Recuerden el vídeo del Foro de Davos, en el que el ínclito economista alemán Klaus Schwab, Fundador del Foro Económico Mundial dijo la frase que se ha hecho famosa: no tendrás nada y serás feliz
El mundo va a ser reseteado… ¿Quién lo reseteará? El reseteador que lo resetee..., ¡Gran masonazo será! Lo que siempre se ha dicho, que este trabalenguas popular está lleno de sabiduría y hasta sirve para explicar los arcanos de la terminología informática y la del mandil.
“Reset”, este es el invento de moda en la actualidad, pero no aplicado a la informática sino a la sociedad, porque ahora lo que algunos tiranos pretenden no es resetear el portátil sino el mundo en toda su extensión, sin que el más recóndito lugar del planeta se vea privado del altruista y benéfico efecto del reseteo.
Y aunque todavía la Real Academia de la Lengua no ha acogido en su docto seno la palabreja “resetear”, finalmente lo hará. Como “reset” en inglés significa reinicio, la Real Academia podrá dictar sentencia lingüística en estos términos: resetear, dícese por analogía del uso informático del término “reset”, volver al inicio de Historia, como si nada hubiera pasado desde que Adán y Eva se pusieron la hoja de parra. Verbo transitivo..., porque el complemento directo seremos los ciudadanos de a pie, a los que nos van resetear (con "j") vivos .
Volver al inicio de Historia, como si nada hubiera pasado desde que Adán y Eva se pusieron la hoja de parra. Verbo transitivo..., porque el complemento directo seremos los ciudadanos de a pie, a los que nos van resetear (con “j”) vivos
El inventor de la palabreja es Klaus Martin Schwab, un alemán nacido en 1938, que además de sus años, tiene también sus ocurrencias. Y el año pasado mostró en público una ellas con el título de “The Great Reset” (El Gran Reseteo), que mereció el honor de ser presentada por el mequetrefe del príncipe Carlos de Inglaterra.
Y para entender en su plenitud toda la cuestión, conviene tener en cuenta que don Klaus además de dedicarse a la economía y a ganar dinero a espuertas, siempre se ha mostrado como un benefactor de la Humanidad, y por eso en 1971 fundó el Foro Económico Mundial, que se define como una organización sin ánimo de lucro, que tiene como objetivo unir a empresarios, políticos, intelectuales y dirigentes de la sociedad para mejorar la situación del mundo. Y si usted, querido lector, ya se empieza a mosquear ante tanta bondad, espere que todavía le tengo que contar algo más del filántropo Klaus Martin Schwab.
Años más tarde de poner en marcha el Foro Económico Mundial, nuestro protagonista fundó la Schwab Foundation for Social, a la que se unió otra nueva fundación también suya, que desde 2004 se propone reunir a mil personas de menos de 30 años, para coordinarlas en su propósito de mejorar el mundo.
Para acabar de completar el curriculum de Klaus Martin Schwab, solo me resta decir que este personaje es miembro del consejo de administración del Club Bilderberg. Y como se decía en aquel famoso programa de televisión, “hasta aquí puedo leer”, ya que desconozco lo que allí se cuece por el secretismo con el que actúa el Club Bilderberg y los invitados a sus reuniones, unos porque son de esos que ustedes están pensando y otros porque, sin serlo, les invita el Club Bilderberg para que hagan de tontos útiles, dada su condición, a saber: son de los que se caen de los guindos.
Klaus Martin Schwab será todo lo que usted piensa y mucho más, pero no se le podrá acusar de pillarnos a traición, porque hace unos meses ya avisó a bombo y platillo que había llegado el momento del Gran Reseteo
Klaus Martin Schwab será todo lo que usted piensa y mucho más, pero no se le podrá acusar de pillarnos a traición, porque hace unos meses ya avisó a bombo y platillo que había llegado el momento del Gran Reseteo. Y anunciaba que sería el Foro Económico Mundial quien pondría en marcha ese gran reseteo en su reunión de Davos celebrada a finales del mes pasado.
Dicho y hecho. Están tan seguros de que no van encontrar obstáculo a sus maquinaciones que, como dice la muchachada, “se han venido arribísima”, porque ellos mismos se han colocado las bolas del billar, como dicen que otros se las colocaban a Fernando VII, que tenía menos descaro que Klaus Martin Schwab, quien ha declarado que con la pandemia del coronavirus los ciudadanos ya están preparados para que se les aplique el Gran Reseteo.
No, no son imaginaciones de una mente que ve conspiraciones por todas partes. Ellos mismos dicen públicamente lo bien que les ha venido el coronavirus para sus propósitos, y así en la agenda de Davos 2021 se puede leer: “Un aspecto positivo de la pandemia es que nos ha enseñado que podemos introducir cambios radicales en nuestro estilo de vida con gran rapidez. Los ciudadanos han demostrado con creces que están dispuestos a hacer sacrificios por el bien de la atención sanitaria y otros trabajadores esenciales y grupos de población vulnerables, como los ancianos. Es evidente que existe una voluntad de construir una sociedad mejor y debemos aprovecharla para garantizar el Gran Reinicio que necesitamos con tanta urgencia”.
Están tan crecidos, que corren el riego de palmar en cualquier momento de un ataque de entusiasmo, porque ya que han visto a la sociedad tan sumisa y tan postrada, y dada la avanzada edad de don Klaus han decidido también adelantar en veinte años la agenda 2030, para que el alemán pueda ver los resultados.
Y nuestro vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, uno de los principales promotores de la Agenda 2030 en España, está que tira la casa por la ventana, pero sin miedo a que del golpe se le destrocen los muebles, porque no será muy fuerte el impacto que reciban cuando los arroje desde su chalet de planta baja al mullido césped del jardín.
Y nuestro vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, uno de los principales promotores de la Agenda 2030 en España está que tira la casa por la ventana, pero sin miedo a que del golpe se le destrocen los muebles
En las reuniones de Davos se ha anunciado la muerte del capitalismo actual, tras cuyo entierro se pondrá en marcha el “capitalismo equitativo”, definido así en Davos: "El capitalismo, el que se ha practicado en las últimas décadas, con su obsesión en la maximización de beneficios para los accionistas ha dado lugar a una desigualdad horrible. Es hora de un nuevo capitalismo más justo, un capitalismo equitativo y sostenible que realmente funciona para todos y donde las empresas, incluidas las tecnológicas, no sólo toman de la sociedad, sino que realmente devuelven y tienen un impacto positivo".
Probablemente para predicar con el ejemplo se encontraba entre los asistentes del Foro Económico Mundial Bill Gates y su esposa Melinda. De fuentes bien informadas hemos podido saber que cuando Bill Gates escuchaba lo de las desigualdades producidas por el capitalismo asentía con la cabeza, a la vez que para tranquilizarla susurraba al oído de Melinda la máxima de los cerdos de Rebelión en la Granja: “En el capitalismo equitativo todos seremos iguales, pero algunos más iguales que otros”.
Y para que este toma y daca del capitalismo equitativo entre las empresa y la sociedad sea posible, a los del conciliábulo de Davos no se les ha ocurrido otra fórmula que dar entrada al Estado en la propiedad de dichas empresas. Por este motivo, la verdad es que en lugar de llamarlo “capitalismo equitativo”, con toda propiedad lo podrían haber llamado “capitalismo chino”, pero no se han atrevido a tanto. Sin embargo, no deja de ser sintomático que el invitado de honor del Foro Económico Mundial 2021 haya sido el presidente de China, Xi Jinping.
Y ya que antes hemos mencionado lo de las bolas de billar de Fernando VII, digamos que a cada cual lo suyo porque en lo del reseteo y borrar el tiempo la marca original es española y Klaus Martin Schwab solo es un imitador de lo que hizo Fernando VII.
Tras la derrota de Napoleón y en los días previos al regreso a España de Fernando VII en 1814, ya que desde 1808 había permanecido en Francia como prisionero del emperador francés, los liberales españoles permanecían en ascuas para ver si de una vez por todas el rey daba su visto bueno a la Constitución, que en su ausencia habían aprobado en Cádiz en 1812.
Procuraron sin éxito arrancarle una palabra o un gesto, aunque solo eso fuera, y lo intentaron en la misma frontera de Gerona, nada más pisar tierra española el 24 de marzo de 1814. Fernando VII les esquivó y les fue dando largas, hasta que por fin el 4 de mayo en Valencia manifestó su voluntad en un largo decreto, uno de cuyos párrafos decía lo siguiente: “Declaro que mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución ni a decreto alguno de las Cortes […] sino el de declarar aquella Constitución y tales decretos nulos y de ningún valor y efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubieran pasado jamás tales actos, y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos”. En efecto, aquella fue la primera vez que se borró el tiempo de la Historia, y desde entonces Fernando VII tiene la patente del reseteo.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá