Martes 5 de septiembre, festividad de Santa Teresa de Calcuta. Un cuarto de siglo después de su muerte, la religiosa albanesa parece olvidada. Ya ni se preocupan de calumniarla, lo cual es muy lamentable. En vida le dijeron que su caridad perpetuaba el sistema económico, supongo que el capitalista, o que sus desvelos por los pobres no significaban sino una gota en el océano, en comparación con el equitativo Estado socialista. 

En muerte le acusaron de que convertía más que ayudaba o de que utilizaba la ayuda para convertir. Lo segundo es cierto, entre otras cosas porque nadie puede evitarlo. Si ayudas, conviertes, porque lo primero que hace el ayudado es preguntarse por qué le ayudas.

Tras su muerte, empezaron a comparar el trabajo de las misioneras de la caridad con el de las ONG. Ni que decir tiene que salían ganando las segundas.  

Y en el interior de la Iglesia, había también una corriente que consideraba a la madre Teresa demasiado espiritual. Dar de comer al hambriento está bien pero enseñarle a orar... bueno, eso ya es pasarse de la raya. En cualquier caso, a los cristianos progres (ya saben, el grado más alto de estupidez, tras el de varón feminista y obrero de derechas) nunca les ha acabado la regla de orto de todo el carisma calcutiano: cada día, cuatro horas de doración y 8 de servicio a los más míseros, especialmente a los terminales. No les aplicaban la eutanasia, sólo cariño.

Pues yo digo que un cuarto de siglo después de su muerte, sería bueno reponer a Teresa De Calcuta en el frontis de la Iglesia. Porque es curioso que es sea el cristianismo progre el que más desbarra contra la albanesa. Quizás porque siendo una mujer rígidamente ortodoxa, resulta que hacía por los pobres lo que ningún teólogo de la liberación, mismamente. Pero era una reaccionaria. Se oponía al derecho al aborto, no les digo más. Soltaba aquello de que "si permitimos que una madre mate a su hijo en su propio seno, ¿cómo evitar que nos matemos todos, unos a otros?". Lo dicho, un pelín fascista.

Es curioso: de ser la monja más popular del planeta a la más insultada y, ahora, ninguneada. Urge recuperar a Teresa de Calcuta. Entre otras cosas, creo, por un detalle a veces olvidado: Teresa de Calcuta no empezó su deambular por los más débiles ayudándoles a vivir sino ayudándoles a morir. Al parecer, creía en la vida eterna. Y así continuó, y así continúan, las calcutas.