Contemplen este corto vídeo. Sí, es una recreación de futuro, que no de presente, pero la verdad es que, si hacemos caso a las continuas reclamaciones, siempre crecientes, de los musulmanes en España, el vídeo no resulta extraordinariamente creativo.

El islam siempre hace lo mismo: comienza exigiendo libertad para practicar su religión, sin reprocidad, claro está, porque en la mayoría de los países, de mayoría musulmana no se puede practicar el cristianismo y en algunos, como Arabia Saudí, la mera posesión de una biblia puede iniciar la condena a muerte o durísimas penas de cárcel, tortura incluida.

En cualquier caso, en ningún país europeo se pone pega alguna a que los musulmanes profesen su religión con entera libertad, en privado y en público.

La segunda etapa consiste en convertir la libertad en derecho y, ojo, una vez que tengo el derecho a vivir como musulmán, siempre que haya conflicto con otras religiones, creencias o convicciones, deben ser éstas las que cedan ante el islam, no al revés.

Por ejemplo, el Islam prohíbe la ingesta de carne de cerdo en el menú de los colegios donde asisten a sus hijos, también los católicos, a los que nos encanta el buen chorizo y el mejor jamón.

Al final, y a través de las justísimas reclamaciones de libertades y derechos, la minoría se acaba por imponer a las mayorías. Naturalmente, con dinero público.

A lo mejor, lo de la invasión musulmana de Europa no es un cuento. A lo mejor hay que empezar a rexigir recoprocidad con los países de origen.

Pero sobre todo, no olviden que el Islam es una religión dirigida y muy, muy externa, que exige el cumplimiento estricto de normas externas pero sin aquello que en el cristianismo se conoce como conversión del corazón. Para no perdernos en teologías, el ejemplo de siempre: la infancia espiritual constituye la clave del cristianismo, recordar que para el islam llamar Padre a Dios es una blasfemia. Con esto basta para entender la diferencia.