Reconozco que el Gobierno Sánchez es muy divertido. La caradura etrusca de don Félix Bolaños, alias ‘El Bolas’, asegurando que la huida de Puigdemont es culpa de los Mossos, no del Gobierno del que forma parte... no me digan que no tiene su aquel. Y el añadido de que además era cosa del Tribunal Supremo, el único tribunal que le queda por conquistar a Pedro Sánchez… No me digan que no tiene gracia. El culpable no es Marlaska es Marchena, insinúa ‘El Bolas’. 

La verdad es que Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a sentenciar con un sarcasmo: “No me extrañaría que Puigdemont hubiera pasado en Moncloa”... la víspera del numerito de Barcelona.

El Estado tiene el monopolio de la fuerza, pero el monopolio no puede convertirse en oligopolio de barones autonómicos vocingleros

No, no es que Pedro Sánchez haya ganado una batalla pero haya perdido, o esté perdiendo, la guerra del ‘procés’ catalán. Es más peor: Sánchez no ha solucionado el problema catalán, lo ha enquistado. Con el Sanchismo, el problema catalán resurgirá cada equis tiempo, ya sea con los ajustados resultados electorales, ya sea con el regreso del héroe Puchi.

Es como cuando el ministro de Transportes, Óscar Puente, otro caradura de tomo y lomo, asegura que la culpa del desastre de los trenes de Cercanías, así como las incidencias en alta velocidad, la tienen los fabricantes de trenes (ahora culpa a Talgo). Desde luego, nunca él. Desde luego, nunca Renfe, claro, que es el responsable directo y que es una compañía que depende... del señor ministro Puente.

Volvamos a Cataluña: la primera consecuencia del numerito triunfante de Puchi, además del ridículo internacional de España, es que los Mossos d’Esquadra deben desparecer, absorbidos por la Guardia Civil o por la Policía Nacional. 

Sánchez confunde el diálogo, y el consenso político, con el bien común. Pero el bien común es lo que beneficia a toda la población, aunque sea en una mínima parte, no lo que permite a los políticos mantener sus poltronas

No, no es un medida radical. Convénzanse: el problema catalán sólo se solucionará por la fuerza. Perdida la razón, solo cabe imponer la fuerza... hasta que se recupere la razón. Es decir, el sentido común.

Además, el Estado tiene el monopolio de la fuerza, pero el monopolio no puede convertirse en oligopolio de barones autonómicos vocingleros, que utilizan a sus policíaa en beneficio propio en perjuicio de toda la ciudadanía.

Sánchez confunde el diálogo, y el consenso político, con el bien común. Pero el bien común es lo que beneficia a toda la población, aunque sea en una mínima parte, no lo que permite a los políticos mantener sus poltronas.