Cataluña se equivoca más que la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, al no apostar por la nuclear. Y es que Teresa Jordà quiere adelantar el cierre de los tres reactores catalanes (Ascó I y II, y Vandellós II) a 2027, años antes de lo previsto en el calendario pactado entre las eléctricas propietarias y el Gobierno en marzo de 2019.

La consejera de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural de la Generalitat de Cataluña quiere que cierren en 2027, entre dos y siete años antes: 2029 es la fecha prevista para el fin de Ascó I; 2030 para Ascó II y 2034 para Vandellós II. ¡Ole! Jordà olvida que estos tres reactores aportan el 54% de la demanda de electricidad de la región, casi ocho veces más que eólica y fotovoltaica, que sólo contribuyen con el 7%.

Los tres reactores catalanes aportan el 54% de la demanda de electricidad de la región, casi ocho veces más que eólica y fotovoltaica, que sólo contribuyen con el 7%

Jordà quiere que las energías renovables aporten el 50% de la luz en Cataluña en 2030 y el 100% en 2050, como ha explicado al responder a una pregunta de Antonio Ramón López, un diputado de Vox. Claro que la consejera ecológica catalana también ha añadido que el Govern “no dedicará financiación ni llevará a cabo ninguna actuación dirigida a promover y alargar la vida de las centrales nucleares en Catalunya” y ha mostrado cierta caradura al afirmar que las renovables “deben desarrollarse, siempre que sea posible, aprovechando espacios ya alterados por la actividad humana, minimizando así la ocupación innecesaria del territorio”. Al hilo de esto último, conviene recordar que Sama Bilbao, directora general de la Asociación Nuclear Mundial (WNA, por sus siglas en inglés), puso en valor que los siete reactores españoles aportaron el 21% de la producción eléctrica, con una potencia instalada de sólo el 6%, lo que representa “una huella física pequeña, usando menos espacio físico que otras energías”. Asimismo, Jordà debería tener en cuenta que para sustituir cada gigavatio (GW) nuclear se necesitan cuatro de renovables, por lo que para reemplazar los 3,15 GW que representa la potencia instalada de los reactores catalanes, requerirá de 12,6 GW eólicos y fotovoltaicos.

 

 

La propuesta de adelantar el cierre de Ascó I y II, y Vandellós II llega unas semanas después de que a principios de mes anunciara que el Govern había aprobado una subida de impuestos a las nucleares, lo que generará un fondo de 20 millones de euros para acelerar la transición energética. Entonces, recibió críticas en Twitter, entre ellas: la de Alfredo García, supervisor nuclear y divulgador científico conocido como Operador Nuclear, que decía que era “cómo destruir una industria energética segura, baja en emisiones y creadora de empleo de calidad por la avaricia de unos miserables votos”; y la de la consultoría especializada en ingeniería y en mercado eléctrico Ingebau, que recordaba a Jordà que ente 2017 y 2021 en Cataluña sólo se han instalado 2 megavatios (MW) de energía eólica y 14 MW de fotovoltaica.

crítica de Ingebau a Cataluña

Paralelamente, este martes, Nemesio Fernández-Cuesta, presidente de Eolia Renovables y ex secretario de Estado de Energía, ha señalado que “renunciar al 22% de la generación y cerrar las nucleares a sus 40 años de vida útil es un desatino” tanto desde el punto de vista ambiental como desde el punto de vista económico, en un evento de la Fundación Naturgy. Sobre el tema ambiental, Fernández-Cuesta ha referido que se sustituirán con generación con emisiones, por tanto, contaminantes, algo de lo que pasa Ribera, que habla de que la alternativa es el gas, que sí emite CO2 y es una energía mucho más cara. Además, la vicepresidenta ecológica tiene la caradura de recalcar que ninguna empresa quiere invertir en nucleares en nuestro país (normal, se lo ha puesto difícil al asfixiarlas fiscalmente) y que ella no tiene nada en contra de las nucleares, pese a que no apuesta por esta energía que está viviendo un “renacimiento” en muchos países y que la Sociedad Nuclear Española (SNE) aboga por ampliar la vida útil de los reactors de 40 a 60 años.