Primer atentado en Moscú. Ucrania lo reivindica. Acusan a la víctima (uno de los dos) de crímenes de guerra en Ucrania. Es igual: me resisto a aceptar como medio de guerra las bombas en medio de una población civil. 

Como decía ayer, no sé si hablamos de guerra o de terrorismo. No sé si era culpable o inocente, pero cuando empezamos a decidir quien vive y quién muere la civilización se tambalea... y la justicia también.

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En cualquier caso, el actual estado de guerra ha creado dos personajes nefastos: Benjamín Netanyahu y Recep Erdogan, dos personajes nefastos... para el Occidente cristiano. 

El miserable Recep Erdogan juega a las dos invasiones islámicas de Occidente: la pacífica y la violenta. En ambos casos, guerras de familia

Otrosí: Vladimir Putin debería reflexionar: ya ha dejado a dos pueblos colgados de la horca: al armenio y al sirio. En ambos, la primera víctima son los cristianos. 

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Más. El turco Erdogan juega a las dos invasiones islámicas de Occidente: la pacífica y la violenta. En ambos casos, guerras de familia. La pacífica, con su penetración en Europa, con constantes exigencias de subvenciones públicas y de derechos que no poseen en sus países de origen, cuando no con su violencia en las calles de Europa. En Siria, en el Kurdistán, en el Creciente Fértil, ejerciendo como potencia imperialista, ojo, miembro de la OTAN. Vamos, que Occidente tiene el enemigo dentro.

Netanyahu desea que el fanatismo islámico se imponga en todo el Creciente fértil. Sólo eso justifica su guerra de tierra quemada

Más: Netanyahu, que es Occidente, desea que el fanatismo islámico se imponga en todo el Creciente fértil, el caso Sirio es el mejor ejemplo de ello: Netanyahu celebra la caída de Basar Al Asad y, al mismo tiempo, bombardea a quienes les han hecho caer. Sólo eso justifica su guerra de tierra quemada en Gaza o sus bombardeos en Siria tras la caída de Bashar al Asad. Lucha por su supervivencia, es cierto, pero le importa un pimiento el futuro de los cristianos en Tierra Santa.

Pues mire usted, con una Europa aletargada y descristianizada, Donald Trump tiene ahora la oportunidad de ejercer de jefe de Occidente con la aplicación de una política muy clara: aquel que no respete la libertad religiosa de los cristianos, no es mi amigo.