Humanae Vitae de Pablo VI
No, ni mucho menos, el principio del mal no son los católicos Joe Biden y Nancy Pelosy, estos dos personajes solo son la consecuencia, aunque una consecuencia muy influyente por los cargos que ostentan en la nación más poderosa del planeta. No, no son ellos el principio del mal, porque todo empezó mucho antes, concretamente, el 25 de julio de 1968. Ese día comenzó a cambiar de bando un número considerable de católicos en la batalla de las dos ciudades, en el combate entre el cielo y el infierno. Y desde el 25 de julio de 1968 hasta el día de hoy, ha ido en aumento ese número de católicos que han renunciado al título de criaturas de Dios, porque quieren ser como dioses. Desde entonces han sido tantos y tantos los católicos que han cambiado de bando que, a falta de saber cifras exactas, a veces da la impresión de que ahora ya son mayoría dentro de la Iglesia.
El hereje de antes abandonaba la Iglesia, el de ahora se queda y pretende sustituir al Espíritu Santo
Sí, he dicho dentro de la Iglesia porque si en casi veinte siglos los herejes se habían comportado como auténticos desertores, abandonando la Iglesia, la deserción que comenzó el 25 de julio de 1968 es distinta a lo que había sucedido durante dos mil años, porque desde entonces estos peculiares herejes se han quedado dentro de la Iglesia, obedeciendo la estrategia del Modernismo, condenado por San Pío X.
Desde su origen, en el pontificado de San Pío X, así actuaron los impulsores del Modernismo, un conjunto de clérigos entre los que destacaban el sacerdote Alfred Firmin Loisy (1857-1940) en Francia, el jesuita George Tyrrel (1861-1909) en Inglaterra, el profesor del seminario romano Ernesto Buonaiuti (1881-1946) y el sacerdote italiano Romolo Murri (1870-1944).
Eran pocos, muy pocos, pero dejaron sentir su influencia entre los católicos, en primer lugar por su condición de clérigos de quienes dependen muchas almas y, además, porque a diferencia de lo acostumbrado por los herejes de abandonar la Iglesia, lo propio de los seguidores del Modernismo es permanecer dentro de ella, pues el modernista considera que es su misión reformar la Iglesia de acuerdo con su propio pensamiento. Así por ejemplo, el modernista en su concepción dialéctica concibe la coexistencia -como tesis y antítesis- de una Iglesia institucional y otra carismática, la primera tradicional y la segunda progresista, gracias a cuyo enfrentamiento surge el avance; naturalmente en dicha concepción el modernista es el representante de los carismas y del progresismo. De aquí, que para ellos no solo no fuera compatible sino incluso necesario realizar una crítica de los fundamentos mismos de la Iglesia y permanecer a la vez dentro de su seno. Por eso, la estrategia modernista para evitar una excomunión no utiliza enfrentamientos directos, ni hace afirmaciones tajantes, o esconde su personalidad firmando sus publicaciones con seudónimos, como el de Hilaire Bourdon que fue el utilizado por Tyrrel. Pero como estratega, nadie tan habilidoso como Buonaiuti que se las arregló para mantenerse dentro de la Iglesia hasta 1926, a pesar de haber sido excomulgado en dos ocasiones en los años 1921 y 1924.
El modernismo, la madre de todas las herejías contemporáneas, es conocido en el siglo XXI como progresista
Los modernistas pretenden sustituir al Espíritu Santo como guía de la Iglesia, por lo tanto tiran a la basura la Tradición y desplazan al Magisterio, porque a partir de entonces son ellos los que interpretarán las Escrituras y la Revelación, los que promulgarán lo que es bueno y lo que es malo, porque como dioses que se creen que son se empeñan en construir la Iglesia cimentándola sobre el pecado contra el Espíritu Santo.
Los modernistas, por partir del principio de que Dios es inmanente al hombre y que en consecuencia la autoridad religiosa no es sino la suma de todas las experiencias individuales, sostienen que la autoridad eclesiástica debe regirse por criterios democráticos. Este radicalismo religioso, inmanentista, individualista y subjetivista de los modernistas, que vaciaba completamente de sentido a la Iglesia, fue condenado por San Pío X, por ser el Modernismo -según se lee en la encíclica Pascendi (8-IX-1907)- el conjunto de todas las herejías con capacidad para destruir no solo la religión católica, sino cualquier sentido religioso, por cuanto los presupuestos del modernismo desembocan, en definitiva, en el ateísmo.
Ahora bien, que San Pío X detectara el virus de tan diabólica epidemia en modo alguno puede interpretarse como que los católicos ya estaban libres de contagio. No fue poco el mérito de San Pío X descubrir que la Iglesia podría adentrarse en la peor etapa de su historia, que no otra cosa quiso decir San Pío X cuando condenó el Modernismo como el comjumto de todaslas herejías, ya que por ley matemática la suma es mayor que cualquiera de los sumandos.
La táctica de ese conjunto de clérigos modernistas, antes citados, al no descender de las alturas intelectualoides no generó el mejor atractivo entre el pueblo llano. Proponer -digámoslo a modo de caricatura- que a partir de entonces ya se podía prescindir de la Revelación, de la Tradición y del Magisterio para decidir cuántas personas hay en la Santísima Trinidad, es lógico que no tuviera gran acogida.
Fracasarán, como siempre. Las herejías nunca han podido con la Señora. Los modernistas, tampoco
Pero todo cambió el 25 de julio de 1965. Ese día, otro Papa santo, Pablo VI, publicó la Humanae vitae y en oponerse a ella encontraron los modernistas su primer gran triunfo seguidos de otros muchos, que han incrementado sus filas hasta el día de hoy, porque ahora sí que se aceptó su propuesta:
—“¿Quieren ustedes pasarse al bando modernista, desean prescindir de la Revelación, de la Tradición y del Magisterio para que cada uno pueda decidir lo que está bien y lo que está mal en lecho conyugal?”.
A partir de este momento sí que hubo y sigue habiendo muchos católicos partidarios de reivindicar su autonomía moral para juzgar la vida marital. La cuestión es que el depósito de la fe y la moral son indivisibles y se empieza rechazando la Humanae vitae y se acaba dando la espalda a todo el Magisterio de la Iglesia.
Grave decisión la de construir la Iglesia sobre tan diabólicos cimientos, lo que equivale a edificar cada vida sobre los cimientos del pecado contra el Espíritu Santo, porque eso no se puede perdonar, ya que quienes se han pasado al bando del Modernismo atan las manos a la misericordia de Dios.
Pero el futuro no está cerrado, porque el porvenir es de quienes se cobijen bajo el manto de la Virgen, por más que los poderes del mundo se empeñen en dar la espalda a Dios: a grandes males, grandes remedios. Por eso a medida que se va montando el gran asalto luciferino contra la Iglesia durante los siglos XIX y XX, durante la Edad Contemporánea, la Virgen no ha dejado de actuar de un modo especial. Durante estos más de doscientos años se han prodigado las apariciones marianas, muchas ya reconocidas por la Iglesia y muchísimas más que están a la espera de esa aprobación.
Por cierto, la Humanae Vitae es una de las encíclicas más desobedecidas de la historia
Aunque el humo de Satanás, como también dijo San Pablo VI, haya penetrado en la Iglesia probablemente cuando vio la falta de obediencia con la que los católicos recibieron la Humanae vitae, una encíclica que ha resultado ser profética hasta el punto de adelantarse a describir las aberraciones morales contra la familia y la vida que al día de hoy están presentes.., aunque los modernistas y sus seguidores hayan atado las manos misericordiosas de Dios, todavía nos queda la esperanza de quien todo lo puede porque es Madre de Dios y de quien tanto nos quiere, porque también es Madre Nuestra.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.