El día de de recordar a nuestros difuntos, 2 de noviembre, no es mal día para entender qué es la muerte: no es otra cosa que la separación, temporal, entre el alma y el cuerpo, entre la parte material y la parte inmaterial del ser humano. A esta segunda porción del ser anfibio llamado hombre es a la que los filósofos llaman ente, los teólogos alma, los psicólogos sensibilidad, los psiquiatra personalidad y los políticos ciudadanos. La denominación genérica sería la de espíritu y si les da miedo esa palabra o les evoca la fantasmita Casper confórmense con la muy científica acepción de inmaterialidad que, como ocurre con muchas otras ‘evidencias científicas’, nunca se equivoca porque nunca dice nada.

Los científicos, cuando desconocen el origen de algo, lo analizan por sus efectos en lugar de por sus causas. Por ejemplo, con el virus del Covid. 

Y encima no se la puede ignorar. Tan sólo adorarla o confiar en quien nos ha dicho que hay otra vida. Lo segundo es mejor

De hecho, por no saber no saben ni lo que es un virus. 

Pero a lo que estamos Manuela: sin miedo a la muerte aunque tengamos miedo a morir. Eso es lo que indica la doctrina cristiana. Claro que un católico puede temer a morir, con su dolor, la separación de los seres queridos… pero no le está permitido.

Ante la muerte, no sirve… ni la conjuración ni desesperación. Entre otras cosas porque quien tiene miedo a morir también siente miedo a vivir.

Y encima no se puede ignorar a la muerte. Tan sólo adorarla o confiar en quien nos ha dicho que hay otra vida: Cristo. Lo segundo es mejor.

La civilización comienza cuando se empieza a enterrar a los muertos

Y en cuanto al culto a nuestros difuntos, no lo olviden: La civilización comienza cuando se empieza a enterrar a los muertos.

En cualquier caso, es el momento de volver a rezar… por si se nos ha olvidado.