Tan dispares elementos
como son, en el hombre,
el alma, y el cuerpo,
sólo Tú los armonizas;
de distintas formas y maneras,
en los hombres y mujeres
que te aman, y en ti confían.
 
En una, lo humano y lo divino
en prodigioso abrazo te contemplan.
En otro, la humana prudencia
a trabajar con afán, le lleva,
con sublime confianza en todo,
lo que de ti espera.
 
En quien la fe y la razón se convierten,
en magnifica simetría.
O aquel que une admirablemente
la más angelical inocencia,
con la más austera penitencia.
O una vida agitada y muy activa,
con la contemplación más encumbrada,
de la mística.

 

*Del poemario inédito Moradas interiores