Profanar tumbas, profanar templos.
Parafraseando la sentencia porcina de la granja de George Orwell (1903-1950) bien se podría afirmar que en la última Guerra Civil española los dos bandos eran desiguales, pero uno más desigual que el otro. Porque ya está bien de esa monserga buenista de que en los dos bandos se cometieron atrocidades, que no tiene que haber ni vencedores ni vencidos…
Todo eso, sencillamente, es como el juego de los bebes del “ya estoy”, “ya no estoy”, cuyo manual de instrucciones se puede encontrar en la Línea editorial COPE de José Luis Restán. El juego consiste en ponerse delante de un bebé con una toalla, se sube la toalla con las dos manos hasta taparse la cara y se le dice a la criatura: “ya no estoy”. Naturalmente el tierno infante, al contemplar semejante desaparición, rompe a llorar y ese es el momento en el que hay que bajar la toalla y exclamar: “ya estoy”. Y digo que el manual del juego lo tiene el ingenioso José Luis Restán, porque ha descubierto cómo hacer desaparecer esa molesta guerra civil: basta con referirse al trienio 1936 a 1939, como hace en sus comentarios de Línea editorial COPE, y así la Guerra Civil “ya no está”. ¡Y semejante lumbrera se siente elegido para trazar a los intelectuales el camino de la cultura cristiana por el que han de transitar!
La gravedad del macabro juego de José Luis Restán es que lo utiliza en una emisora de la Iglesia para ocultar la verdad histórica de los que dieron su vida por la fe. Porque no es lo mismo referirse a los mártires del trienio 1936 a 1939, como él hace, que a los mártires de la Guerra Civil, no vaya a ser que nos demos cuenta que fueron socialistas y comunistas los que asesinaron a 13 obispos, 4.184 sacerdotes seculares, 2.365 frailes y 283 monjas, lo que equivalía a uno de cada siete sacerdotes y a uno de cada cinco frailes, y eso que los rojos solo ocupaban una parte de España. Y a los datos anteriores habría que añadir el elevado número -imposible de establecer con exactitud- de tantos católicos españoles que murieron víctimas del odio contra la religión, en una persecución que hasta para asemejarse a la de los primeros cristianos dio cabida a acontecimientos como los de la "Casa de Fieras", el zoo situado entonces en el parque madrileño del Retiro, donde se arrojaba a las personas para que fuesen devoradas por los osos y los leones.
A los datos anteriores habría que añadir el elevado número -imposible de establecer con exactitud- de tantos católicos españoles que murieron víctimas del odio contra la religión
¡Ya está bien! Porque, como el susodicho periodista de la emisora de los obispos, son muchos y llevan demasiado tiempo dando lametones al trasero del sistema, contando mentiras, escribiendo falsedades o dictando sentencias injustas, para conseguir una posición y prosperar profesionalmente. Y todo para llenar la andorga de un puñado de garbanzos, atrapados de la manera más mezquina y miserable.
Pues no, los dos bandos no eran iguales. Durante la Segunda República, los rojos dieron golpes de Estado y practicaron el pucherazo electoral y los del otro bando no. La escolta del socialista Indalecio Prieto le metió un tiro en la nuca al jefe de la oposición, Calvo Sotelo, y no asesinó también a Gil Robles, porque se había ido de Madrid. En la retaguardia del bando rojo había centenares de checas, en las que se torturaba y se asesinaba, y en la retaguardia del otro bando no había ninguna. Uno de los bandos quemaba las iglesias y asesinaba a los sacerdotes porque quería imponer una sociedad atea, y en el otro bando se respetaba y se defendía el cristianismo, como parte constitutiva de España desde su aparición en la Historia. Un bando exigía a sus víctimas que gritaran ¡Viva Rusia! y cuando éstas se negaban a vitorear al comunismo ateo, caían los mártires abatidos por las balas de sus verdugos después de gritar ¡Viva España y Viva Cristo Rey!, tras perdonar a sus asesinos.
Pues no, los dos bandos no eran iguales. Durante la Segunda República, los rojos dieron golpes de Estado y practicaron el pucherazo electoral. Los del otro bando, no
Pero hay una marcada diferencia entre los dos bandos de la que apenas se habla, como es la crueldad de la que hicieron gala los rojos. Ya he comentado en otros artículos la barbarie de los socialistas, como cuando pusieron en una de sus Casas del Pueblo a tres enfermeras del bando nacional para que, durante toda una noche, las violase quien quisiera antes de asesinarlas.
Fueron los socialistas los responsables de lo ocurrido en el verano de 1936 en la localidad malagueña de Cortes de la Frontera, situada en la comarca de la Serranía de Ronda. Al estallar la Guerra Civil se constituyó un comité de milicianos integrado en su mayoría por elementos de la UGT y unos pocos de la CNT.
Cuando vieron que las tropas nacionales se dirigían hacía esta localidad encerraron en un recinto del pueblo a cien vecinos porque al parecer no pensaban como ellos y le prendieron fuego para que se quemasen vivos. Fuera se apostaron con fusiles y disparaban a los que trataban de quitar los obstáculos que habían puesto en las ventanas, con el fin de huir de las llamas. A la vez quemaron la iglesia. Y mientras todo ello ardía celebraron una verbena para festejarlo con comida, bebida y baile.
Cuando se apagaron las llamas, revisaron el edificio y comprobaron que 33 de las cien personas allí encerradas se habían protegido de las llamas y habían logrado sobrevivir. A cuatro de estas treinta tres personas las ataron a unos árboles y les quemaron. Al resto los remataron a tiros y los arrojaron a una fosa.
Y esto, por contar alguno de los crímenes cometidos con inusitada crueldad por los socialistas, porque como nos pongamos a hablar de lo que han robado los socialistas, desde la Segunda República hasta lo de los ERES de Andalucía, nos va a entrar la risa con ese resumen que los socialistas hacen de su historia con la famosa frase de los cien años de honradez.
Y ahora, para tapar sus crímenes y su falta de capacidad política, salen con lo de la tumba de Franco, con la colaboración de unos jueces del Tribunal Supremo
Y ahora para tapar sus crímenes y su falta de capacidad política salen con lo de la tumba de Franco, con la colaboración de unos jueces del Tribunal Supremo, que han dictado una sentencia de la que a buen seguro se avergonzarán sus descendientes, si les salen con un poco de conciencia.
La profanación de la tumba de Franco es algo más que un traslado de los restos mortales de un lugar a otro. No son pocos los que ya han comentado que se trata de un ataque fontal a los más elementales derechos. Pero es también el principio de un gravísimo atentado contra la religión.
Esta historia comienza con la inhumacion del cadáver de Franco y acaba con la voladura de la Cuz del Valle de los Caídos
De entre tanto como ya se ha escrito al día de hoy quiero destacar el artículo publicado en La Razón y escrito por un hombre con la experiencia política de Jorge Fernández Díaz. El artículo es muy breve, muy valiente y tan claro que da la pista de lo que se pretende hacer en el Valle de los Caídos con este primer paso de la profanación de la tumba de Franco, porque según Jorge Fernández Díaz el final de esta historia será la voladura de la Cruz de los Caídos, como ya hicieron los de un bando con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles. Y lo volaron los primeros días de la Guerra Civil, porque ese era un objetivo prioritario antes incluso que romper el frente, ya que el Cerro de los Ángeles representaba a la España Católica, porque allí el jefe del Estado, Alfonso XIII, consagró España al Sagrado Corazón de Jesús.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.