Hace días me mandaron un enlace de un artículo del periódico El País con este título: Anatomía del horror: las razones ocultas de las matanzas de clérigos de 1936. Y aclaraba el subtítulo: “Una investigación contradice la tesis de la explosión de odio como causa principal y detecta un ‘carácter estratégico’ en los asesinatos de religiosos de la Guerra Civil”.

Ante el anuncio de las “razones ocultas de las matanzas de clérigos de 1936”, me leí el artículo para saber en qué consistía ese “carácter estratégico” que provocó la mayor persecución de toda la historia la Iglesia católica. Y no había acabado su lectura, cuando ya me enteré de las pretendidas “razones ocultas”, las mismas que daban algunos cuando ETA asesinaba a un español desconocido por su falta de relevancia económica o política: “algo habrá hecho”.

Pues bien, el artículo de El País resumía una publicación de la revista Comparative Political Studies, titulada Mobilization Capacity and Violence Against Local Leaders: Anticlerical Violence During the Spanish Civil War (Capacidad  de movilización y violencia contra líderes locales: Violencia anticlerical durante la Guerra Civil Española). 

Sus autores son Paloma Aguilar, profesora de la UNED; Fernando de la Cuesta, profesor asistente de la Complutense; Francisco Villamil, profesor asociado de la Carlos III; e Ignacio Sánchez Cuenca, catedrático de la misma Universidad que el anterior. A final de su escrito declaran “haber recibido el siguiente apoyo financiero para la investigación, autoría y/o publicación de este artículo: Agradecemos el apoyo financiero del Ministerio de la Presidencia de España (proyectos 191MD2021 y 102MD2022)”

Yo comprendo que alguno de mis lectores no haya sido capaz de descifrar que “MD” significa Memoria Democrática, porque Universidad y ley de Memoria Democrática son incompatibles. Quienes repudiamos esta ley lo hacemos por su carácter totalitario y por ser un gravísimo atentado contra la libertad de cátedra. En consecuencia, será todo lo legal que quieran que estos cuatro autores hayan sido beneficiados con una subvención del Ministerio de la Presidencia con cargo a la Memoria Democrática, pero eso es de un servilismo al poder político impropio de un universitario. La prueba de que lo que digo es cierto, es que Pedro Sánchez no ha conseguido que ningún catedrático de prestigio la haya apoyado. De hecho, en las dos comisiones, que repartieron 895.000 euros en 2021 y otros 839.000 euros en 2022 para los distintos proyectos solicitantes, no había ningún historiador, ni de poco ni de mucho prestigio, todos eran cargos del Ministerio de Presidencia, a los que no se les cae la cara de vergüenza de que los agraciados sean todos de una misma cuerda, trenzada no con hilos universitarios, sino con hilos políticos. 

Pedro Sánchez no ha conseguido que ningún catedrático de prestigio la haya apoyado. De hecho, en las dos comisiones, que repartieron 895.000 euros en 2021 y otros 839.000 euros en 2022 para los distintos proyectos solicitantes, no había ningún historiador, ni de poco ni de mucho prestigio, todos eran cargos del Ministerio de Presidencia

El artículo de la revista inglesa tiene 33 páginas a las que se unen 13 apéndices. Afirman sus cuatro autores que han recogido datos de 4.000 municipios, lo que equivale a casi la mitad de los municipios existentes actualmente en España, pero en el artículo no se proporcionan los datos ni los nombres de esos 4.000 municipios. Habrá que creerlos. Ellos se limitan a exponer las consecuencias derivadas de esos ocultos datos y ¡Oh casualidad!, las conclusiones expuestas en dicho artículo coinciden con los argumentos se han utilizado de siempre para justificar el sectarismo antirreligioso de la Segunda República. En consecuencia, Horacio dixit: Parturient montes, nascetur ridiculus mus (Las montañas van a parir y nacerá un ridículo ratón), porque la gran novedad histórica que anuncia El País, resulta que no tiene nada de original.

Decía el gran historiador francés Jean de Viguerie (1935-2019) que la Historia religiosa es religiosa o no es Historia. Y con eso no quería indicar que para hacer Historia religiosa hubiera que ser creyente o pertenecer a la religión que se investiga, sino que había que tratar e interpretar los documentos con el sentido religioso que tienen. Y Jean de Viguerie ponía el siguiente ejemplo: si un historiador analizara una serie de sermones y, al no encontrar en ellos ninguna reivindicación salarial, concluye que el predicador está alienando al pueblo para beneficiar a los patronos, cometería un error de partida que invalida todo su trabajo, por cuanto los que acuden a escuchar un sermón a lo que van a la iglesia es a escuchar la explicación del El Evangelio y no a pedir que les suban el salario.

Pues los autores de este estudio cometen este error. Comienzan por reducir las víctimas de la persecución religiosa a los clérigos, cuando de todos es de sobra sabido que fueron muchos más los laicos que fueron martirizados por el simple hecho de que sus verdugos -los socialistas, los comunistas y los anarquistas, alentados por los masones- les imputaron el gravísimo delito de “oler a cera”. 

Y al error de excluir del número de los mártires a las personas de la Iglesia católica que no son clérigos, se añade otro más abultado. En este artículo, los sacerdotes son designados como “líderes locales”. Y no se les designa líderes religiosos porque estos cuatro autores parten del prejuicio sectario de considerar a los clérigos líderes locales al servicio de los poderosos, y concretan incluso que esa unión de los clérigos con los poderos se estrechó en el siglo XIX, para concluir gratuitamente, que dicha coalición fue la causa que impidió la modernización de España. Conclusión tan gratuita como infundada, que deja sin explicación que, en el siglo XIX, los poderosos de turno le quitaran a la Iglesia en España buena parte de sus bienes, mediante las leyes de desamortización. Porque habrá que admitir que personajes como Mendizábal (1790-1853) o Pascual Madoz (1805-1870), impulsores de las principales leyes de desamortización, tenían algún poder, el primero como presidente del Gobierno y el segundo como ministro de Hacienda. 

Los autores de este estudio cometen este error. Comienzan por reducir las víctimas de la persecución religiosa a los clérigos, cuando de todos es de sobra sabido que fueron muchos más los laicos que fueron martirizados por el simple hecho de que sus verdugos -los socialistas, los comunistas y los anarquistas, alentados por los masones- les imputaron el gravísimo delito de “oler a cera”

Reducidos, injustificadamente, los sacerdotes y los religiosos a la condición de lacayos de los poderosos y freno de la modernización de España, afirman que los clérigos se convirtieron en la diana de las clases menesterosas y en una amenaza para el Frente Popular y el progreso de España. Así las cosas, concluyen estos cuatro autores, “las matanzas de los clérigos” -por decirlo con sus palabras- no se produjeron por odio a la fe, sino que fue debido a “motivos estratégicos”. Esto es lo que se puede leer en dicho artículo: “Se ataca a los líderes locales antes de que puedan actuar, partiendo de la base de que pueden liderar la resistencia local”. Hablemos claro: les mataron porque se lo merecían…

Con estos planteamientos, resulta inexplicable el comportamiento de miles mártires durante la Guerra Civil. Como muestra un botón. ¿Qué peligro suponía Ceferino Giménez Malla (1861-1936) para la Segunda República y el Frente Popular? Este hombre era conocido en Barbastro (Huesca) como el tío Ceferino o el Pelé. Había nacido en Fraga (Huesca), era de etnia gitana y vivió como gitano, de acuerdo a ley gitana. Desde niño tuvo una vida muy dura -“Tu vida era un calvario (…) Mira si eres buen cristiano que te abandono tu ‘pare’ y criaste a tus hermanos”, le ha cantado María José Santiago-. El Pelé sacó adelante a su familia con las ventas de los cestos que él mismo hacía como artesano, más tarde se convirtió en tratante de ganado. Nunca aprendió a leer ni a escribir. Siendo muy joven se casó con “su Teresa”, al estilo gitano, situación que regularizó en 1912, al casarse por el rito católico y desde esa fecha era conocido en Barbastro por su piedad, pues todos los días iba a misa y era muy habitual verle con el rosario en la mano, pues lo rezaba a menudo; también era considerado como una persona muy caritativa, pues repartía muchas limosnas a payos y gitanos. En 1936, con 75 años, ya era viudo, y pocos días después de estallar la Guerra Civil, salió en defensa de un cura al que arrastraban por las calles de Barbastro para llevarlo a la cárcel. Fue detenido también él y en la cárcel se negó a entregar a los milicianos su rosario, motivo por el que le asesinaron. Y yo les pregunto a los autores del subvencionado artículo: ¿Qué peligro tenía para el Frente Popular el Pelé, un gitano viejo, viudo y analfabeto…? ¿Y qué Memoria Democrática están buscando ustedes en el Frente Popular, que tenía como enemigo a El Pelé y como aliado a Stalin?

La artista gitana María José Santiago canta al Pelé en el Vaticano: “Por no entregar el rosario que llevaba entre las manos, fue condenadito a muerte… Mira si eres buen cristiano. ¡Ole... Ole, Ole, Ole... Ole, Ole, Ole...!”.

 

 

Pero lo sorprendente es la tesis central del artículo, que a lo mejor hasta se atreven a presentarlo como mérito académico para ascender en la Universidad; claro, como está escrito en inglés... Según estos autores, subvencionados por el Ministerio de la Presidencia, el odio generalizado contra la Iglesia en toda España produjo que las matanzas de sacerdotes y religiosos fuera mayor donde la Iglesia estaba arraigada con mayor fuerza. Y digo yo, ¿por ejemplo en Navarra? Porque solo hace falta ver las grandes dimensiones que tenía el seminario de Pamplona para deducir lo arraigada que estaba la Iglesia en Navarra. Y en el Viejo Reino no hubo persecución religiosa. A ver si los motivos de la persecución religiosa fueron otros que los del arraigo mayor o menor de la Iglesia.

El argumento del “arraigo” es cierto, pero justamente al contrario: la persecución religiosa fue más cruenta donde mayor arraigo tenía… ¡El Frente Popular! Como muestra un botón.  En las elecciones de febrero de 1936 en Aragón, la derecha fue mayoría en Zaragoza y Teruel, pero en Huesca ganó el Frente Popular cuatro a uno. Fueron elegidos diputados Casimiro Lana Serrate e Ildefonso Beltrán de Izquierda Republicana, Joaquín Mallo de Unión Republicana, Julián Borderas del PSOE y José Moncasi Radigales de la CEDA. Pues en esta provincia se encuentra la diócesis de Barbastro, de la que murieron mártires el 81% de su clero.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá

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