Decíamos ayer... Que la fiscalía, es decir, el Gobierno Sánchez, va a prohibir que en las redes sociales estén aquellos condenados, simplemente acusados, por delitos de odio.

Es decir, por la gran estafa procesal y penal que se ha abierto con los llamados delitos de odio, se va a imponer la censura del discrepante por el pensamiento único del nuevo orden mundial: ideología de género y, en pocas palabras, woke.

Pero lo que ya no podía esperar es que a los fiscales activistas de turno de RTVE, cómo no, se añadiera el testimonio de un 'experto', y que el tal experto en este caso fuera el insigne Borja Adsuara, de la Universidad de Villanueva, es decir, un centro del Opus Dei, quien a la persecución de la fiscalía, añadió cosas veredes Amigo Sancho, la reedición de Minority Report, aquella película tan singular, protagonizada por Tom Cruise, donde la policía, muy científica, naturalmente, podía prever los delitos y actuar antes de que se produjeran.

No es coña, Adsuara, sin despeinarse, nos explicó por qué había que poner coto a la libertad, sin duda puro libertinaje, vigente en la redes sociales: porque si no se pone coto, el delito de odio lleva al homicidio y claro, eso no puede ser.

¿Qué le ocurre a la Obra? ¿Todo vale con tal de que no te llamen carca?

Para entendernos: un experto de una Universidad católica, nada menos que del Opus, no solo aplaude los delitos de odio, sino que considera que hay que aplicar el palo preventivo, aplicar el castigo antes del delito.

Al señor Adsuara a lo mejor hay que recordarle aquella tertulia presidida por el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer. Se levantó Eduardo Ortiz de Landazuri, nada menos, y le dijo a San Chema: usted nos mandó a crear una universidad, aquí en Pamplona.

Raudo, San Jose María le respondió: de eso nada, yo os envíe a santificaros fundando una universidad, que es distinto.

¿Qué le ocurre a la Obra del siglo XXI? ¿Todo vale con tal de que no te llamen carca?

Moraleja doble: hay que acabar con los delitos de odio, porque una cosa es el delito y otra cosa es el pecado. Y también porque los delitos de odio son una coña marinera que el poder utiliza para acabar con toda discrepancia y con toda crítica.

Moraleja segunda: el mal lo crean los malos pero lo extienden los buenos idiotas.