El ex primer ministro de Canadá, el grandísimo hortera Justin Trudeau, fue a comulgar en una parroquia de Otawa. Don Justin Pierre James Trudeau es lo más parecido a Pedro Sánchez: ideas tiene pocas pero su egolatría es de tal calibre que hará lo que sea con tal de llamar la atención. Esto es lo que configura a los profanadores de primer orden. Y, una vez perdido el sentido del ridículo, Trudeau hace realidad la canción de Cecilia: "Y si no fuera por miedo, sería la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro, con tal de dejar su sello ".
Así que, ya de salida del poder, por el momento, claro, porque ya había demasiada gente que no le aguantaba y se vio obligado a ceder el cargo, monsieur Justin se ha ido a una parroquia católica de Otawa y ha compulgado. Sólo por molestar.
No ha tardado mucho en salir un obispo valiente (no sé por qué pero me temo que lo de obispo valiente ya no es una reiteración), el titular de Calgary y presidente del Episcopado canadiense, Mons. William McGrattan, y le ha recordado que un político abortista no puede comulgar. Es más, ha dicho que el cura de turno tiene la obligación de negarle la comunión al bueno de Justin.
Además, el todavía primer ministro lo tiene claro: si quiere comulgar que reniegue de sus ideas abortistas y vuelva a defender la doctrina de la Iglesia a la que dice pertenecer. Es decir, que la vida no se toca, desde la concepción hasta la muerte natural y que el ser más inocente y más indefenso, el concebido y aún no nacido, tampoco se toca.
Todo esto ocurre después de que el presidente de la Conferencia Episcopal norteamericana, don José Gómez, pretendiera hacer lo mismo.
Al fondo de todo esto, está ese "martirio del siglo XX" llamado coherencia. A ver si nos entendemos, el fanático del Woke, abortera feminista, legalizador de la prostitución, acusador en falso de la Iglesia que según él, violó, torturó y asesinó a niños pobres y luego resultó que era toda mentira, no puede montar el numerito de comulgar en una iglesia, en plan retador, y seguir diciendo que él es católico de toda la vida. No es sólo un sacrilegio, el de confesar sin las debidas disposiciones. A fin de cuentas, el sacrilegio, aunque resulte muy evidente, puede acogerse al fuero interno de la conciencia y ahí sólo Dios puede juzgar. Habla de la conciencia interna y sólo Dios puede juzgarlo. No es sacrilegio pero sí es una provocación que constituye una profanación en toda regla. Y eso sí que podemos juzgarlo. En mi barrio bajo de Ventanielles diríamos que lo ha hecho por fastidiar.
Y recuerden que la contundente respuesta de McGrattan, prohibir que Trudeau comulgue, viene después de que dos malnacidos, llamados Joe Biden y Nancy Pelosi, mientras ostentaban el primer y tercer cargo de los Estados Unidos e insistían en sus políticas ultraborteras seguían confesándose católicos y acudían a misa y comulgaban.
Biden incluso tuvo el cuajo de acudir a comulgar a una iglesia romana inmediatamente después de la visita del Papa. En la misma línea, Nancy se presentó de incógnito (de incógnito pero con cámara fotográfica a punto) a una eucaristía en el Vaticano y luego dejó bien claro que había compulgado y que, naturalmente, iba a continuar con sus políticas abortistas.
En todo caso, ¿se imaginan a monseñor Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) diciendo eso mismo, es decir, que el señor Pedro Sánchez y el señor Núñez Feijóo, abortistas de pro, no pueden recibir la comunión?