Tras la lectura del artículo del domingo pasado sobre el robo del oro del Banco de España, uno de mis lectores me ha animado a contar lo sucedido con las monedas de oro de la colección del Museo Arqueológico Nacional, que robaron los socialistas. Y la petición de este lector tiene todo el sentido, porque el robo del oro del Banco de España y lo sucedido en el Museo Arqueológico Nacional guardan relación, porque en uno y otro caso encontramos a los mismos ladrones. Pero sobre todo, lo quiero contar porque la descripción de lo ocurrido retrata una de las páginas más negras del comportamiento político, como fue el asalto a una parte importantísima del Patrimonio Histórico de España en beneficio propio de las autoridades de la Segunda República. Por este y otros sucesos, el mismo Manuel Azaña (1880-1940) se refirió a sus aliados del PSOE como agentes de “una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”. Pero lo que sorprende de esta afirmación de Manuel Azaña, tan listo y tan hombre de Estado como dicen que fue, es que se olvidase del dicho popular: “dime con quien andas y te diré quien eres”.

Uno de los pocos estudios del robo de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional se debe a Martín Almagro Gorbea, que además de catedrático de Prehistoria y miembro de la Real Academia de la Historia, ha sido director del Museo Arqueológico. Por otra parte, de casta le viene al galgo, pues el director de su tesis doctoral fue su padre, Martín Almagro Basch (1911-1984), que también fue catedrático de Universidad y director del Museo Arqueológico, entre otros cargos.

Manuel Azaña (1880-1940) se refirió a sus aliados del PSOE como agentes de “una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”. Pero lo que sorprende de esta afirmación de Manuel Azaña, tan listo y tan hombre de Estado como dicen que fue, es que se la haya olvido lo del dicho popular del “dime con quien andas y te diré quien eres

Pues bien, este académico califica la desaparición de las monedas de oro de Museo Arqueológico Nacional, en la Revista de la Academia de la Historia, con estas palabras:

“En este auténtico robo no cabe aducir razones ideológicas, pues la notable pérdida económica y patrimonial que se sustraía a la nación, a la sociedad y a cada ciudadano fue destinada al beneficio de algunos políticos de la élite republicana, que con esos medios buscaron asegurarse la vida durante su exilio, idea que les había llevado a urdir el plan del expolio desde el principio.

Los sucesos y circunstancias analizados desmienten con rotundidad cuanto se ha dicho sobre la política de defensa del patrimonio histórico artístico por parte del Gobierno de la II República Española. Según evidencian los hechos, dicha defensa era solo propaganda, al margen de la actividad ejemplar de algunos ciudadanos, algo muy propio de regímenes totalitarios como el soviético, particularmente en tiempos de Stalin, cuyo influjo fue tan patente en los últimos años de la República Española”.

El Museo Arqueológico Nacional fue fundado por la reina Isabel II (1833-1868) en 1867, pero el origen del Gabinete Numismático de dicho museo se remonta al año 1711, cuando el rey Felipe V (1700-1746) crea la Biblioteca Real, en la que además de libros y otras curiosidades entrega una colección de monedas, a las que se incorporan las 9320 monedas de oro y plata de la colección del Duque de Medinaceli, de manera que en 1715 la primitiva colección suma ya la cifra de 20000 piezas. El año 1800 el Monetario contaba con más de 80000 monedas y cuando se inaugura el Museo Arqueológico en 1867 la colección supera las cien mil piezas. Por su parte el Catálogo-Guía de 1925 sostiene que el Museo custodia más de 160000 monedas y 15000 medallas, por lo que en las vísperas del estallido de la Guerra Civil, dicha colección era considerada como la más importante del mundo.

Los sucesos y circunstancias analizados desmienten con rotundidad cuanto se ha dicho sobre la política de defensa del patrimonio histórico artístico por parte del Gobierno de la II República Española

Ante los asaltos generalizados a iglesias y conventos que se producen desde el mismo 18 de julio de 1936, el Ministerio de Instrucción Pública crea el 23 de julio la Junta de Incautación de Obras de Arte, con el fin de proteger el Patrimonio-Artístico. Los objetos arqueológicos y las antigüedades comenzaron a almacenarse en el Museo Arqueológico Nacional. Y con el pretexto de la cercanía de las tropas nacionales a Madrid, los últimos días de septiembre, fueron ocupados por milicianos el Museo Arqueológico y la Biblioteca Nacional y detuvieron a todos los funcionarios de estas dos instituciones. Los edificios de estos dos organismos están adosados y ocupan una gran manzana cerrada por las calles Serrano, Villanueva, Paseo de Recoletos y Armada Española.

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Y conviene recordar la fecha del 4 de septiembre de 1936, porque ese día el socialista Largo Caballero (1869-1946) se hace con la presidencia del Consejo de Ministros, del que forman parte los también socialistas Indalecio Prieto (1883-1862) y Juan Negrín (1869-1946), que son las autoridades concretas a las que se refiere el académico antes citado, que en principio robaron las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional en beneficio propio, si bien es cierto que no se entendieron llegado el momento de repartir el botín.

De sobra sabían en el Gobierno la calidad humana y profesional de los funcionarios del Museo Arqueológico Nacional y que por lo tanto iban a convertirse en un obstáculo para poder robar las monedas de oro que custodiaba esa institución. De hecho, como veremos, si algunas de las monedas más importante se salvaron, como fue el caso de la gran dobla de Pedro I (1350-1369), se debió al comportamiento heroico de algunos de estos funcionarios, como Felipe Mateu Llopis (1901-1998) y Felipa Niño (1902-1992) quienes, jugándose la vida las ocultaron entre su ropa interior para esconderlas después por los muebles del museo o debajo de la base de la estatua de la emperatriz Livia Drusila del Patio Romano en el Museo Arqueológico.

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Estatua de la emperatriz Livia Drusila, fechada entre los años 14 a 19, esposa de Augusto, primer emperador romano. En la base de esta escultura los facultativos del Museo Arquelógico Nacioanal, jugándose la vida, escondieron algunas monedas y de este modo se salvaron de la rapiña de los socialistas.

La peor suerte de todos estos funcionarios la corrió el secretario del Museo Arqueológico Nacional, Ricardo Aguirre Martínez Valdivieso. Este hombre de 52 años estaba casado y vivía en el número 29 de la calle Alarcón de Madrid, donde fue detenido el 26 de septiembre. Además de ser miembro de las Conferencias de San Vicente de Paul y de la Adoración Nocturna, pertenecía al partido Acción Popular, lo que para los autoridades del Frente Popular equivalía a tener firmadas tres sentencias de pena de muerte. En efecto, tras su detención en su domicilio, Ricardo Aguirre fue llevado a la checa de Fomento y al día siguiente a la Dirección General de Seguridad, desde donde fue trasladado a la celda 419 de la cárcel Modelo. El 16 de noviembre le llevaron a Porlier y ocho días después fue asesinado en Paracuellos del Jarama.

4 de septiembre de 1936: ese día el socialista Largo Caballero (1869-1946) se hace con la presidencia del Consejo de Ministros, del que forman parte los también socialistas Indalecio Prieto (1883-1862) y Juan Negrín (1869-1946), que son las autoridades concretas a las que se refiere el académico antes citado (Martín Almagro Gorbea), que en principio robaron las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional en beneficio propio

El robo de las monedas de oro se produjo los días 4 y 5 de noviembre de 1936. El 2 de noviembre, un oficio del ministro de Hacienda, Juan Negrín, ordenaba que “todos los efectos de valor, oro o plata […] fueran puestos en disposición de transporte y traslado a este Ministerio de donde pasarán al lugar que se designe para su definitiva custodia”. Pues bien, en la redacción de este oficio la única referencia que se hace es que los objetos sean de oro de plata, sin mencionar el valor histórico que pudieran tener. Por la demás las vaguedades del texto dejaban las manos libres al ministro Negrín para hacer lo que quisiera, sin estar sometido a ningún control.

La mano ejecutora de esta operación fue la del Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública Wenceslao Roces (1897-1992). Este personaje era un catedrático de Universidad ocupado en traducir y difundir en España las obras de Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895). En 1931 participó en la creación del Partido Comunista. Encarcelado por haber participado en el golpe de Estado de 1934, cuando salió de la cárcel se trasladó a la URSS, de donde regresó cuando triunfó el Frente Popular en 1936. De su talante puede dar una idea lo que ocurrió cuando uno de los funcionarios del Museo Arqueológico se dirigió a él para pedirle si podía excluir de la requisa, por su valor histórico, una pequeña moneda que tan solo pesaba 1,36 gr. Wenceslao Roces, sacó su pistola, le puso el cañón en la frente y le dijo que lo podía hacer, pero que a continuación sería fusilado. Wenceslao Roces vivió lo suficiente como para volver a España, después de muerto Franco; participó en las elecciones al Senado en 1977 en la candidatura Senado Democrático, formada por socialistas, comunistas, democristianos y la Alianza Liberal de Jaoquín Satrústegi. Wenceslo Roces ganó el escaño por Asturias. Y aprovechando su estancia en España, el director del Museo Arqueológico Nacional, Martín Almagro Basch, solicitó su colaboración para que le dijera el paradero de las monedas de oro, pero Wenceslao Roces se negó a dar la más mínima información.

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Cuate

Cuaternión de Augusto, moneda acuñada al año 27 a.C., fecha en la que es proclamado emperador –el que ostenta el mando militar– y recibe el título de Augusto para conmemorar la conquista de Egipto, lograda a raíz de la batalla de Actium, y la posterior toma de Alejandría en el año 30 a.C. Este momento se representa en el reverso de la moneda con el hipopótamo como animal característico del Nilo y la leyenda, AEGYPTO CAPTA (Egipto conquistado)

Carmen Alfaro Asins (1952-2005), conservadora del Museo Arqueológico Nacional, autora de importantes trabajos de investigación, ha contado con detalle lo que sucedió, ya que trasmite lo que le contaron los protagonistas de los hechos, entre otros Felipe Mateu Llopis. La cita es larga, pero merece la pena transcribirla:

“Ante los graves acontecimientos que se estaban desencadenando en Madrid en el verano de 1936, los funcionarios facultativos del Museo procedieron a guardar una serie de objetos de la sala del Tesoro y las principales monedas de oro del Monetario en las arcas que había en las salas de la planta baja y en los rincones de los despachos: gracias a ellos se salvaron el cuaternión de Augusto, la gran dobla de Pedro I y el centén de Felipe IV (piezas únicas totalmente excepcionales), donde estuvieron ocultos hasta finalizada la Guerra Civil. Concretamente en septiembre de 1936 se guardaron algunas monedas de oro en un arca que había en la sala de Talavera. No se bajaron todas las monedas de oro del armario XII, como propuso el señor Mateu, por su elevado volumen, pero si se bajó todo el oro español, principalmente de los Reyes Católicos y medieval, junto a otras piezas notables de la colección que se colocaron en una caja pequeña de zinc que se escondió en un secreto del citado arca. Además, otra serie de monedas habían sido escondidas también por don Felipe Mateo y doña Felipa Niño en diferentes mesas y rincones de los despachos del Museo el mismo día 5 de noviembre y en la noche anterior.

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Centén

Centén de Felipe IV. Museo Arqueológico Nacional

En la tarde del 4 de noviembre de 1936 se personó en el Museo el subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública don Wenceslao Roces, acompañado de un representante de la Junta de Incautación de Obras de Arte, Sr. Rodríguez Moñino, y una serie de guardias armados, acompañados de un grupo de milicianos siguiendo instrucciones del Gobierno de la República.

Desde el Museo fueron llamados su director D. Francisco Álvarez-Ossorio, y el conservador de gabinete en numismático D. Felipe Mateu y Llopis, a quienes se transmitió la orden del Gobierno de la República de que les fueran entregados los tesoros y los objetos más importantes de oro y plata, especialmente las monedas, para ser custodiados por el Ministerio de Instrucción Pública.

La penosa labor de entrega de las monedas le fue encomendada a Felipe Mateu y Llopis, conservador del Gabinete, quien esa noche, lo más lentamente posible, aprovechando la falta de luz y utilizando todo tipo de maniobras para retrasar la llegada al armario XII, donde se guardaba el oro, y evitar la salida de algunos ejemplares, fue recorriendo los armarios con los milicianos y los representantes de la Junta de Incautación y retirando los cartones con las piezas.

Una vez en la sala XII del Monetario, a la luz de linternas pues no había luz eléctrica, D. Felipe Mateu inició la búsqueda, lo más lentamente posible, por la parte izquierda del salón que daba a la calle Villanueva, donde no había oro, salvo lo español moderno, temiendo llegar al testero frontal donde se hallaba la colección Vives de moneda árabe. Así se fueron recorriendo los armarios y retirando los cartones con monedas, primero las onzas y después al llegar al armario XII, situado en la parte derecha del salón, los áureos romanos y los sólidos bizantinos, a los que siguieron una serie de monedas griegas. Por la escasa luz y la iniciativa del Dr. Mateu, fue posible que algunas monedas de oro pasaran como de plata y que en las cajas donde había doble cartón no se escrutará más que el superior.

En el vestíbulo de entrada a la Biblioteca, donde había unos potentes focos eléctricos, se instaló una mesa y una balanza. Allí, ante el asombro e indignación del Sr. Mateu, los cartones con las monedas se iban volcando en los gorros de los milicianos que le acompañaban y que después, por series, iban a parar a taleguitos independientes y estos, a su vez, a dos cajas. A instancias del Sr. Rodríguez Moñino se prescindió de la relación detallada de las monedas y solo se hizo el recuento y peso global por series. Aunque Mateu lo solicitó reiteradamente, el subsecretario no quiso relacionar adecuadamente las piezas y solo se hizo un recuento con el peso global por series. Dado a lo avanzada de la noche se interrumpió la labor hasta el día siguiente.

Gran dobla

Gran dobla de Pedro I, moneda acuñada en oro en Sevilla en 1360

La labor de búsqueda de monedas de oro continuó al día siguiente en el que, arriesgando de nuevo su vida, Felipe Mateu y Llopis junto con Felipa Niño, también conservadora del Museo, pudieron esconder otras pocas piezas en los rincones de los despachos. A primera hora del día 5 se continuó con la búsqueda de monedas de oro y se sacaron una serie de monedas modernas extranjeras, así como medallas. Ya por la tarde se retiraron en sus bandejas algunas monedas árabes sin pesar y la totalidad de las monedas visigodas que se conservaban en sus propios cartones, sobre los que se colocó un ejemplar de su recién publicado Catálogo.

Según el acta de entrega, las monedas incautadas, sin mayores precisiones, fueron:

- 58 monedas griegas con peso de 0,429 kg.

- 830 romanas, con peso de 5,353 kg.

- 297 bizantinas, con peso de 0,992 kg.

- 343 árabes, con peso de 1,251 kg.

- 242 árabes que no se pesaron.

- 322 visigodas que no se pesaron.

-  94 españolas medievales y modernas, con peso de 1,028 kg.

- 111 francesas y portuguesas, con peso de 0,577 kg.

- 432 extranjeras, con peso de 2,581kg.

- 67 medallas, con peso de 3,636 kg.

- 2 medallas más con peso de 0,061 kg.

A la vista de esta somera relación, el número de monedas de oro que salieron del Museo fue de 2796 con un peso de 15,908 kg, sin contar las 242 monedas árabes y las 322 visigodas que no se pesaron. Esta cifra total y la realizada por series no pueden ser muy exactas, a la vista de las condiciones en que se realizó el cómputo de los ejemplares y de las abundantes monedas de plata que se tomaron por piezas de oro”.

Y llegados a este punto nos queda por contar lo que sucedió con el traslado de las monedas desde el Museo Arqueológico Nacional hasta el yate Vita, la lucha por el botín entre Negrín e Indalecio Prieto y la desaparición de las monedas en Méjico. Todo esto se lo cuento el próximo domingo, si Dios quiere. Continuará.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea la Universidad de Alcalá