lo que son”. Y es que no pocas veces los protagonistas o algunos historiadores, al falsear la realidad, no nos dejan ver lo que tienen de águilas, urracas o gallinas.
Así pues, al ir leyendo los párrafos de este artículo es muy recomendable ver con atención los cuadros y las esculturas que a continuación iré citando, aunque también ustedes están en su derecho de no hacer ni pito caso a esta sugerencia, porque, como tantas veces también he dicho, la Historia es la historia de la libertad, por cuanto el objeto de la Historia es el estudio de los actos humanos, y no hay acto humano sin libertad… Y se puede hacer uso de la libertad hasta para no estudiar historia y mantenerse en el desconocimiento, pero cada uno verá lo hace.
El problema de la derecha española no es que no sepa manejar los medios de comunicación, como tantas veces se ha dicho. Su problema es que no utiliza la historia, que es la mejor arma que tiene, en el combate político, y no lo utiliza porque se niega a aceptar su pasado.
Muy al contrario, la izquierda no solo utiliza la historia, sino que ha puesto en marcha esa batidura de la manipulación del pasado que se llama memoria democrática, para ocultar los robos y los crímenes cometidos en el pasado por socialistas y comunistas. De manera que presentan los hechos de su pasado como una fiesta de cumpleaños, en la que todo era alegría y felicidad, hasta que vino el lobo y se comió a los cabritillos, y el que no se lo crea es un fascista y se va enterar.
El problema de la derecha española es que no utiliza la historia porque se niega a aceptar su pasado, mientras la izquierda manipula el pasado bajo la memoria democrática para ocultar los robos y los crímenes cometidos en el pasado por socialistas y comunistas
Pero volvamos a las aves que ocupan el interés del artículo de este domingo. Insisto, yo les recomiendo que cuando lean, vean a la vez las obras de arte a las que me refiero en estas líneas, con el fin de averiguar quién es el de garras, quién el que mata y roba en su propio beneficio como las urracas y quiénes son las gallinas, aves a las que su progresismo moral les capacita para practicar la múltiple fidelidad en las relaciones con sus congéneres los gallos. Y vaya por delante lo que decía aquel aviso de las películas de antaño: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Empecemos por lo de las águilas. Napoleón, un grandísimo hijo de la Revolución, incorporó toda una simbología a sus modos de hacer imperiales, lo que queda patente en el arte de la época. Convencido como estaba de que él era la luz del sol, llegó a escribir: “La vida es una carga para mí, porque los hombres con los que vivo y viviré probablemente tienen costumbres tan distintas de las mías, como la luz de la luna difiera de la del sol”.
Pues bien, Napoleón, que miraba a toda la humanidad desde la altura solar de su hombro, eligió a un ave de altos vuelos, el águila, como símbolo de su imperio. Y en sus vuelos de gran altura, el águila es capaz de mirar de hito en hito al sol, que como ya hemos dicho, es el astro con el que se identificaba aquel corso de baja estatura, que llegó a ser emperador de los franceses y de la Europa conquistada por la guerra.
Napoleón eligió a un ave de altos vuelos, el águila, como símbolo de su imperio. Y en sus vuelos de gran altura, el águila es capaz de mirar de hito en hito al sol, el astro con el que se identificaba aquel corso de baja estatura
Una de las más famosas y provechosas victorias militares la obtuvo Napoleón en la batalla de Marengo, para lo que tuvo que atravesar los Alpes en la primavera de 1800. El momento fue inmortalizado por Jacques-Louis David.
Y el artista, a pesar de que sabía de sobra que Napoleón cruzó las montañas en una mula conducida por un pastor (como sí ilustro Paul Delaroche), pintó lo que pintó para hacerle al corso un currículum falso. En el lienzo, en lugar de una mula hay un caballo: crines al viento, relincho bravo, patas delanteras levantadas y el glorioso militar señalando con el dedo hacia Marengo o hacia la gloria, que cualquiera sabe… En la parte inferior del cuadro, junto al nombre de Bonaparte, bien destacado, aparecen con trazos más modestos los de otros héroes transalpinos como Carlomagno y Aníbal. En fin, todo muy hermoso para contemplación del crédulo contribuyente.
Tan contento se debió quedar Napoleón con el cuadro de Jacques-Louis David, otro grandísimo hijo de la Revolución, que el emperador exhumó para David el título de Primer Pintor, instituido por Luis XIV para Charles Le Brun.
Pero además de las dotes pictóricas de David, que nadie niega, debe recordarse que este genio de los pinceles no hacía mucho tiempo que se había comportado como un sanguinario jacobiano, durante la etapa del Terror. David fue miembro del Comité de Seguridad Nacional, conocido como el “Ministerio del Terror”, el organismo que enviaba a quien consideraba sospechoso al Tribunal Revolucionario, que era la antesala de la guillotina, por lo que a David se le puede responsabilizar de haber acabado con la vida de miles de franceses.
La vispera de su caída del poder, Robespierre concluyó su discurso diciendo: “Hermanos y amigos, lo que acabáis de oír es mi testamento. Si me abandonáis, veréis con que calma beberé la cicuta”. David saltó como un muelle, abrazó al jefe y con voz potente dijo: “Si bebes la cicuta, la beberé contigo”. Pero eludió aquel mal trago
La víspera de su caída del poder, Robespierre pronunció un discurso el 8 de Termidor del año II, es decir, el 26 de julio de 1794. Su intervención duró dos horas y concluyó con estas palabras: “Hermanos y amigos, lo que acabáis de oír es mi testamento. Si me abandonáis, veréis con que calma beberé la cicuta”. Y en ese instante, David saltó como un muelle, abrazó al jefe y con voz potente dijo: “Si bebes la cicuta, la beberé contigo”.
Pero ya se ve que eludió aquel mal trago y por eso pudo seguir pintando y cobrando con otro jefe, con Napoleón, a quien también retrató en su estudio. El emperador aparece de pie, pero todo el decorado indicia que ha estado trabajando intensamente. Una vela encendida nos da la pista de que es de noche, y por si esto no fuera suficiente, el reloj marca las 4 horas y trece minutos; la espada en la silla y el Código sobre el escritorio: “Me has comprendido, mi querido David —le dijo complacido Napoleón—, por las noches me ocupo de la felicidad de mis súbditos y durante el día trabajo por su gloria”.
¡Y la coronación…! Perdón… , La sacre. ¡Pero qué fue aquello…! Realmente grandioso. Un agnóstico que comprende que su poder de origen revolucionario debía revestirse del ropaje espiritual, para ser contemplado por el pueblo sencillo, que este sí que era creyente.
Otro atentado más contra el principio de que las cosas son lo que son, pues David vuelve a reproducir una escena falsa. Napoleón mantuvo hacia la religión una consideración sociológica. El gran decorado del lienzo es el preludio de la irrupción del planteamiento emanado de la Revolución que —en palabras de Gonzalo Redondo— “a través de la consideración pasajera de la fe religiosa como puro asunto individual, presagia ya el ateísmo”.
Ambición y codicia, Napoleón y David. Águilas y urracas. Y para dar cumplida noticia de lo que se anuncia en el título de este artículo solo me queda hablar de las gallinas, de Carolina y de Paulina, hermanas de Napoleón. Pero como hoy ya me he extendido más de lo previsto, lo del comportamiento de este par de gallinas lo dejó para el domingo que viene. Continuará.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.