Decíamos ayer que Israel no puede hacer guerra sucia. No porque sea una democracia sino porque el pueblo judío, entonces tribu luego raza, ahora nación, fue el pueblo elegido por Dios y por eso se espera de ellos una superioridad moral que los musulmanes no poseen.

Primero fueron busca-personas, luego 'walkie-talkies', con un número de víctimas mortales, muertos que aún no se pueden contabilizar pero que pueden ser decenas, más cientos de heridos y mutilados por la explosión de los aparatos que más utilizan los milicianos de Hezbolá para trasmitirse mensajes, y a los que el Mossad israelí agregó explosivos que hizo explotar al mismo tiempo. Ahora bien, Israel puede haber matado y herido a milicianos pero también a personal civil ligado al grupo pro-iraní libanés. Y la matanza indiscriminada es guerra sucia.

El Israel de Benjamín Netanyahu ya está en la defensa del tercer Templo, es decir en su propia supervivencia. Ahora bien, Israel está olvidando los principios de la guerra justa. Es decir, está perdiendo lo único que no puede perder el pueblo elegido: su superioridad moral.

Y esto es muy peligroso.