La inseguridad en el transporte público se ha incrementado en Alemania y los dirigentes políticos se han planteado proteger a las pasajeras en trenes y autobuses, utilizando en el caso de los trenes, vagones "sólo para mujeres", que ya existen en países como Japón, India e Indonesia
Según un informe del medio NiUS sobre Renania del Norte-Westfalia, el 55,8% de los agresiones sexuales no eran alemanes o eran de origen inmigrante, un dato que ha generado debate sobre las políticas migratorias y de seguridad del país.
Por ejemplo, la inseguridad en el transporte público se ha incrementado en Alemania y los dirigentes políticos se han planteado proteger a las pasajeras en trenes y autobuses, utilizando en el caso de los trenes, vagones "sólo para mujeres", que ya existen en países como Japón, India e Indonesia. Esta medida se plantea como una respuesta al alarmante aumento de los delitos sexuales graves, que en Berlín se registran a un ritmo de más de una agresión al día, según cifras policiales recientes.
Quienes critican esta medida argumentan que sólo aborda un síntoma del problema sin enfrentar las causas profundas, como la violencia ejercida por hombres, especialmente aquellos de determinadas comunidades. Los Verdes, que respaldaron abiertamente la apertura de las fronteras alemanas en 2015, evitan debatir públicamente sobre la sobrerrepresentación de ciertos grupos en las estadísticas delictivas. O, como diría Marlaska, no se puede relacionar delincuencia con inmigración ilegal: eso genera odio.
Ejemplos de esta estrategia política incluyen la reciente directriz en Turingia, donde se permite al personal ferroviario optar por no inspeccionar los billetes de pasajeros que aparenten ser extranjeros, para evitar posibles confrontaciones. Además, a nivel nacional, las autoridades han propuesto prohibir en público cuchillos con hojas de más de 6 cm, una medida que, para muchos, pone el foco en los objetos en lugar de en los responsables de los delitos violentos. Estas decisiones han generado descontento entre los ciudadanos, que perciben una falta de voluntad oficial para abordar directamente la violencia.
En Hispanidad, hemos insistido en la idea: acoger al inmigrante sí... lo que no es incompatible con exigirle que respete la fe, cultura y tradiciones del país que lo acoge y a la que debe estar agradecido.
