Garabandal y 18 de octubre de 1961. Ese día se hace público un mensaje entregado por la Virgen a cuatro niñas de la aldea de San Sebastián de Garabandal, que afirman que desde hace cuatro meses se les aparece el arcángel San Miguel y la Santísima Virgen. Y desde entonces, durante los meses y los años siguientes, aquella aldea perdida entre los montes de Cantabria se llena de gente. Después esa afluencia se reduce considerablemente, aunque siempre, en mayor o menor medida, los peregrinos han ido y siguen yendo a rezar a los pinos que coronan la aldea.

La prensa de entonces se hizo eco de aquellos acontecimientos y resulta lógico que entonces se produjera la llegada de tantas personas. Pero lo que ya no encaja tanto en la lógica humana es que 63 años después se vaya a celebrar durante los próximos días del 17 al 19 de octubre un Congreso Internacional sobre las apariciones de Garabandal. El evento lo organiza Iniciativa Internacional España con Garabandal, y han tenido la deferencia de invitarme como ponente. ¿Y qué hace un chico como yo, en un sitio como este? Pues, se lo voy a explicar, queridos lectores.

Ya sé que a los católicos moderaditos esto de Garabandal no les parece que proporcione carnet de moderno. Pero es que yo, de entrada, con lo que puedan pensar y decir de mí los católicos moderaditos me fumo un puro. Y como la Iglesia oficialmente no ha condenado las apariciones de Garabandal, eso significa que los católicos de a pie, los que no somos católicos moderaditos, tan pendientes ellos siempre de que no les llamen carcas, pues digo que los católicos normales somos muy libres de pensar lo que queramos de las apariciones de Garabandal.

Dijeron que el Cielo les había dicho “que muchos, cardenales, obispos y sacerdotes van a por el camino de la perdición y llevan tras de sí a muchas almas. Y eso no gustó a algunos obispos”

Y, en uso de esa libertad, les confieso que yo me creo a pies juntillas que allí se apareció la Virgen y que los mensajes que se trasmitieron procedían del Cielo. En consecuencia, en la ponencia que yo voy a desarrollar, el próximo 18 de octubre, en el Congreso organizado por Iniciativa Internacional España con Garabandal, bajo el título “Visón histórica de las apariciones”, voy a explicar el contexto histórico en el que tuvieron lugar esas apariciones.

Lo primero que diré es que comprendo perfectamente que a buena parte de los eclesiásticos de la España de los años sesenta les sorprendiera enormemente lo que decían las niñas, pues entre los mensajes del Cielo, destacaba uno que era un tirón de orejas al clero, en una España que entonces tenía ocho mil seminaristas mayores. Y me pregunto yo, ahora que no llegan ni a mil los seminaristas… ¿Qué estarán pensando en las alturas? Me refiero, naturalmente, a las alturas celestiales, porque en las alturas eclesiásticas es de sobra sabido que están encantados de sí mismos, a pesar de que los seminarios están vacíos, de que todos los días aparecen noticias del cierrre de algún convento de frailes o monjas por falta de vocaciones, de que a la enseñanza católica -salvo contadas excepciones- de católica solo le queda el nombre, de que las iglesias ya están sin culto en muchas zonas rurales… Pero, ¿qué les importa todo esto, frente al éxito mundano de la COPE y TRECE TV y al jolgorio de una fiesta oraganizada por una emisora de la Conferencia Episcopal con go-gós ligeritas de ropa, de la que a pesar de la prisa que se han dado en borrar el rastro de las fotos, todavía queda alguna para demostrar que no exagero?

San Sebastián de Garabandal está situado a los pies de Peña Sacra, a 90 kilómetros de Santander. Cuando tuvieron lugar las apariciones, entre los años de 1961 a 1965, el pueblo tenía 300 habitantes, las calles estaban sin asfaltar y para llegar hasta allí había que coger un camino empinado en Cosío de seis kilómetros, por donde no podían transitar lo coches y solo podían pasar los carros tirados por animales. Y en este ambiente, cuatro niñas sin ninguna formación, dijeron que el Cielo les había dicho “que muchos, cardenales, obispos y sacerdotes van a por el camino de la perdición y llevan tras de sí a muchas almas”. Y eso no gustó a algunos obispos.

Y por decir semejante cosa a las pobres criaturas se les cayó el pelo. Y esto no es un modo de hablar, pues a una de ellas, a Conchita, se la llevaron al obispado de Santander y no se les ocurrió otra cosa que cortarle las coletas, porque decían que por medio de sus coletas trasmitía no sé qué influencias y así embaucaba a las otras niñas y a través de sus conpañeras a cuantos acudían a Garabandal. Y también nombraron comisiones cuya actuación causa vergüenza ajena, a juzgar por lo que ha manifestado (ver a partir del minuto 3,30) Javier Vildósola uno los integrantes de la segunda comisión. ¿Y esas autoridades eclesiásticas, que cortan las coletas de una niña y nombran a un ateo miembro de una comisión religiosa, pretenden que les tomemos en serio...?  ¡Qué papelón, pero qué papelón…!

Lo cierto es que se ha cumplido al pie de la letra lo que el Cielo les dijo a las niñas. A veces suele interpretarse que lo del camino de la perdición de los cardenales, obispos y sacerdotes es una profecía que denuncia los escándalos de abusos sexuales protagonizados por eclesiásticos. Sin embargo, yo no comparto esa interpretación.

Si la frase hubiera estado referida al comportamiento escandaloso de los casos de pederastia, sobraría la segunda parte de la misma y el Cielo les hubiera dicho a las niñas lo siguiente: “Muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición”, y punto.  Pero no se paró ahí el Cielo y continuó: “y llevan tras de sí a muchas almas”.

Otra advertencia que el Cielo les dijo entonces: “A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia”

En mi opinión las almas de los fieles se pierden porque no se les predica la doctrina de la Iglesia, porque en muchos ambientes eclesiásticos la Iglesia ha sido reducida a una ONG, porque el mensaje del Evangelio ha sido desplazado por doctrinas humanas, hasta el punto de que buena parte de la predicación y hasta de los escritos de no pocos obispos carecen de un sentido sobrenatural y religioso. Y hasta cuando uno lee las declaraciones de esos obispos, a los que algunos califican del sector de los buenos, se detecta que no hablan de las cosas de Dios porque han perdido del todo el sentido sobrenatural en sus vidas; de manera que primero se han vuelto ciegos y a continuación pretenden guiar a otros ciegos, a los que llevan por el camino de la perdición.

Pero si resulta sorprendente que lo del camino de la perdición de los cardenales, obispos y sacerdotes se ha cumplido al pie de la letra, es todavía mayor la sorpresa al ver lo que ha ocurrido con otra advertencia que el Cielo les dijo entonces a las niñas: “A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia”.

Esto que parecía fuera de lugar a principios de los años sesenta del siglo pasado, basta con asistir hoy día a nuestros templos para ver hasta que punto se ha llegado. En no pocas iglesias el sagrario ha sido desplazado, para ocupar su lugar un sacerdote que dice ser el presidente de la asamblea, aunque nadie le haya elegido. La falta de respeto con que se trata las especies eucarísticas es un escándalo. Por sus pistolas, quitan los comulgatorios para no dejarnos recibir la Eucaristía de rodillas. No pocos pasan por delante del sagrario como si fuera la farola de su casa. Mucha gente comulga a la remanguillé. Y lo siento, pero yo no creo en las buenas disposiciones de esas oleadas de comulgantes que nunca aparecen en las colas de los confesionarios.

En resumen, en Garabandal lo que se anuncia por las niñas es el triunfo del modernismo que arrasa lo sobrenatural en las prácticas de la Iglesia y suplanta con ocurrencias humanas la acción del Espíritu Santo. Y sin duda en el cénit de esta herejía, la suma de todas las herejías en palabras de San Pío X (1903-1914), está el maltrato de la Eucaristía, porque aunque de momento no se atrevan a decirlo, en el fondo no creen que Jesucristo está presente las especies sacramentales. Ya se ha oído decir que la Eucaristía solo es un símbolo de Jesucristo, y por este camino acabarán afirmando que ir a comulgar es un acto de solidaridad del tipo "daros fraternalmente la paz".

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá