José Luis Ábalos declaró ayer ante el Tribunal Supremo y ni tan siquiera se preocupó en disimular el rumor que corre por todo Madrid: que estamos ante un pacto entre dos enemigos que parecían irreconciliables tras su ruptura: el precitado Ábalos y el aún no citado Pedro Sánchez.

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Y esto porque Ábalos se defendió a sí mismo -yo no he hecho nada de nada- y ni una sola acusación salió de sus labios contra el presidente del Gobierno.

Es decir, entró en la condición de canonizable- pero, ojo, al tiempo, no acuso a su verdugo, Pedro Sánchez, de nada- : no hubo trama, no hubo comisiones, no hubo negocios ejecutados desde el poder... no hay caso.

La verdad es que este nuevo super-bulo de ese gran luchador contra el bulo que es La Moncloa, ya había sido precocinado por, cómo no, el inefable Óscar Puente, cuando afirmó que, tras una sesuda investigación en su ministerio, su antecesor, el tal Ábalos, no había cometido delito alguno.

Para ello, Puente asegura que los contratos de los que Aldama acusa a Ábalos no son de la época de Ábalos como ministro. Menos mal que esta vez el PP anduvo listo. Elías Bendodo aclaró que las acusaciones de Aldama no se referían a los contratos iniciales sino a las modificaciones que, a lo largo de la vida de ese contrato, sí que hizo Ábalos. Es igual, Puente, al igual que su jefe de filas, Sánchez, apenas distingue lo cierto de lo falso. Por eso puede decir, sin incoherencia alguna, que todo son bulos. Al menos, toda información que yo desearía que no fuera cierta... es desinformación.

Y como alguien tiene que ir a la cárcel, el es ministro y número dos del PSOE arremetió contra sus antiguos colegas de correrías, el bueno de Koldo y el comisionista -y, sobre todo, pagano- Víctor de Aldama. Un pacto en toda regla.

Pero el jueves 12 sucedió algo más que el pacto Ábalos-Sánchez. El jueves, el Tribunal Supremo puso en solfa a la acusación popular. Si a esto se le une el control de Moncloa sobre la Fiscalía y, cada día más, sobre el poder judicial y el Tribunal Constitucional, el Sanchismo camina hacia la omnipotencia.

En efecto, el juez unificó -y nada menos que en el Partido Popular- todas las acusaciones en una y ni tan siquiera permitió que los abogados de las distintas acusaciones populares estuvieran presentes en el interrogatorio a José Luis Ábalos, interrogatorio que corrió a cargo del abogado del Partido Popular.

¿Se dan cuenta de lo que esto significa? El jueves noche, seguramente Ábalos y Sánchez brindaron cada uno por su cuenta, con cava de categoría a la salud del Tribunal Supremo, el único tribunal que, hasta ahora, podría confiarse en que no estuviera controlado por el Ejecutivo.

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