Hablábamos esta misma mañana en Hispanidad de los cambios constitucionales que ha llevado a cabo el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, para proteger a los menores, pero sus enmiendas no se han quedado ahí.
El Parlamento de Hungría ha aprobado otra enmienda que incluye en la Constitución el derecho a pagar en efectivo, así, la frase "toda persona tiene derecho a la propiedad y a la herencia" se completa con "así como al pago en efectivo".
Estamos a pocos pasos de que desaparezca el dinero físico, en ese momento puede aparecer el más duro de los gobiernos, el gobierno del dinero, el que podrá castigar al ciudadano que no siga la corriente impuesta, mismamente bloqueando el dinero electrónicamente, en un corralito integral. El euro digital no constituye una gran oportunidad sino un gran peligro, y Orbán es consciente de ello.
Lo cierto es que la digitalización de las monedas alcanza un nivel imparable en el mundo. El dinero físico, que es el que garantiza nuestra privacidad por tanto nuestra libertad ante el tirano, va cayendo en desuso. Por ejemplo, según Denaria sólo el 33% de los españoles paga mediante efectivo.
¿Y por qué Orbán no quiere esa digitalización? Seguramente desde Europa dirán que es un hombre de las cabernas, pero como ya analizó Pablo Ferrer el objetivo de la Comisión Europea -instrumento predilecto del Nuevo Orden Mundial (NOM), junto a la ONU- es instaurar un gobierno global europeo de ideología woke -o progresista-, con sede en Bruselas y la pata económica en Fráncfort, en la sede del BCE.
Orbán sabe las intenciones de sus enemigos progres europeistas y quiere que los húngaros sean libres para pagar como les venga en gana. La principal herramienta económica del NOM es el euro digital, que no sólo es el primer paso para acabar con el dinero en efectivo, sino el primer capítulo del fin de los bancos privados, tal y como los conocemos actualmente.
Porque, ¿para qué tener bancos privados si podemos centralizarlo todo en una única entidad pública?
El euro digital es la tiranía que viene. Renuncie a las monedas digitales. Si puede, incluso a la inocente tarjeta de crédito o débito. Los medios de pago se pueden convertir en la peor amenaza, no sólo contra su intimidad, sino también contra su libertad.