κκαούσει δὲ τὸ πῦρ γῆν οὐρανὸν ἠδὲ θάλασσαν
 χνεῦον, ῥήξει τε πύλας εἱρκτῆς Ἀίδαο.
Σὰρξ τότε πᾶσα νεκρῶν ἐς ἐλευθέριον φάος ἥδει
Τῶν ἁγίων· ἀνόμους δὲ τὸ πῦρ αἰῶσιν ἐλέγξει.
ππόσα τις πράξας ἔλαθεν, τότε πάντα λαλήσει

 Στήθεα γὰρ ζοφόεντα θεὸς φωστήρσιν ἀνοίξει.
 Θρῆνος δ’ ἐκ πάντων ἔσται καὶ βρυγμὸς ὀδόντων.
κλέιψει σέλας ἠελίου ἄστρων τε χορεῖαι.
Οὐρανὸν εἱλίξει, μήνης δὲ τε φέγγος ὀλεῖται.
ψώσει δὲ φάραγγας, ὀλεῖ δ’ ὑψώματα βουνῶν,

Para los de “letras” de mi generación, estos versos en griego no son ningún problema, porque por los años sesenta del siglo pasado, con 18 abriles para aprobar “el Preu” y poder entrar en la Universidad nos ponían veinte versos de Homero (siglo VIII a. d. C.) en griego que los teníamos que traducir sin diccionario, y entonces aquella prueba no se llamaba selectividad. Pero lo cierto es que al que no los traducía no le “seleccionaban” y no entraba en la Universidad. Por su parte, la dificultad para los de “ciencias” de mi generación era del mismo calibre, así es que los universitarios de la bata blanca tenían su “Homero” en Física, Química y Matemáticas.

No, aquello no se llamaba selectividad, ni tampoco iban los de la tele a hacer un reportaje de lo nerviosos que estábamos y de cómo iba el examen. Nos ponían las preguntas, y si nos gustaban como si no nos gustaban, todos escuchábamos en nuestra interior la reprimenda de aquella madre de familia numerosa ante las protestas de uno de sus hijos, al repartirle la comida: “Lo que toca, tocó. Y el niño se conforma”.

Pero como los tiempos cambian y en atención a lo que se canta en la Verbena de la Paloma, “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, vamos a traducir esos versos para que los entienda todo el mundo:

“El fuego abrasará cielo y tierra rastreando y romperá las puertas de la prisión del Hades.  Entonces toda la carne de los muertos saldrá a la luz de libertad, aquellos que sean santos; y a los impíos el fuego los someterá a eterna prueba. Todas aquellas acciones que ocultas se realizaron, entonces las confesarán; pues Dios abrirá con sus rayos de luz los pechos sombríos. Todos dejarán escapar sus lamentos y el rechinar de dientes. Desaparecerá el brillo del sol y las danzas de las estrellas.  Se enrollará el cielo y se apagará la luz de la luna.  Elevará las simas, aplanará las cimas de los montes”.

Estos versos pertenecen a los Oráculos Sibilinos (VIII, 225-235) y los tradujo nada menos que San Agustín (354-430) en La Ciudad de Dios en el capítulo 23 del libro XVIII, que lleva por título: “La Sibila de Eritrea, conocida entre las demás Sibilas por los muchos testimonios que cantó de Cristo”. Y esto es lo que escribió para justificar la inclusión de estos versos en su obra:

“Por estos tiempos dicen algunos que lanzó sus profecías la Sibila de Eritrea. Varrón nos dice que existieron muchas, no una sola Sibila. Esta Sibila de Eritrea escribió algunas profecías bien claras sobre Cristo; lo que yo mismo he leído en latín en unos versos defectuosos, debido, según supe después, a la impericia de cierto traductor. En efecto, el ilustre Flaciano, que fue procónsul, hombre de gran facilidad de palabra y de vasta erudición, hablando un día conmigo de Cristo me presentó un códice griego que decía contener las profecías de la Sibila de Eritrea, donde mostró cómo en un determinado lugar el orden de las letras en el comienzo de los versos expresaban en acróstico claramente estas palabras: Ιησους Χρειστὸς Θεου υἱὸς Σωτήρ, que en latín significan Jesucristo, Hijo de Dios Salvador”.

A partir de este escrito de San Agustín la figura de la Sibila se incorporó a la cultura cristiana y tuvo su consideración durante la Edad Media, lo que explica que en el Renacimiento, en su gusto por la Antigüedad, se le concediera una mayor atención. Prueba de ello es que de las diez Sibilas que había en la Antigüedad, Migue Ángel (1465-1564), eligiera a cinco de ellas para pintarlas en la Capilla Sixtina: las Sibilas Eritrea, Cumana, Pérsica, Líbica y Délfica. Miguel Ángel consiguió en la ejecución de la Sibila Délfica tal belleza, que en muchas ocasiones es esa figura la que se ha utilizado para la presentación y promoción de los frescos del genio renacentista, con los que representó en los muros y bóveda de la Capilla Sixtina la Historia de la salvación, desde la creación del Adán hasta el Juicio Final.

Sibila Delfica

Miguel Ángel. Sibila Délfica de la Capilla Sixtina. En los Oráculos Sibilinos, a la Sibila Délfica, en clara referencia a la Pasión de Cristo, se le atribuye esta profecía: “será entregado a las manos de los infieles y coronado por una corona de espinas”.

Y por supuesto una de las cinco Sibilas representadas en la Capilla Sixtina por Miguel Ángel es la Sibila de Eritrea, a la que se refirió San Agustín. Como es sabido, los colores empleados por Miguel Ángel están cargados de simbolismo, por eso el pañuelo trenzado con los cabellos de Eritrea es de color azul, verde y rojo. La contemplación, la esperanza y la caridad es lo que representan los tres colores del pañuelo de Eritrea. Pero el extremo azul del pañuelo acaba en tres nudos blancos, un detalle con el que el pintor nos quiere indicar que la contemplación desemboca en la fe. Y por eso a la Sibilia de Eritrea Miguel Ángel la representa envuelta en la túnica blanca de la fe.  La Sibila Eritrea de Miguel Ángel lee atentamente en el libro, en referencia al intelecto, porque iluminada por la luz de la revelación divina comprende con su inteligencia. Por encima de la cabeza de Eritrea, un niño sopla con fuerza la llama de una antorcha para encender la lámpara de aceite, pero la vez con su soplo la llama se extiende por encima de la cabeza de Eritrea, para decirnos que además de la lámpara, también se enciende el espíritu de Eritrea. Su manto verde se torna en al amarillo de tono fuerte, símbolo del pecado, pero el color violeta debajo del manto indica penitencia, cuyo resultado final es otro amarillo de tono dorado sobre sus piernas cruzadas, símbolo de la santidad.

Sibila Eritrea

Sibila de Eritrea

Cabeza de Eritrea

Cabeza de Eritrea: Miguel Ángel. Sibila Eritrea y detalle de la cara. Según la tradición judía, una de las nueras de Noé que se salvó del diluvio se llamaba Eritrea, por este motivo Miguel Ángel quiso pintar la Sibila Eritrea en la Capilla Sixtina debajo del Sacrificio de Noé, pintado en la bóveda.

Con toda esta tradición de los Oráculos Sibilinos que hacían referencia al Juicio Final, se compuso el Canto de la Sibila, cuyo primer testimonio con letra y música se descubrió en un manuscrito del siglo X, procedente del monasterio de San Marcial de Limoges (Francia). En los siglos siguientes el Canto de la Sibilia adquirió una notable difusión en Francia, Italia, Austria, Yugoslavia, Portugal y España. Y aunque se tienen noticias de esta amplia difusión en todas las partes de Europa citadas, la verdad es que solo se han encontrado traducciones del Canto de la Sibila en occitano, castellano y catalán.

Y al día de hoy, si bien es cierto que el Canto de la Sibila se representa en algunas ciudades de España, como en la catedral de Toledo, donde ha adquirido un arraigo popular es en las provincias catalanas y en las Islas Baleares, muy especialmente en Mallorca. El día 16 de noviembre del 2010, el Canto de la Sibila fue declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

El Canto de la Sibila tiene lugar en la celebración del día del nacimiento del Redentor; concretamente, antes de la Misa del Gallo. Presente ya el celebrante en el presbiterio, una mujer, vestida con una rica túnica, representando a la Sibila, que en la mayoría de los casos suelen ser una cantante profesional, fija la atención de todos los fieles.

La Sibila atraviesa el templo con gran solemnidad, escoltada por dos ciriales, camina con un espada en alto, que presenta delante de su cara, hasta ocupar un lugar destacado del templo, preferentemente el púlpito si hay. La Sibila mantendrá la espada en esa posición durante todo el canto, y al concluir trazará el signo de la Cruz con la espada, para significar el triunfo de Jesucristo sobre los poderes del mundo. Conviene recordar que si desde el Renacimiento se representó a las Sibilas con un libro o un pergamino, en la Edad Media las Sibilas se representaban con una espada.

Canto de la Sibila por la soprano Margalida Rodríguez. Catedral de Mallorca 2012

Y tiene todo el sentido litúrgico el Canto de la Sibila en la Nochebuena, porque la razón del nacimiento de Jesucristo se prolonga en su misión redentora, como canta el villancico popular: “Soy amor en el pesebre y sufrimiento en la Cruz”.  Pero lo que sucede en el Calvario es la penúltima actuación de Jesucristo en este mundo, porque la última y definitiva se producirá con su segunda venida el día del Juicio Final. Y eso es exactamente lo que se les recuerda a los fieles que escuchan el Canto de la Sibilia.

Resulta razonable que haya un Juicio Universal, en el que ante todos se ponga de manifiesto el bien y el mal que hayamos hecho. Y resulta razonable, porque si bien cada uno de nosotros seremos juzgados individualmente después de nuestra muerte, por nuestra condición de seres sociables, condición esta que en religión se llama Comunión de los Santos, deben ser juzgados también ante todos la ejemplaridad o los escándalos de nuestras vidas. Sin duda, que el día del Juicio Final quedará escrita la verdadera, total y definitiva Historia del Mundo.

Como es sabido, el Juicio Final vendrá precedido de sucesos apocalípticos. Y ríanse ustedes, queridos lectores, de lo que cuentan algunos videntes actuales, porque lo que estos anuncian es una broma con las calamidades proclamadas por la Sibila. Y como muestra de que no exagero ni un poco, aquí tienen la versión en español del Canto de la Sibila:

En el día del Juicio Final
al que no haya servido a Dios
Jesucristo, Rey Universal,
Hombre y Dios Eterno
del Cielo vendrá a juzgar.
Y a cada uno lo justo dará.
Antes del Juicio Final
una gran señal se mostrará;
la tierra expulsará sudor
y temblará con gran miedo,
será tan grande el terremoto
que derrocará las torres,
las piedras por el medio se romperán
y las montañas se derretirán.
Las colinas y los llanos se igualarán;
allá estarán los buenos y los malos
reyes, duques, condes y barones,
que de sus hechos darán razones.
Un gran fuego del cielo descenderá.
Mares, fuentes y ríos todo quemará.
Los peces darán grandes gritos,
perdiendo la natural alegría.
El sol perderá la luz,
mostrándose oscuro y alterado.
La luna no dará claridad.
Y el mundo entero será tristeza.
La humilde Virgen que parió
al Niño Jesús en esta noche,
quiera a su Hijo rogar
para que del infierno nos quiera librar”.

 

Y comprendo que leyendo el texto original del Canto de la Sibila, alguien pudiera pensar que esto es poco pastoral y nada postconciliar. Pero es lo que hay, a fin de cuentas todos los domingos proclamamos en el rezo del Credo de la Santa Misa la recia verdad del fin del mundo, cuando Jesucristo venga de nuevo: “Et iterum venturus est cum gloria iudicare vivos et mortuos, cuius regni non erit finis. ” ("Y de nuevo vendrá con gloria para juzagar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin").

Es más, me parece tan pedagógico lo del Canto de la Sibila, que si yo fuera obispo, vaya que si se iban a cantar las verdades de la Sibila en mi supuesta diócesis la próxima Nochebuena del 2024, que acabamos de estrenar. Y, es más, contrataría Sibilas para todas las parroquias, sin derecho a protestar, porque a ver quién se atrevería a boicotear a la UNESCO, que ha declarado patrimonio inmaterial de la Humanidad el Canto de la Sibila. Y, sobre todo, no ha lugar para la protesta, porque lo que canta la Sibilia es la pura verdad de lo que nos va a pasar, así es que como dice esa madre de familia numerosa, no queda otra... “¡Lo que toca, tocó. Y el niño se conforma!”

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.