Los Reyes de España han vuelto a felicitar la Navidad a todos los españoles de un modo incorrecto. Otra vez han utilizado para la ocasión una fotografía suya, acompañados de sus hijas, en un posado de mecachis que guapos somos. Y como ya van unas cuantas, y todas en la misma dirección "letiziana" de yo no me santiguo ni en la iglesia ni en el velatorio de un muerto, hay que pensar que esta incorrección no es una casualidad y que, por lo tanto, tiene un sentido.

En primer lugar, me parece que es incorrecta la felicitación, porque como escribía el director de Hispanidad en su artículo del domingo pasado: “No sé si Su Majestad, el rey Felipe VI de España se ha percatado de que el protagonista de una felicitación navideña es el que celebra su cumpleaños, un tal Jesús de Nazaret, y no quien felicita las Pascuas, en este caso un tal Felipe de Borbón y Grecia”. Y a continuación, Eulogio López ponía en contraste lo que han hecho Felipe VI y Letizia con la felicitación navideña de los monarcas que les han precedido: “Por eso llama la atención, aunque a estas alturas ya no mucho, que la felicitación del rey Felipe VI sea un retrato familiar -el esposo, la esposa y sus dos hijas-, mientras que la felicitación navideña de los Reyes eméritos, Don Juan Carlos y Doña Sofía, consiste en el cuadro de Murillo La Adoración de los Pastores, donde, miren por dónde, sí aparece el protagonista de esas fiestas, el Niño-Dios”.

Efectivamente, España tiene un patrimonio artístico tan excepcional de pinturas e imágenes de la Navidad, consideradas muchas de ellas obras maestras por la Historia del Arte, que para no utilizar alguna natividad o una adoración de los pastores o de los Reyes Magos como felicitación, para rechazarlas todas hay que empeñarse mucho, pero que mucho, mucho… Y tanto esfuerzo solo tiene sentido si se hace con un fin, por lo que no se puede admitir que en la Casa Real, con tantos y tan sabios asesores como tiene, se actúe improvisadamente y a lo loco. Pues lo cierto es que con actuaciones como esta, ya lo hagan los Reyes voluntariamente o involuntariamente, despojan a la Navidad de su sentido religioso y contribuyen a la descristianización de la sociedad española.

Antes del 5 de mayo de 1789, la religión católica en Francia no era una mera manifestación social, por encima de los tejados de las aldeas se elevaban los campanarios de las iglesias, el calendario era católico y marcaba el ritmo del trabajo y del descanso con las fiestas

Como es sabido, la descristianización actual de Europa es una fase del proceso antirreligioso iniciado en la Revolución Francesa. En la etapa histórica precedente a la reunión de los Estados Generales el 5 de mayo de 1789, la sociedad francesa era cristiana, como magistralmente describió François Furet (1927-1997): la religión católica en Francia no era una mera manifestación social, porque todo el reino estaba impregnado profundamente de un catolicismo tradicional. El paisaje de la antigua Francia era católico, por encima de los tejados de las aldeas se elevaban los campanarios de las iglesias. El calendario era católico y marcaba el ritmo del trabajo y del descanso con las fiestas; por cierto,  bastantes más numerosas que en la actualidad.

Pero el 24 de octubre de 1793, la Convención aprobó el nuevo calendario revolucionario. Los diputados declararon que había comenzado un nuevo tiempo para la Humanidad con la abolición de la monarquía y la proclamación de la república en Francia, y a partir del 22 de septiembre de 1792, trastocaron y cambiaron los nombres de los meses y de los días, porque ese día pasó a ser el día primero del mes Vendimiario del año I. En consecuencia, el nacimiento de Jesucristo dejaba de marcar el antes y después de los siglos.

El tiempo anterior al Primero de Vendimiario del año I se denominó la “era vulgar”. Y hay que reconocer que en este punto hemos retrocedido, pues llevamos un tiempo observando que en algunos libros de Historia de nuestros colegiales el antes y después de Cristo se sustituye por el antes y después de la “era común”, copiando el modo de nombrar los siglos que tienen los testigos de Jehová, por lo que si usted, querido lector, tiene hijos o nietos, le invito a que eche un vistazo a los textos que están estudiando sus retoños, incluso aunque vayan a un colegio religioso.

Los días del calendario revolucionario ya no estaban dedicados a los santos, porque se aprobó la propuesta del diputado Fabre d'Églantine para eliminarlos y sustituirlos por nombres de frutos del campo, plantas y animales

Los días del calendario revolucionario ya no estaban dedicados a los santos, porque se aprobó la propuesta del diputado Fabre d'Églantine (1750-1794) para eliminarlos y sustituirlos por nombres de frutos del campo, plantas y animales. Lo de “d'églantine”, que en español quiere decir rosal silvestre, fue el nombre artístico que adoptó François Fabre, un revolucionario con pretensiones de poeta. En su juventud se presentó a los juegos florales de Toulouse, que premiaban al que lo que los ganaba con la “eglantina” de oro. Fabre quedó el segundo con un soneto, pero como pensaba que el veredicto no había sido justo, se adjudicó el triunfo y a partir de entonces adoptó el alias con el que ha pasado a la Historia.

Fabre d’Églantine fue un sinvergüenza, y me quedo corto, porque en realidad fue un sinvergüenza para echarle de comer aparte, por lo que el autor de su biografía, Louis Jacob (1883-1959), la tituló Fabre d’Eglantine, chef des fripons (jefe de los sinvergüenzas). Formó parte de una compañía de comediantes ambulantes y con 26 años fue arrestado por huir con la hija de uno de sus compañeros, que tan solo tenía quince años. Pero, finalmente, encontró su acomodo en la política. Formó parte del grupo más radical de los revolucionarios y presidió el club de los Cordeliers. Como diputado de la Convención Nacional, votó a favor de la pena muerte de Luis XVI, que fue asesinado en al guillotina el 21 de enro de 1793. Al año siguiente no se sabe muy bien si por su enemistad con Robespierre (1758-1794) o por un delito de corrupción relacionado con la Compañía de Indias, o por las dos cosas juntas, el caso es que fue condenado a morir en la guillotina el 5 de abril de 1794.

La Convención Nacional fabrica un calendario nuevo, un día de descanso distinto llamado decadi y nuevas fiestas litúrgicas: las de la Razón. Confisca el tiempo en favor de la Revolución y dedica el calendario a la «naturaleza» con meses llevando nombres evocadores de las estaciones climáticas

Fabre d’Eglantine ha pasado a la Historia por ser uno de los principales inspiradores del calendario revolucionario. Jean de Viguerie en Cristianismo y Revolución, un libro de obligada lectura para comprender lo que pasó en la Revolución Francesa, ha escrito lo siguiente sobre el calendario revolucionario:

“Mientras tanto se ejerce sobre el cristianismo un nuevo tipo de violencia: la requisa del tiempo. El cristianismo había consagrado el tiempo, atribuyendo a los días un valor conmemorativo y haciendo de cada uno una fiesta en honor de Dios, de la Virgen o de los santos. El cristianismo protegía el tiempo por medio de su calendario litúrgico. La Convención fabrica un calendario nuevo, un día de descanso distinto llamado decadi y nuevas fiestas litúrgicas: las de la Razón. La Convención confisca el tiempo en favor de la Revolución (…) El calendario está dedicado a la «naturaleza». Los meses llevan nombres evocadores de las estaciones climáticas: brumario por noviembre, termidor por julio, nivoso por enero. Los días están dedicados a nombres de plantas, de frutos, de minerales, de animales o de una herramienta de trabajo del campo en lugar de a los santos”.

Y esto de invocar a las plantas y a los animales no tiene nada de inocente ni de neutral. No es ninguna casualidad que el día quinto del mes nivoso, que correspondería al día 25 de diciembre, haya dejado de ser el día la Natividad del Señor para dedicarlo al día del perro.

Se me acaba el espacio del artículo y no les he explicado cómo se hizo este calendario, esto lo dejó para el domingo que viene, que es Nochevieja. Pero antes de cerrar, un par de cosas.

No, queridos lectores, hoy día de Nochebuena no quiero felicitarles a ustedes ni por ser el día del perro, ni el de Felipe VI, ni el de toda la familia real junta. Hoy les deseo felicidades en el día de la Natividad del Señor y pido la bendición del Niño Dios para todos. Tina Walls -artista de la que me siento muy orgulloso, pues Tina Walls es el nombre artístico de mi hija mayor Victoria- me ha cedido dos de sus dibujos de su maravilloso libro Historia de la Navidad para componer mi felicitación de Navidad para mis lectores, el dibujo del portal de Belén que encabeza este artículo y el de los Reyes Magos que pongo a continuación y antes del villancico de Juan de la Encina (1469-1529).

Reyes Magos, de Tina Walls

Los Reyes Magos, ilustración del libro de Tina Walls, Historia de la Navidad. Editorial Palabra.

Villancico de Juan de la Encina:

¡O Reyes Magos benditos,
pues de Dios soys tan amados,
sed mi guarda y abogados!
 
Sed mi guarda en este suelo
porque en sus lazos no caya
y abogados en el cielo
porque a veros allá vaya;
porque por vosotros aya
gran perdón de mis pecados,
sed mi guarda y abogados.
 
Tanto quiso Dios amaros
por vuestro merecimiento
que le plugo revelaros
su sagrado nacimiento;
pues le tenéys tan contento
y con Él soys tan privados,
sed mi guarda y abogados.
 
Venistes desde Oriente
adorar al Rey divino
con aquel alto presente
para quien d'él era dino;
caminastes de contino
por una estrella guiados,
sed mi guarda y abogados.
 
Sirviéronle los pastores
por Pastor de tantas greyes
y vosotros, mis señores,
por mayor Rey de los reyes;
pues del Dador de las leyes
soys tan queridos y amados,
sed mi guarda y abogados.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá