Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Sacedón (Guadalajara)
Parafraseando a Calderón Collantes (1807-1864), se podría decir que “no seguir las directrices ideológicas del PSOE es un signo de estupidez”, y por lo tanto solo a los “capaces” les ampara el derecho a decidir cómo tiene que ser España, porque la totalitaria Ley de memoria democrática de los socialistas está anclada en el sufragio censitario. Nada de sufragio universal a quienes de la presente generación no piensen al dictado de los socialistas y el mismo trato para las generaciones anteriores, que durante siglos dotaron a España de un alma cristiana. Les cuento lo de Calderón Collantes para que se entienda mejor a lo que me refiero.
Después de leer las sesiones parlamentarias de todo el reinado de Isabel II (1833-1868), tarea en la que me ocupé un año entero, por experiencia propia les aseguro que pocas lecturas hay más tediosas que las intervenciones de los diputados en el Congresos de los Diputados. Quien no haya estado obligado a leer el Diario de Sesiones del Congreso puede tener una imagen equivocada, si juzga esta lectura por las citas que suelen hacerse, porque lo cierto es que por cada frase con un poco de chispa o de gracia, que son las que se citan, hay que leer muchas páginas... que tras meses de lectura parecen grandes como sábanas. Y después de leer los discursos parlamentarios, hay que concluir que es cierto que los diputados del siglo XIX fueron señores aburridos, pero el problema es que los diputados de ahora solo son aburridos, con las excepciones que ustedes quieran.
Pues bien, lo primero que llama la atención es que en el Diario de Sesiones del Congreso, además de las intervenciones de los diputados, el copista de las Cortes añade, entre paréntesis, todas las reacciones que se van produciendo durante el discurso del orador de turno. Así, por ejemplo: signos de aprobación, aplausos, protestas, pataleos, el presidente llama al orden, etc. Y sucedió que una de las intervenciones de Calderón Collantes acabó con esta frase: “Porque, señores diputados, la pobreza es signo de estupidez”. Y el copista no añadió nada.
Cuando el régimen liberal estableció la participación política mediante el voto, tendrían que transcurrir más de cien años hasta admitir la participación de todos, mediante el sufragio universal
Y no añadió nada, porque no se produjo ninguna reacción, por la sencilla razón de que todos los que escucharon en esa ocasión a Calderón Collantes estaban de acuerdo con él. En efecto, cuando el régimen liberal estableció la participación política mediante el voto, tendrían que transcurrir más de cien años hasta admitir la participación de todos, mediante el sufragio universal. Pero al principio el derecho al voto solo se otorgó a muy pocos; esto es lo que se conoce como sufragio censitario. Y para decidir quiénes tenían que ser esos pocos, se eligió a aquellos que tuvieran un alto nivel de renta, para lo que se seleccionó en el censo a los que pagaran unos determinados impuestos. Esos eran, a su juicio, “los capaces”; los demás, por no tener un buen patrimonio, eran considerados una panda de estúpidos, a los que había que tener alejados de las decisiones políticas que se tomaban.
Así pues, la ley de memoria democrática impuesta por los socialistas es “censitaria”: la historia de España es una tarea exclusiva de los socialistas, solo ellos son “los capaces”. Y cuando haya alguien o algo que contradiga al socialismo…, multa, cárcel, o destrucción. Por esto, la ley de memoria democrática además de censitaria es totalitaria, porque la verdad queda reducida a lo que el partido mande.
Todo esto lo he contemplado hecho realidad en el corazón de la Alcarria, concretamente en el pueblo de Sacedón, donde asistí a la Santa Misa el día 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Virgen.
Camino de la iglesia, ya pude comprobar que el pueblo está gobernado por un equipo de progreso, que es lo mismo que decir que Sacedón tiene un alcalde socialista. Y para anunciar que el futuro de Sacedón no se proyecta en blanco y negro, el alcalde socialista ha pintado con los colores del arco iris el paso de peatones de la plaza del pueblo; nada de blanco y negro, que eso son pasos de peatones fachas y franquistas. Y con el paso de peatones en colorines todos están obligados a entender que se acabó la dictadura y la corrupción, que socialismo y cornucopia son lo mismo, y que el futuro del pueblo será de progreso, de mucho progresismo…
La ley de memoria democrática impuesta por los socialistas es “censitaria”: la historia de España es una tarea exclusiva de los socialistas, solo ellos son “los capaces”. Y cuando haya alguien o algo que contradiga al socialismo…, multa, cárcel, o destrucción
Ya en la iglesia me sorprendió ver a mucha gente. Para caer en jueves el día 15 agosto había en el templo tantas personas como en un domingo, o quizás un poco más. Tal aglomeración, sin duda, guardaba relación con la titular de la iglesia parroquial, que es Nuestra Señora de la Asunción.
El templo es una construcción del siglo XVI de estilo tardogótico, por lo que se dejan ver también algunos detalles renacentistas. La torre de la iglesia es majestuosa. Y la entrada en forma de arco entre contrafuertes es posterior a la construcción de la iglesia, y anuncia al que entra la grandiosidad interior del recinto.
Contra lo que ahora nos quieren vender que Sacedón fue un pueblo de “progreso”, es decir, un pueblo socialista de toda la vida, y que por lo tanto, el actual equipo municipal empalma con esa tradición… hay que decir que eso es radicalmente mentira.
Es cierto que en los 24 pueblos del partido judicial de Sacedón, durante la Guerra Civil, los socialistas, los comunistas y los anarquistas asesinaron a siete sacerdotes; y no asesinaron a todos, como era su deseo, porque se escondieron y les protegieron los feligreses. De los siete sacerdotes, dos de ellos fueron martirizados en el pueblo de Sacedón el 4 de agosto de 1936: Pedro Manuel Lorente Corona, párroco de la iglesia de San Antonio en el entonces barrio de La Isabela y José de la Fuente Falcón, capellán mayor del ejército que vivía en Sacedón, después de haber sido retirado por la ley Azaña.
Pero estos dos asesinatos no se produjeron porque en Sacedón hubiera muchos socialistas y comunistas. De hecho, en este par de asesinatos solo participaron dos hombres de Sacedón, cuyos nombres me reservo. Y estos dos crímenes fueron posibles porque vinieron desde Madrid, para ejecutarlos e imponer el terror en el pueblo, milicianos del radio comunista de Ventas (el término radio fue adoptado por los comunistas para indicar su organización territorial, hoy podríamos decir agrupación) y del Puente de Vallecas.
En los 24 pueblos del partido judicial de Sacedón, durante la Guerra Civil, los socialistas, los comunistas y los anarquistas asesinaron a siete sacerdotes; y no asesinaron a todos, como era su deseo, porque se escondieron y les protegieron los feligreses. De los siete sacerdotes, dos ellos fueron martirizados en el pueblo de Sacedón el 4 de agosto de 1936
Una vez en Sacedón los milicianos procedentes de Madrid y controlado el pueblo por los pistoleros socialistas y comunistas, doce días después, el 16 de agosto de 1936, se produjo el martirio de las cosas sagradas. A estas profanaciones ya se unieron más vecinos de Sacedón, concretamente se sabe el nombre de cinco de ellos; y es que siempre hay valientes dispuestos a correr en ayuda del vencedor, y es que por entonces el poder en Sacedón ya lo tenían los milicianos del Frente Popular.
Fue profanada la iglesia parroquial y la del barrio de La Isabela, así como la ermita de la Santa Cara de Dios y la de Nuestra Señora del Socorro. Todos los altares, retablos, cuadros, ropas litúrgicas y objetos de culto fueron quemados, incluido un terno de tisú donado por el Infante Don Juan Manuel, y la misma suerte corrió otro terno bordado en seda encarnada muy valioso. Una imagen de San Antonio, de talla natural, de la iglesia de La Isabela, de gran valor artístico, realizada por un autor italiano, fue quemada, después de haber sido acribillada a tiros de pistola. Los cálices, patenas, copones y crismeras fueron machacados con piedras en las calles y se los llevaron en automóviles por el valor de sus metales.
La iglesia parroquial del pueblo fue convertida en almacén de intendencia militar. Las ermitas de la Santa Cara de Dios y de Nuestra Señora del Socorro fueron utilizadas como cuadras para el ganado. Y la iglesia de La Isabela se habilitó como salón de baile, más tarde como hospital de carabineros y, posteriormente, como hospital de mujeres y sanatorio psiquiátrico infantil.
Recordaba todos estos acontecimientos, mientras asistía a la Santa Misa el pasado 15 de agosto en Sacedón. La iglesia, como he dicho, estaba llena. El coro animaba la celebración con sus cánticos, que los feligreses allí presentes los seguían como podían. Pero a la conclusión de la liturgia surgió lo inesperado. El coro entonó el himno de la Virgen del pueblo y los allí presentes se arrancaron con todo el corazón. El final fue apoteósico, sin dudas ni tibiezas doctrinales. El cántico acabó con este estribillo: ¡Viva la Virgen, muera Luzbel!
Es evidente que, a pesar de los pesares, en Sacedón sigue encendido ese rescoldo de la fe de la Iglesia, de la fe tradicional, que sigue creyendo en el anuncio que se hizo al principio de los tiempos de que Santa María aplastaría con su calcañar la cabeza de la Serpiente.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá
PD:
En el artículo del domingo anterior decía que era el último en el que iba a firmar como “catedrático emérito”, por cumplirse los tres años de mi nombramiento. Pero me han aclarado que lo que concluye es mi adscripción al departamento, a la Facultad de Filosofía y Letras y a las tareas docentes. Pero que el nombramiento de “emérito” es de por vida. Pues que quieren que les diga, que me han dado una gran alegría.