Carlos García-Mauriño Longoria describe en muy pocas páginas, publicadas bajo el título Memorias de veintisiete días, el régimen de terror que padeció en Ronda (Málaga), durante los primeros días de la Guerra Civil. El 17 de julio de 1936 comenzó a escribir en unas cuartillas lo que estaba sucediendo en esta ciudad, de la que él era registrador de la propiedad. Esta localidad andaluza tenía 33.123 habitantes, según el censo de 1930. Su escrito se interrumpe el 12 agosto, pues al día siguiente los milicianos rodean su casa, se lo llevan preso y esas cuartillas pudieron ver la luz porque su esposa, Matilde, las escondió entre los muelles de una butaca y se salvaron de los registros que los milicianos efectuaron en la vivienda.

La grandeza de dichas cuartillas se la proporciona la gigantesca personalidad de su autor: un español, padre de familia numerosa, un católico de una pieza y un hombre piadoso, que a una hora fija todos los días rezaba el rosario con su familia. Carlos García-Mauriño era plenamente consciente de cuál era su situación y de lo que los enemigos de la Iglesia pretendían hacer con él. Aceptó el martirio con antelación. Esto es lo que escribió en la víspera de ser detenido:

“Estoy muy decaído tanto física como espiritualmente. Son muchos días de constante zozobra. Además, nos habíamos confiado al ver que pasaban algunos días sin que se matase a nadie, y al exacerbarse de nuevo la sed de sangre, crecen nuestros temores en proporción geométrica.

¡Vamos siendo ya tan pocos los que quedamos!

¡Dios mío! te he ofrecido mi vida y no me arrepiento de mi ofrecimiento. Acéptala, si lo juzgas conveniente, pero dame fuerzas que ya me van faltando, para acoger con ánimo sereno y espíritu levantado la suerte que me tengas reservada”. 

Libro Mauriño

Portada del libro de Carlos García-Mauriño, que en la actualidad se encuentra en proceso de beatificación 

 

El mismo día que le detuvieron, su hijo mayor, Carlos, cumplía los diez años. Se esposa, Matilde Martínez Caballero de Tineo, era muy joven, tenía 32 años y estaba en el quinto mes de su noveno embarazo. Días antes, el 20 de julio, había fallecido la hija más pequeña, Socorrín, que solo tenía ocho meses. Y en la mañana del mismo día 13 de agosto, Matilde con sus siete hijos se dirigió a la comisaría para interceder por la liberación de su marido. El edificio estaba rodeado de una multitud que, al verla con los niños, prorrumpió en gritos e insultos, pero ella no se acobardó. Siguió caminando con sus hijos, enmudecieron aquellas hienas y abrieron un estrecho pasillo a través del cual, en fila india, la familia consiguió llegar hasta la puerta. Una vez dentro, Matilde que llevaba en brazos a su hijo pequeño de dos años, Manolo, se puso de rodillas ante el presidente del Comité de Defensa de la República de Ronda, Miguel Escalante García, camarero de un café de la ciudad, socialista y masón, y le pidió clemencia para su marido. Por toda respuesta recibió burlas y la despidieron con insolencia. “Durante muchos años estuvo presente en las pesadillas de aquellos niños el doble muro humano que con su silencio amenazante les agobiaba y presionaba”.

El mismo día que le detuvieron, su hijo mayor, Carlos, cumplía los diez años. Se esposa, Matilde Martínez Caballero de Tineo, era muy joven, tenía 32 años y estaba en el quinto mes de su noveno embarazo. Días antes, el 20 de julio, había fallecido la hija más pequeña, Socorrín, que solo tenía ocho meses

Todavía por la tarde del día 13 de agosto, Matilde tuvo valor para acompañar a la cárcel a una chiquilla de quince años, Consuelo Corella, cuyo padre también estaba preso junto con su marido. Les llevaban la cena, pero no les dejaron pasar. Sin embargo, los carceleros permitieron entreabrir la puerta del calabozo, para que desde la calle les pudieran saludar con la mirada. No hubo compasión para más. Matilde volvió a su casa y en la madrugada del 13 al 14 de agosto escuchó una descarga. Poco después le confirmaron lo que ella sospechaba.

A las cuatro de la madrugada, llevaron a Carlos García-Mauriño en un camión al cementerio junto con otros nueve presos, entre ellos Luis Corella Gallardo, de 39 años, industrial, el padre de Consuelo; José Díaz Giles, de sesenta años; Rafael Guisado Amsperguer, de 41 años, empleado de banca; Enrique Herrera Ventura, de 65 años y propietario, y Juan López Gutierrez, de 53 años, electricista. Cuando llegaron a las tapias del cementerio, Carlos García-Mauriño gritó:

-¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!

-¡Cállate…!, -bramaron su verdugos, pero por segunda vez volvió a gritar:

-¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!

-¡No lo vas a volver a decir…! -le replicaron.

-¡Viva Cristo…!, -no pudo acabar, de un tiro en la nuca acabaron con su vida.

Gracias a un documento, firmado por un militar que, tras la liberación de Ronda, fue testigo de la exhumación del cadáver del registrador de la propiedad, podemos saber con más detalle lo que sucedió. Merece la pena transcribirlo íntegramente:

Don Luis Castañón García de Vega, capitán de complemento (teniente provisional del arma de Infantería con destino en el Batallón Independiente número 33 y de guarnición en Arrecife de Lanzarote) jura por Dios y por su honor ser ciertos cuantos datos figuran en el escrito:

HECHOS: el día 16 de septiembre del año 1936 tomé parte en la liberación de la ciudad de Ronda, formando parte como teniente de complemento de las columnas que liberaron la ciudad, enterándome de la destrucción y saqueo del archivo-biblioteca del Registro de la Propiedad, así como también de la casa particular del registrador don Carlos García-Mauriño y Longoria y del alevoso asesinato de dicho señor, por haberse negado a hacer entrega del archivo y de unirse a los rojos para colaborar con ellos, por cuya causa fue llevado ante un tribunal rojo, presidido por un camarero de café llamado Miguel Escalante, el cual le conminó a sumarse a las fuerzas rojas, a lo que de nuevo y con gran firmeza se negó rotundamente don Carlos García-Mauriño y Longoria siendo encarcelado y asesinado en la madrugada del 14 de agosto de 1936 en unión de sus compañeros de prisión. Estos hechos fueron por mí comprobados por haber asistido a la exhumación del cadáver el día 22 de septiembre de 1936 y por conocer perfectamente a la víctima, fue por mí identificada.

El Sr. García-Mauriño tenía parte del rostro destrozado, las manos cortadas y los brazos sujetos fuertemente por alambres; terminando el guarda del cementerio que todo lo por él sufrido fue precisamente por negarse a prestar sus servicios a los rojos

Mientras el personal del equipo sanitario realizaba las excavaciones para la exhumación del cadáver, escuché junto con el teniente don Edmundo Tramazou, capitán don Benito Campos y capitán médico del equipo la narración que hizo del alevoso asesinato del expresado registrador de la propiedad Sr. García-Mauriño un individuo (cuyo nombre y apellido no recuerdo), guarda del cementerio en aquella época, testigo presencial de los asesinatos, el cual con los mayores detalles expuso los hechos diciendo que en aquel huerto se hallaba, efectivamente, enterrado don Carlos García-Mauriño, junto con otros nueve, siendo este grupo el más destacado por su valentía al morir, pero de modo especial y algo asombroso la muerte de don Carlos García-Mauriño, que al ser conminado bajo grandes amenazas y blasfemias por los asesinos a deponer su actitud y unirse a ellos contestó valientemente que nunca, añadiendo: “No me importa morir puesto que es por Cristo y por mi patria”; y que por tres veces se le hizo la misma pregunta, contestando negándose rotundamente y dando vivas a España, siendo esta la causa de haber merecido el mayor martirio, lo cual comprobé al hallarme en presencia de su cadáver, que tenía parte del rostro destrozado, las manos cortadas y los brazos sujetos fuertemente por alambres; terminando el guarda del cementerio que todo lo por él sufrido fue precisamente por negarse a prestar sus servicios a los rojos.

Arrecife de Lanzarote, 1 de enero de 1943

Firmado: Luis Castañón García de Vega”.

 

Circulan versiones complacientes con el PSOE que exculpan a los socialistas, porque sostienen que los autores de todas estas atrocidades fueron “los malos” del Frente Popular: los comunistas y los anarquistas… Nada más lejos de la realidad. Fueron los socialistas los que prendieron la mecha de la Guerra Civil cuando asesinaron al diputado y jefe la oposición parlamentaria José Calvo Sotelo (1893-1936), los socialistas fueron titulares de checas en la retaguardia en las que se torturaba, se violaba a las mujeres como sucedió con las enfermeras de Somiedo (Asturias) y se asesinaba y, por no seguir relatando los abominables crímenes de los socialistas, baste decir que a su líder le apodaron, como elogio, con el nombre de uno de los tiranos más sanguinarios, por eso a Francisco Largo Caballero (1869-1946) le llamaron los suyos “El Lenin español”. Y por el fervor que este tirano despertaba entre los socialistas de Ronda, uno de sus vecinos, Ximénez Carrillo, puso el siguiente cartel en la puerta de su casa: “¡Camaradas! ¡Aquí vive el Lenin de Ronda!”.

Desde luego que en Ronda el PSOE tuvo clara responsabilidad en todo lo que ocurrió. Al proclamarse la Segunda República, en 1931, sin ser un partido testimonial, el PSOE tenía menos importancia en Ronda que el resto de los partidos de izquierda. Pero sucedió que gracias a la acción y a la propaganda de un maestro de Benaoján, Manuel Melgar del Valle, el PSOE adquirió un importante peso político en Ronda y en los pueblos que rodeaban esta localidad. Sin olvidar, que la pertenencia de Manuel Melgar del Valle a la Masonería ayuda a entender la expansión del PSOE en esta zona, durante los años previos a la Guerra Civil.

En el siglo XIX, la primera logia masónica se estableció en Ronda, y desde esta localidad la masonería se expandió por toda la comarca. En el primer tercio del siglo XX, la masonería de esta zona recibió un decidido impulso, cuando Diego Martínez Barrio (1883-1962), Gran Maestre del Gran Oriente Español, eligió la localidad de Benaoján para pasar sus temporadas de vacaciones. Y recordemos que Manuel Melgar del Valle era masón y maestro de esta localidad, muy cercana a Ronda, donde cobró gran vitalidad la logia Giner de los Ríos, a la que pertenecían los principales militantes del PSOE y de la UGT.

El Comité de Guerra de Ronda estaba compuesto por cuatro hombres, tres de ellos además de socialistas eran masones: Miguel Escalante García, un camarero de un café perteneciente a la UGT, concejal del Ayuntamiento, que como vimos también presidía el Comité de Defensa de la República de Ronda; Lorenzo García Ductor, un carabinero, también de la UGT, que acabó incorporándose al ejército y consiguió el grado de capitán en el 4º Batallón de Etapas, pocos meses antes de la conclusión de la guerra, y el propio Manuel Melgar del Valle, al que ya nos hemos referido.

El odio a la religión y de un modo especial a la religión católica está en el ADN del socialismo y de la masonería y, en la localidad de Ronda, ese odio a la fe quedó de manifiesto en el martirio de las cosas sagradas. Desde el 20 de julio se profanaron todos los conventos e iglesias de esta ciudad. La iglesia del Socorro fue incendiada, solo se salvó el archivo. En la de Santo Domingo, quemaron el púlpito y el retablo, sacaron todas las imágenes y las tiraron al Tajo. Se quemó la iglesia de Santa Cecilia de los Trinitarios con todos sus altares, imágenes, ornamentos y orfebrería. Las monjas de las Claras fueron expulsadas de su convento, y su iglesia fue arrasada; a las monjas las instalaron en los antiguos edificios religiosos, ahora convertidos en cuarteles, donde vivían los milicianos, y donde las trataron como esclavas, al obligarlas a trabajar sin pagarlas; las monjas tenían que hacer la limpieza de la casa, el lavado de la ropa de los milicianos y hacerles y servirles la comida. También fueron destruidos el colegio de las Esclavas Concepcionistas y la iglesia de la Virgen de la Paz. Quemaron la iglesia del Espíritu Santo y Padre Jesús y su veneradísima imagen. Ardió el convento de las Franciscanas y la iglesia de San Francisco. En la Iglesia Mayor fue pasto de las llamas un retablo barroco, parte del coro y el órgano. También se quemó la iglesia Virgen de Gracia, la más antigua de Ronda; en el Convento Madre de Dios y su iglesia se llevaron a cabo enormes destrozos, al igual que en la ermita de la Concepción y las Clarisas, así como en la capilla de la Plaza de Toros.

No se salvó ni un templo, y fuera de ellos eran apiladas las imágenes y objetos religiosos, a los que se prendieron fuego. Expulsaron del colegio del Castillo a los salesianos y a los sesenta niños que allí estaban pasando unos días en una colonia veraniega, arrasaron el edificio y quedó convertido en hospital. Expulsaron a las Carmelitas de la Merced y su convento se transformó en “Casa del Pueblo”, que era como así se llamaban entonces las sedes del PSOE.

El padre Torrero Luque fue martirizado, junto a otro salesiano, el padre Enrique Canut. Ambos tenían heridas de grandes boquetes en el vientre y en el pecho, pues fueron asesinados con tercerolas de grueso calibre

El general Varela (1891-1951) liberó Ronda el 16 de septiembre de 1936. Y en esos dos meses que la ciudad estuvo bajo el control del Frente Popular sufrieron martirio 14 sacerdotes del clero secular: Leopoldo González García, arcipreste de Ronda; Ildefonso Carrasco López, párroco de Jimera de Líbar; Jacinto Muriel Gutiérrez, cura de Santa Cecilia de Ronda; Antonio Cantos Montero, ecónomo de Cuevas del Becerro; Enrique Cantos Gallardo, ecónomo del Espíritu Santo de Ronda; Luis Charcán Navarro, regente de Villanueva del Rosario; Antonio Pérez Castán, ecónomo de Santa María de Ronda; Emilio Castaño Lobón, coadjutor de Nuestra Señora del Socorro de Ronda; José Gil Pineda, coadjutor de San Felipe; Ángel Misut García, coadjutor de Santa Cecilia; José Jiménez Medina; José Sánchez de la Serna; Andrés Pavón Torres y Francisco Jiménez Mancebo, coadjutor de Santa Cecilia.

En cuanto a los religiosos, murieron mártires ocho salesianos. Hicieron correr por Ronda el bulo de que los salesianos habían instalado una silla eléctrica en una de las dependencias del colegio, con la que iban a asesinar a los obreros y que en esa sala tenían almacenadas, también, muchas armas. Esto provocó varios registros, en los que naturalmente ni se encontraron las armas, ni la dichosa silla eléctrica. Pero todo este ambiente provocado de exaltación de los ánimos se utilizó para encarcelar a la comunidad y martirizar a ocho salesianos, como hemos dicho.

Uno de los mártires salesianos de Ronda fue el director del colegio, el padre Antonio Torrero Luque, que en la actualidad está beatificado y se da la circunstancia de que su padre, Baltasar Torrero Béjar (1864-1936), también ha sido beatificado, porque murió mártir en Villafranca de Córdoba (Córdoba), precisamente por ser padre de un sacerdote. Para justificar su crimen, debieron pensar sus asesinos que Baltasar Torrero Béjar, zapatero de oficio y padre de diez hijos, debía ser un capitalista explotador, y por si esto no fuera suficiente, se tuvo en su contra que en su juventud había sido sacristán de la iglesia de San Marina de su pueblo.

El padre Torrero Luque fue martirizado, junto a otro salesiano, el padre Enrique Canut, que era confesor del colegio. Por la descripción que hicieron los médicos de los cadáveres se deduce que fueron torturados antes de morir, pues los dos tenían las manos atadas con alambres y las rodillas y los manos aparecían erosionadas de haber sido arrastrados, además tenían heridas de grandes boquetes en el vientre y en el pecho, pues fueron asesinados con tercerolas de grueso calibre.

Para concluir, diré que nadie como Jorge López Teulón ha puesto de manifiesto lo que significó en la Guerra Civil el martirio de las cosas sagradas en un estudio que hizo de las profanaciones que hubo en toda España, con cientos de ilustraciones, en un libro titulado Inspirados por Satanás. El martirio de las cosas, el martirio de los santos y profanaciones eucarísticas en los días de la persecución religiosa en España (1930-1939). En este libro se confirma la verdad del dicho popular que sostiene que una buena imagen vale más que mil palabras. Siguiendo su estela, hoy voy a acabar este artículo sobre la persecución religiosa en Ronda con siete fotografías, que se conservan en un fondo de la Biblioteca Nacional de España, que muestran algunas de las imágenes que profanaron y quemaron en Ronda los socialistas, los comunistas y los anarquistas, alentados por los masones.

 

la Dolorosa ok

Iglesia de los Descalzos de Ronda. Virgen de las Angustias, imagen de la escuela sevillana del siglo XVIII, que fue quemada 

 

Cristo ok

Nuestro Padre Jesús de Ronda, imagen de la escuela sevillana que desapareció al ser quemada la iglesia

 

Piedad

Iglesia de Santa Cecilia de los Trinitarios de Ronda. Virgen de los Dolores, imagen de la escuela sevillana del siglo XVIII, que desapareció en el incendio de la iglesia, junto con todos sus altares, imágenes, ornamentos y orfebrería

 

Sin un brazo ok

Colegiata de Santa María de Ronda. Imagen de San Juan Bautista de madera policromada del siglo XVII. Le falta el lado izquierdo que fue roto a hachazos y tiene rota la cabeza por el cuello

 

Cristo sin brazos ok

Colegiata de Santa María de Ronda. Imagen de un Santo Cristo al que arrancaron de la cruz y rompieron los brazos, que desaparecieron

 

Dos bustos ok

Iglesia de Santa Cecilia de los Trinitarios de Ronda, que fue devastada, arrancando todos sus altares e imágenes, quemando la mayor parte de ellos. Con las que no quemaron hicieron procesiones burlescas y las colocaron en las trincheras a modo de parapetos. Estas dos cabezas de madera tallada y policromada del siglo XVI eran de las grandes imágenes que pertenecían al altar mayor

 

Sagrado corazon ok

Iglesia de Santa Cecilia de los Trinitarios de Ronda. Imagen moderna del Sagrado Corazón de Jesús, que fue rota a hachazos y colocada en una trinchera de parapeto

 

Javier Paredes


Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá