«En las provincias en las que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado con mucho la obra de los soviets, porque la Iglesia en España está hoy día aniquilada». Esto fue lo que dijo el secretario general del Partido Comunista Español, José Díaz (1896-1942), en un mitin celebrado en Valencia el 15 de marzo de 1937.

Y la situación de la Iglesia en Valencia durante la Guerra Civil no fue un hecho aislado, porque lo mismo ocurría en toda la zona de España controlada por el Frente Popular. Veamos otro caso.

Esto es lo que contó Luis Carreras en un libro publicado en Francia en 1938: "[Luis Companys] a fines de agosto [de 1936], tuvo un interview con una redactora de L'Oeuvre. Abordado en ella el problema relgioso, no sin cierto temor por lo delicado —dice la periodista— Companys justificó los excesos del pueblo a causa de la participación del clero en la sublevación del 19 (sic) de  julio. Al preguntarle sobre la posibilidad de la reapertura del culto católico, contestó vivamente:

—“¡Oh! Este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas”.

Una periodista entrevistó al presidente de la Generalitat, Lluis Companys (1882-1940) y le preguntó si existía la posibilidad de una reapertura del culto; a lo que contestó vivamente Companys: - “¡Oh! Este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas”

Dos años después, nada había cambiado en la ciudad condal. En 1938, Manuel Irujo (1891-1981) consiguió una autorización del Gobierno de Negrín (1892-1956) para abrir al culto alguna iglesia en Barcelona. Pero no fue posible, porque salvo las dos capillas privadas que había en la delegación vasca en Barcelona, no había ninguna iglesia en la ciudad condal con las mínimas condiciones para que se pudiera celebrar culto público.

No, la persecución religiosa que los socialistas, los comunistas y los anarquistas ejecutaron durante la Guerra Civil no se puede reducir a un ajuste de cuentas con unos cuantos clérigos, porque se habían aliado con la burguesía explotadora, como algunos pretenden. Lo que se propusieron los elementos del Frente Popular, dicho por ellos mismos, fue exterminar a la Iglesia en España.

Hace un tiempo que escribí en Hispanidad lo que sucedió en los 24 pueblos del partido judicial de Sacedón (Guadalajara). Durante la Guerra Civil de todos los sacerdotes de esas veinticuatro localidades asesinaron a siete, el resto pudo huir o se escondió. Sin embargo, el carácter absoluto y radical de la persecución religiosa ejecutada por los socialistas, los comunistas y los anarquistas se pone de manifiesto cuando se analiza el martirio de las cosas sagradas. En los veinticuatro pueblos del partido judicial de Sacedón, no solo fueron saqueadas y profanadas todas las iglesias parroquiales, sino también todas las ermitas, porque de lo que se trataba era de arrancar la fe del pueblo español.

En los veinticuatro pueblos del partido judicial de Sacedón, no solo fueron saqueadas y profanadas todas las iglesias parroquiales, sino también todas las ermitas, porque de lo que se trataba era de arrancar la fe del pueblo español

En el año 2002, Jorge López Teulón fue nombrado postulador de las causas de beatificación de más de 900 mártires de la persecución religiosa de los años de la Guerra Civil, lo que le ha convertido en el gran experto de esta parte de la Historia. Y Jorge López Teulón es el autor de un libro titulado Inspirados por Satanás, una publicación única en la que se describe lo que fue el martirio de las cosas sagradas: destrucción de edificios religiosos, profanación de imágenes, sacrilegios contra la Sagrada Eucaristía, violación de tumbas de santos… Todo ello ilustrado con cuatrocientas fotografías de lo que hicieron los rojos durante la Guerra Civil. Y el mismo autor de este libro advierte cuál es su propósito al dar a la imprenta esta publicación. Esto es lo que dice Jorge López Teulón: “[Inspirados por Satanás] no es un libro para mostrar exclusivamente la pérdida del patrimonio de nuestras iglesias, que también; estas páginas quieren repetir hasta la saciedad que el marxismo-leninismo en connivencia con el Frente Popular y de la mano de la masonería quisieron que la Iglesia católica desapareciese en España. Y a pesar de sus estragos, no lo consiguieron”.

Portada del libro de Jorge López Teulón, titulado Inspirados por Satanás

Portada del libro de Jorge López Teulón, titulado Inspirados por Satanás

 

Del martirio de las cosas sagradas en Barcelona, además de la documentación de los archivos, tenemos las imágenes de una película, cuya reconstrucción se ha realizado partiendo de ocho materiales distintos, conservados en los archivos de la Filmoteca Española y de la CNT-FAI. Es un reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona, editado por la oficina de información y propaganda de la CNT-FAI.

He transcrito lo que dice el comentarista en esta película, sin omitir ni alterar ni una sola palabra. Sin interrumpirles con mis comentarios, les dejo hablar a ellos, a los enemigos de la Iglesia, para que se pueda apreciar el odio extremo y radical que tenían a Cristo, y el orgullo que sienten por creer que habían aniquilado la fe en la ciudad condal. Esto es lo que se puede escuchar en esta película:

“En silencio, el cuartel acecha las libertades populares conquistadas a la reacción, palmo a palmo, tras largas jornadas sangrientas. Pero el pueblo, del que es símbolo magnífico este guerrillero libertario, vigila con gesto sobrio y mirada de joven aguilucho, para no dejarse sorprender por el fascismo.

La traición de unos militares sin honor se alza atronadora contra la República y contra los guerrilleros de la libertad.

Capitanía, cabeza del movimiento insurreccional.

La Maestranza, en cuyo asalto cayeron racimos de obreros, Ascaso [Francisco Ascaso Abadía 1901-1936) entre ellos, y haces azules de guardias al servicio del Frente Popular.

Otros reductos de los facciosos, de los que traicionaron su patria y mancillaron su uniforme, son atacados en avalancha, bravamente, por las milicias proletarias y por las fuerzas adictas al Gobierno.

El pueblo, magnífico en su furor, hizo fracasar el cobarde propósito de unos militares sin honor, en sorda alianza con la alta burguesía y los negros cuervos de la Iglesia, que inspira el Vaticano.

Hombres del pueblo, muchachos que luchan con el ardor de sus pechos juveniles bajo la bandera roja y negra de la FAI, bajo la roja enseña de las milicias antifascistas, levantaron barricadas contra la reacción en los puntos estratégicos de las barriadas obreras.

Al pie de sus ametralladoras y cañones con los fusiles listos, para enviar mensajes de muerte a los enemigos de la libertad, los milicianos acechan en las barricadas.

Camiones, autos, transeúntes han de detenerse a la voz de alto, para que entre ellos no pueda deslizarse un fascista, un espía de la bestia reaccionaria.

Grupos de gentes, carne proletaria, al margen de la acción revolucionaria, presencian asombradas las heroicas gestas que abre una ancha perspectiva, amplio horizonte a la España futura.

No solo los cuarteles, sino iglesias, conventos y edificios públicos, convertidos en fortalezas, abren el fuego contra el pueblo, dando con su criminal agresión, empujada por su odio frenético a las libertades, el más rotundo mentís a las doctrinas de amor y de concordia del Cristo que preside esos templos de la hipocresía y de la maldad, disimuladas bajo la máscara de la religión por ellos escarnecida y violada.

La ametralladora y el fusil tras los altares, tras las imágenes saturadas de liturgia y de incienso, impregnadas después de pólvora y de blasfemias.

Los maristas, los escolapios, Belén, La Mercé, San Jaime, todos los reductos del jesuitismo y de la clerigalla, allí donde con el pretexto del culto católico se conspiraba contra la libertad, se aherrojaban las conciencias, se asesinaban en flor las mentes infantiles, se protegía y organizaba la usura, todos esos lugares, revestidos de santidad, cayeron bajo el empuje de las masas encendidas de coraje, y alumbraron con sus llamas el alba roja de que está tiñéndose el horizonte español.

El atentado contra el pueblo, que quiere y puede dictarse sus normas de vida, trazarse la ruta de su destino, se ha pagado con la destrucción, purificada con las llamas del incendio de todos los reductos del fascismo, enmascarado bajo el uniforme militar, el sayal frailuno, el hábito monjil, la sotana clerical y el gesto de rapiña de los capitanes de la industria y de la banca.

Pero la crueldad de los representantes del Cristo que agoniza, herido en las sienes y en los costados, llega al refinamiento.

En este convento de las salesas se hallaron momias de monjas y frailes, martirizados por los mismos religiosos. La vista de esas momias retorcidas, violentadas por la tortura, levantó clamores de indignación popular. La Iglesia católica, en este y otros hechos, ha dejado al desnudo su alma podrida, ha deshecho en unas horas la mentira fabulosa de veinte siglos. Esos cadáveres, petrificados en sus ataúdes, constituyen la diatriba más áspera que se ha lanzado jamás contra el catolicismo.

—¡Compañero, atención, al primero que se le vea asomar por las ventanas fuego sobre él!

En este convento de las salesas se hallaron momias de monjas y frailes, martirizados. La vista de esas momias retorcidas, violentadas por la tortura, levantó clamores de indignación popular

Desde el manicomio de Santa Eulalia se disparó contra los milicianos. Entre los locos allí recluidos se ocultaron los criminales. Dice la voz popular que eran dos sacerdotes y un fascista. Pudieron ser cazados como bestias feroces; pero el pueblo, por respeto a los orates allí recluidos, por no alarmar a ese trozo de la humanidad azotada por la locura, renunció a esa caza a través de las celdas del manicomio.

Sin embargo, los milicianos reprimieron enérgicamente cuanto representaba el fascismo clerical y ante la misma puerta de la casa de orates se le prendió fuego, para que en sus cenizas quedara castigada la cobarde actitud de los que no respetaron el triste reino de la locura.

Los atletas franceses, que habían de tomar parte en la Olimpiada regresan en barco a su patria, acompañados por los viriles acordes de la Internacional.

Vencido el fascismo en casi la totalidad del territorio español, restan por reducir algunos focos. Hacia Zaragoza, animosos y con la firme voluntad de vencer y de castigar como se merecen los desmanes del faccioso Cabanellas, van los milicianos.

Las barriadas extremas de Barcelona van afluyendo al paseo de Gracia, para unirse a la caravana, grupos de milicianos que enarbolan la intrépida bandera de la FAI. De otros puntos de la ciudad parten camiones blindados, para unirse también a la caravana.

Un piquete de guardias, con el puño en alto, rompe la marcha y saluda a los valientes. La multitud aplaude frenética.

Junto a los muchachos de pecho firme, las jóvenes milicianas bellas y gentiles, bajo su atuendo de guerra, levantan los puños, prolongados por las pistolas, a la par que sus indómitos corazones. Nadie podrá sorprender en la actitud estas valientes muchachas y en el gesto de estos bravos mozos el más leve titubeo, la más tenue sombra de miedo; por el contrario, su gesto es sereno, su actitud resuelta sin el menor asombro de fanfarronería. El ideal que se enciende en sus pechos le sirve de coraza resistente. Antes de caer en las garras del fascismo, la muerte como liberación.

El líder obrerista Durruti [Buenaventura Durruti (1896-1936)] y el comandante Pérez Farrás [Enrique Pérez Farrás (1884-1949)] marchan al frente de esta invencible caravana de milicianos, que devolverán sus libertades al pueblo hermano, al noble pueblo aragonés.

La revolución provocada por el fascismo llega a las mismas puertas de la cárcel y libra a los que gemían en sus celdas. El pueblo, niños, mujeres, hombres saludan alborozados a los presos libertados por la revolución.

En clínicas, en hospitales, médicos y enfermeras atienden a los heridos, a los que llegan de los lugares de combate con las carnes desgarradas por el plomo y la metralla. Y también a los que tienen minada su naturaleza por una enfermedad cualquiera. Para estos seres, consagrados a la ciencia, no existen rojos ni blancos, sino heridos y enfermos. En todos ponen el mismo amor y a todos querrían salvar de la muerte.

En lo que fueron iglesias, Casas del Pueblo. Donde sólo había mentira y frialdad, empieza a brillar la verdad y hay calor de multitud. La CNT y la FAI, vanguardia de este vasto movimiento, junto con otros organismos obreros y con los representantes del poder oficial, organizan, encauzan y articulan la vida social, racionando la ciudad desde los mismos centros en que la alta burguesía y el capitalismo faccioso tramaban sus complots de miseria y de hambre contra el pueblo productor, contra el proletariado, que ha roto definitivamente sus cadenas, precisamente, cuando el fascismo pretendía añadirle unos eslabones más.

Estos edificios que pertenecían antes a grandes entidades capitalistas, que tenían nombres pomposos con los que se disimulaba su verdadero significado, pertenecen ahora a las distintas organizaciones, que representan al proletariado barcelonés.

Sobre las ruinas de la burocracia, se alza la labor febril de los sindicatos obreros. Es España que despierta de un largo y penoso letargo.

Es España que nace de nuevo bajo el amplio signo de la libertad social, avalado con la sangre de los que han caído en la lucha contra el fascismo”.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.