Lo de la izquierda es sencillo: su problema es el resentimiento. Y en la derecha, Aznar nombró a Rajoy pero no toleró que Rajoy le sucediera de verdad ni tolera ahora que Pablo Casado mande, ni que Abascal le haya robado los postulados que abandonó.
Lo de la izquierda es sencillo: su problema es el resentimiento. PSOE, Podemos, nacionalismos e incluso el antaño partido democristiano y hoy quintaesencia de lo progre, más abortero que nadie, el PNV, ya englobado en el progresismo conservado -abortero y capitalista- tienen por guía al rencor. Sí ya sé que el resentimiento es fruto de la soberbia y mellizo de la envidia, pero el hecho es que toda la izquierda española puede resumirse así: envidia de la excelencia, de quien ha triunfado en la vida, del listo, del rico, de quien me supera en algo aunque sea en la cuenta corriente. Algo malo ha hecho para ser mejor que yo.
Por contra, la derecha española peca de presunción y suspicacia, otro de los vástagos del orgullo, y eso se deja ver especialmente a la hora de la jubilación.
Verbigracia: lo que no ha aprendido un tal José María Aznar y que todavía hoy se trasluce: la mayor gloria del maestro es ser superado por sus discípulos.
Aznar nombró a Rajoy pero no toleró que Rajoy le sucediera de verdad ni tolera ahora que Pablo Casado mande. Él se sigue sintiendo el señor del Partido Popular.
La derecha española nomina al sucesor como presidente pero luego no le permite ejercer de presidente. Y lo peor: en el caso pepero, resulta que Santiago Abascal solo ha recogido algunos de los principios abandonados por Aznar y aún más por Rajoy, razón por la cual le chirrían los dientes en cuanto piensa en Vox.
La razón de fondo es lógica: Cicerón aseguraba que cuando un hombre percibe su propia gloria lo que quiere es llegar el primero y estar sólo. Tomás de Aquino le corrige y asegura que eso tiene más que ver con la ambición que con la virtud de la magnanimidad. Y Clive Lewis sentencia que humildad no son hombres inteligentes intentando creer que son tontos ni mujeres hermosas intentando convencerse de que son feas.
Humildad, matiza Lewis, es la de quien ha construido la mejor catedral del mundo y está tan contento por ello como si la hubiera hecho otro. Finalmente, Fabrice Hadjadj ese filósofo contemporáneo, un verdadero cachondo mental, a quien nadie debería dejar de leer, sentencia dos cosas en "A mí toda la gloria":
1.Estoy sólo en la cumbre, ¿de quién recibiré una aprobación magistral? Una corona que baje desde el Cielo me honra mucho más que otra que procede del barro.
2.Que la mayor gloria del maestro es la de ser superado por sus discípulos. Ese bien podría decirse que es un problema de la derecha española.
En cualquier caso, el resentimiento y la envidia de la izquierda hace daño a todos los españoles, la vanidad tonta de la derechona hace daño a la derecha... mayormente.