Sánchez, Feijóo, Moreno Bonilla y Magán
Bien por Feijóo, por una sola vez y sin que sirva de precedente, dijo algo interesante sobre el repugnante asesinato de Algeciras: "no hay problemas de terrorismo católico en el mundo, sí hay un problema de terrorismo islámico... No podemos criminalizar ninguna religión pero tenemos que reconocer que tenemos un problema de integrismo islámico". Casi de inmediato, acosado por el ambiente políticamente correcto que reina en los medios, advirtió sobre el peligro de estigmatización del islam... no fueran a tomarle por un fanático de Vox. Para una vez que había dicho algo coherente.
Para Ione Belarra, arquetipo de nuestro Gobierno sociopodemita, el estigmatizado Yasin no tenía otra opción que salir a matar curas a machetazos
Resulta curiosa la dicotomía entre políticos y pueblo, porque el jueves la gente andaba bastante cabreada con el asesinato de Algeciras y no tenía miedo a identificar al asesino, Yasin Kanza, como lo que era: marroquí y musulmán. Por contra políticos y periodistas -lo segundo me duele más que lo primero-, con el cadáver aún caliente de su víctima, el sacristán católico Diego Valencia, hablaban de no estigmatizar a los musulmanes y de no criminalizar al islam.
Los musulmanes, en especial los marroquíes, la colonia más numerosa, quieren vivir en España pero odian a España y a los españoles
Seguramente, como decían los progres durante la II República y la Guerra civil española, se trata de un 'incontrolado', por supuesto absolutamente demente y, además, la culpa es de la víctima, agente estigmatizador del pobre Yasin por su triple condición de mahometano, marroquí y, supongo, que de enfermo mental, dado que los enfermos mentales están muy estigmatizados. Vamos que para Ione Belarra, arquetipo de nuestro Gobierno sociopodemita, el pobre Yasin no tenía otra opción que salir con un machete a matar curas.
Feijóo dijo algo sensato -no existe el terrorismo católico pero sí el musulmán- e inmediatamente tuvo que matizar su posición
Insistimos: los inmigrantes tienen que respetar la cultura del país que les acoge. Si no lo hacen, deben ser expulsados... a lo mejor por delito de odio. Al extranjero hay que recibirle con los brazos abiertos, pero hay que exigirle que respete a los españoles y, en el caso de los musulmanes, también a las españolas. Insisto: exigir. Y esto no es racismo, es justicia. En España, por ejemplo, que respete a la religión mayoritaria, que es la católica. Y los musulmanes no lo hacen. Es más: muchos de los 700.000 marroquíes, en su inmensa mayoría islámicos, odian a España y odian a los españoles. Por eso los menas -menores que han mamado ese odio al infiel- se comportan aquí con la desfachatez con la que no se atreverían a comportarse en Marruecos, porque saben lo que les ocurriría.
Los musulmanes, en especial los marroquíes, la colonia más numerosa, quieren vivir en España pero odian a España y a los españoles. Eso no puede ser. El que odie a España que se vaya de España. Y sí, como decíamos ayer, el islam es una religión con clara tendencia a la violencia y a la imposición.
Y no, no basta con el consabido "tengo un trabajo" y por lo tanto me merezco todo lo que tengan los españoles. Porque España no se ha hecho en una generación: es el resultado del esfuerzo de muchas generaciones entre los que no se contaban los inmigrantes y sí nuestros padres y abuelos.
Los inmigrantes tienen que respetar la cultura del país que les acoge. Si no lo hacen, deben ser expulsados... a lo mejor por delito de odio
Pues bien, a pesar del crimen, evidente crimen de cristianofobia, Moncloa no moverá un dedo tras el asesinato islámico de Algeciras. Tanto PSOE como PP sufren síndrome de Estocolmo frente al islam. El primero en adoptar la actitud de no estigmaticemos al musulmán, ha sido el presidente andaluz, del Partido Popular, Juan Manuel Moreno Bonilla y, lo mismo, el secretario de la Conferencia Episcopal española, monseñor García Magán.
Es decir, tanto PSOE como PP sufren Síndrome de Estocolmo frente al islam. Y los aquejados por esta dolencia psíquica son unos majaderos muy injustos, porque siempre terminan por aplaudir al verdugo y sospechar de la víctima.